“ESCUDRÍÑAME, SEÑOR…” (Salmo 26:2)
Se cuenta de un hombre llamado Ricardo que telefoneó a uno de sus jefes y le dijo: ‘Tengo entendido que están buscando un gerente con talento, determinación y experiencia para el departamento de atención al cliente. Me gustaría solicitar ese trabajo.’ El jefe le respondió: ‘Ya tenemos a alguien en ese puesto, y además está haciendo un trabajo excelente. A propósito, su voz me resulta familiar. ¿Cómo se llama usted?’ El hombre respondió: ‘Soy Ricardo, solo quería comprobar qué tal hago mi trabajo.’ Tienes que evaluarte continuamente. La Biblia dice: “…Es necesario que con más diligencia atendamos a las cosas que hemos oído, no sea que nos deslicemos”(Hebreos 2:1).
La palabra “deslizar” debería ponernos en alerta. No es algo que suceda de la noche a la mañana, sino que de manera imperceptible te vas alejando poco a poco y acabas donde nunca pensaste que acabarías -quizás en una situación sin retorno. Si un avión se desvía un solo grado de su plan de vuelo, acabará A miles de kilómetros de su destino. Y si se queda sin combustible, no irá más que a un lugar -¡abajo! Consciente de su tendencia a desviarse y a no querer aceptar sus defectos, el salmista oraba: “…Yo en integridad he andado; he confiado asimismo en el Señor sin titubear. Escudríñame, Señor, y pruébame; examina mis íntimos pensamientos y mi corazón, porque tu misericordia está delante de mis ojos y ando en tu verdad” (Salmo 26:1-3).
Destaquemos las palabras “escudríñame” y “pruébame”. ¿Escudriñar y probar qué?
1) Tus motivos para hacer las cosas.
2) Tus afectos, tu corazón, aquello por lo que te sientes atraído.
¿Te estás desviando del camino?
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