Fue a buscar su hija a la iglesia y se encontró cara a cara con la muerte, cuando dos sujetos la allanaron con un arma en la espalda y otra en el estomago. Ella pensó que ellos querían su vehículo, tomó las llaves y se las dio. Su mundo se vino abajo cuando escuchó a uno de ellos decir: “Montante en la camioneta, tu vienes con nosotros”.
Conociendo a esta mujer como la conozco hubiera dado por sentado que un desmayo era lo lógico en esta circunstancia, pero los planes de Dios eran otros, su poder se manifestó en su debilidad . Ella tomó su cartera, abrió la puerta del carro en marcha y decidió tirarse al vació, negándose rotundamente a rendirse ante el temor y confiar en la soberanía de su creador.
En fracciones de segundos, aún tirada en el asfalto, sin entender bien lo que le estaba sucediendo recordó las palabras del Salmo 23 “Aunque ande en valle de sobra ó de muerte no temeré mal alguno, porque tú estarás conmigo”.
Lo que fue planeado para su destrucción, Dios lo usó para promover su nivel de fe, dándole la intrepidez de conquistar sus temores.
Nunca se preguntó ¿Por qué a mí?, al contrario, en lo más profundo de su ser está convencida de que éste es su mejor momento. Momento de creerle a Dios, momento de avanzar, momento de ganar, momento de disfrutar su segunda oportunidad de vida. Esperando confiada la hora de su restitución, no de manos humanas, sino de las manos de Dios.
Es muy fácil confiar en Dios y creerle cuando el viento sopla a nuestro favor, pero hace falta tener osadía, para llamarle a las cosas que no son como si fueran y aférrarte a la esperanza cuando la razón te dicta lo contrario.
Algunos suelen llamar a esta clase de actitud “Locura, necedad, fanatismo”, pero Dios ha decidido llamarle “Fe”, la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.
¿Cuál es tu reto? ¿Cuáles son tus gigantes?
No olvides que lo que es imposible para el hombre es posible para Dios.
Nunca te rindas ante el temor. Deja que Dios tenga la última palabra.
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