Siete razones para ser santos (1/4)

santo Dios2¡A veces pienso que es duro “ser santo” siempre!  Claro que la santidad no es un simple esfuerzo humano.  Significa depender de la gracia de Dios que nos capacita para que Jesús viva en y a través de nosotros su vida santa.

No obstante pareciera más fácil, seguir nuestros impulsos y deseos carnales que elegir el camino de la santidad.  ¿Por qué pagar el precio que implica buscar la santidad con determinación y esmero cada instante de cada día por el resto de nuestras vidas? ¿Por qué tomar a diario las decisiones costosas que la santidad exige?  Como:

  • Levantarse en la mañana y limpiar nuestro corazón en  las aguas de la Palabra de Dios antes de empezar los quehaceres.
  • Apagar ese insinuante y vulgar programa de televisión, o dejar de hojear esa revista que promueve los valores mundanos y egoístas, o esa novela que ensalza la sensualidad.
  • Evitar hasta la mínima ocasión de impureza sexual.
  • Dormir, comer, vestirse, salir a trabajar o a jugar, dar, orar e ir a la iglesia, todo para la gloria de Dios.

Ante todo debo decir que buscar la santidad no es fácil, porque justo cuando proponemos apartarnos para Dios, pareciera que surgieran todas las tentaciones posibles, que quieren desorientarnos.  Quiero compartir contigo siete razones que nos motivaran a tener presente nuestro deseo de buscar la santidad.

  1. Porque Dios es Santo

Así como una fotografía es la imagen de un objeto, nuestra vida fue diseñada para reflejar la imagen de Dios. ¡La gente debería mirar a un cristiano y ver cómo es Dios!  ¿Qué refleja tu vida ante quienes te rodean?  ¿Tus actitudes, palabras y comportamiento presentan ante los demás una fiel imagen de Dios? ¿O a veces profanas la santidad de Dios con un espíritu quejumbroso, controlador, o con palabras ásperas e hirientes, o en conversaciones soeces, o con bromas de mal gusto?  Me entristece pensar con cuánta frecuencia he dado una imagen distorsionada de Dios frente a los demás por causa de mis decisiones y respuestas pecaminosas.  Debemos ser santos porque Dios es santo.  Y la buena noticia es que como Dios es santo, nosotros también podemos serlo.  Si eres hijo de Dios, el Dios santo vive en ti.  Porque no orar y decir: “Señor, ¡que otros vean tu semejanza reflejada en mi, que mi vida muestre al mundo cuán amoroso y puro eres tú!”

Continuará pronto.


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