YO CREO QUE…

Esta frasecita ha hecho tanto daño a la Iglesia y al cristianismo… Este famoso concepto es más venenoso que cualquier otra cosa que hagamos al Reino de Dios. Porque son, precisamente, estos argumentos los que Pablo nos dice que la Palabra debe derribar… pero nosotros debemos permitir que lo haga. Si yo mantengo mis conceptos, mis argumentos, nunca, léalo bien, nunca habrán cambios significativos en mi vida y en mi conducta. Por eso hay tanto fracaso en nuestras vidas. Por eso no impactamos al mundo. Como escribí en mi artículo: «Santos, pero no de vitrina», el mundo no ha logrado leer en nuestras vidas lo que Cristo quiere hacer… y lo que debió suceder hace ya mucho tiempo. Por lo menos en mi caso. Treintitres años de leer la Biblia todos los días, de asistir a la iglesia, de escuchar Palabra y no he logrado ser esa carta abierta para los que buscan desesperadamente el Camino, la Verdad y la Vida… ¿Todo por qué? Por mis opiniones personales… Sí, es cierto, la Biblia dice eso… pero yo opino que… Claro, allí está escrito… pero yo creo que…Está bien, eso dice la Escritura… pero a mi me enseñaron que… Ponemos toda clase de argumentos para no vivir bajo los patrones celestiales. No nos interesa el protocolo Divino ni estamos dispuestos a hacerlo. Todo por nuestras propias ideas… Por eso Dios, que es tan celoso de su pueblo, nos ordena una sola cosa: Obedecer. ¿Acaso no dijo Él: ya no me traigan sacrificios? Lo único que quiere es que le obedezcamos. Que lo honremos con nuestras vidas, en nuestros cuerpos y en nuestras mentes. El mandamiento más importante… ¿cual es? Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu mente y con toda tu alma… ¿No fue eso lo que nos dijo Jesús? Sin embargo, aunque Él dijo eso no nos gusta para nada obedecerlo. Nos amamos a nosotros mismos con toda nuestra mente, con todo nuestro corazón y con toda nuestra alma… ¿Como amar entonces al prójimo? ¿Como amar la instrucción? ¿Como amar al débil? ¿Cómo amar al hermano? ¡Imposible! Sin obediencia al primer mandamiento no hay segundo… Y, entonces, se abre una caja de Pandora en nuestras vidas… surgen una serie de actuaciones a cuales más vergonzosas… Todo por el «yo creo que…» Juzgamos a los demás. Nos sentimos con el derecho de fiscalizar sus vidas. Nos sentimos autorizados para emitir juicios sin entender claramente lo que motiva a los otros a actuar como lo hacen. Nos volvemos inmisericordes. Criticamos. Maldecimos y levantamos el dedo para señalar sus debilidades o sus errores los cuales, si investigamos bien, no son para nada errores, son consecuencias de algo que hay detrás de todo… Eso fue lo que Jesús nos ordenó: Quita primero la viga que hay en tu ojo y después podrás quitar la paja en el ojo ajeno… Disminuyamos el juicio hacia los demás. Nunca vemos el panorama completo. Nunca. Existen mil razones por las cuales una persona se puede comportar de forma particular. Ni usted ni yo sabemos qué es lo que está sucediendo en su película que lo motiva a actuar de esa manera. Nunca sabemos como nos comportaríamos si estuviéramos en sus zapatos.
Hoy, poco a poco, aprendamos a ser más comprensivos. Observemos dónde podemos ayudar en lugar de juzgar.

Comentarios

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.