Un paso a la vez

Lo acepto. A veces quisiera que fuera distinto y que en un abrir y cerrar de ojos, como por arte de magia, las cosas se hicieran. Que en un suspiro o con solo pensarlo, se escribiera la novela sin necesidad de corregir. Que las cajas repletas de papeles y otras cosas se organizaran por sí mismas con el uso de la varita mágica.

Pero esto no funciona así. Ni aquí ni allá. Uno debe dar un paso a la vez. Y lo he constatado al mudarme a la nueva casita. Lo que en un momento parecía imposible, ha ido adquiriendo forma. Pero no por arte de magia, sino por el trabajo de pareja, un cuarto a la vez, un mueble a la vez, una caja a la vez.

Y sí, a veces he querido perder la cabeza porque las cosas no avanzan con la rapidez deseada, pero la vida es así. El tiempo sigue transcurriendo, de modo que el día tiene 24 horas, y cada hora 60 minutos, y las cosas se suceden una tras otra, en su momento y sin prisa.

Aún más, comprendo que Dios no tiene prisa. Su reloj está perfectamente bien sincronizado con el universo. Solo basta echar una mirada al pasado para comproblaro. Todo ha sucedido en el mejor tiempo, así que esta no será la excepción.

Por lo tanto, aquí seguimos, un paso a la vez. Con temor y emoción de la siguiente pisada, pero consciente que no puede suceder antes ni después, sino en el segundo ya dispuesto por Dios en la eternidad.


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