Un Episodio de la Iglesia «Subterránea» de Europa del Este. (1-2)

Por amor a Cristo me gozo en las debilidades, en afrentas, en necesidades, en persecuciones, en angustias; porque cuando soy débil, entonces soy fuerte.2 Corintios 12:10.

No temas, sino habla, y no calles.Hechos 18:9.

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A finales de 1964 y después de catorce años, un domingo por la mañana, el Dr. Silvio K., por fin liberado de un campo de trabajo, volvió por primera vez a la iglesia en Bratislava (Eslovaquia). No podía creer lo que veía: la iglesia, llena todos los domingos cuando lo detuvieron en 1951, ahora estaba casi vacía. Entre los ancianos sólo había una o dos personas de menos de cuarenta años. «Pensé, dijo él, esta congregación se va a morir, y me eché a llorar».

Domingo tras domingo comprobó lo mismo en otros lugares de reunión. Parecía que principalmente los jóvenes se habían esfumado. «¿De qué sirvieron todos esos años de sufrimiento en los campos?», se preguntó Silvio.

Pero no se detuvo ahí, sino que encomendó a Dios todos sus sufrimientos pasados, su tristeza presente por la causa del Evangelio y… por todos los jóvenes que ya no venían a las congregaciones. Y Dios respondió, pues Valdo J., quien también acababa de ser liberado, se unió a él para orar al Señor y pedirle que los iluminase sobre qué debían hacer.

Recibieron una respuesta muy sencilla: si los jóvenes habían abandonado las iglesias, había que ir a buscarlos allí donde estuvieran, fuera en las escuelas, en universidades. Entonces empezó uno de los episodios más conmovedores de la Iglesia «subterránea» del Este.


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