Vivo pero Muerto (1-2)

¿No es mi palabra como… martillo que quebranta la piedra?Jeremías 23:29.

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Sainte-Beuve, gran escritor francés del siglo 19, hombre honrado por su ciencia, pero inconverso, escribió a uno de sus amigos las siguientes líneas: «Su carta me conmovió, pero ante sus elogios sigo sintiéndome tan poco digno, vuelto al estado de simple inteligencia crítica y asistiendo con un ojo contristado a la muerte de mi corazón. Me juzgo y permanezco tranquilo, frío, indiferente. Soy el muerto y me veo muerto sin que eso me conmueva y me perturbe de forma especial. ¿De dónde viene este extraño estado? Este último punto, es decir, el corazón, es lo que cuenta, y es lo que está muerto en mí. La inteligencia resplandece en ese cementerio como una luna muerta».

Hay, pues, incluso confesado por los incrédulos, dos caras posibles en el estado de una persona. Uno está bien vivo a los ojos del mundo, la inteligencia está completamente abierta a las ciencias, a las artes, a las ganancias y a los placeres, pero el corazón está muerto. Es así como el que no cree en Dios acaba confirmando, por su propia experiencia, las declaraciones de Dios cuando dice a los que viven lejos de él: Estáis “muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1).

Pero aparte de aquella vida en donde reina la inteligencia humana, hay otra. Es la vida que se adquiere mediante la fe en Jesucristo, la que viene de Dios y es eterna: “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36). ¿La recibió usted simplemente al creer, para vivirla a partir de hoy?


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