La vida nos presenta regalos envueltos en fragilidad.
A las esposas nos ha dado en nuestro cónyuge un vaso frágil. A los esposos les ha dado un vaso más frágil. Pero a final de cuentas, ambos somos débiles, frágiles, delicados.
A los amigos nos ha dado una vela que titila. Porque los amigos estamos ahí en las buenas y en las malas. A veces yo he sido la vela a punto de apagarse que una amiga enciende con un abrazo. En otras -creo- yo he podido verter un poco de luz a una amiga que titila.
La santidad, por ejemplo, viene envuelta en sufrimiento, pues no hay otro medio para sacar lo mejor de nosotros sin pasar por el fuego del refinador.
Y finalmente, el mejor regalo, el don de Dios por excelencia, vino a este mundo envuelto en la fragilidad de un bebé.
Los mejores regalos son frágiles. Cuidémoslos.
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