Violencia

Con el misericordioso te mostrarás misericordioso,y recto para con el hombre íntegro.Limpio te mostrarás para con el limpio,y severo serás para con el perverso.
Salmo 18:25-26.

Este versículo nos dice que en ciertas oportunidades Dios hace reflejar sobre nosotros nuestras actitudes y conducta. ¿Acaso no hemos experimentado, por ejemplo, que si somos corteses, los demás son corteses con nosotros? ¿No ocurrirá lo mismo con la violencia?       La violencia física, por ejemplo, ha sido y es aplicada incluso sobre millones de criaturas que aún se hallan en el vientre de su madre. La violencia emocional se desata sobre cientos de miles de niños y adolescentes, por ejemplo, cuando padres y madres deciden que han dejado de amar a sus parejas y se divorcian. La violencia moral se propaga constantemente a través de la industria del entretenimiento, que tuerce los valores morales hasta el punto que “a lo malo dicen bueno, y a lo bueno malo” (Isaías 5:20). Todo esto es legal, aceptado y defendido.       Con razón nos indignamos hacia los autores de actos de violencia como asesinatos, maltrato y abuso a cónyuges y niños y más aún hacia los terroristas. No obstante, nosotros los creyentes, ¿nos damos cuenta de que cada vez que nos enojamos (Santiago 1:19; Efesios 4:31) o hablamos mal de una persona, aun cuando sea verdad (Romanos 1:29; Santiago 5:20, 1 Pedro 4:8), estamos actuando violentamente contra nuestro semejante? Por supuesto que los asesinos y los terroristas deben ser juzgados, pero sondeémonos a nosotros mismos y juzguemos nuestros «pequeños» actos de violencia.

Archivado bajo:Devocionales


Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.