• (Jesús dijo:) Porque yo vivo, vosotros también viviréis. – Juan 14:19
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Marta y María mandaron llamar a Jesús, pues su hermano Lázaro estaba enfermo. Cuando el Maestro llegó, Marta salió a su encuentro y le dijo: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto”. Jesús le respondió: “Tu hermano resucitará”. Marta no comprendió, pues creía que Jesús hablaba de una resurrección al final de los tiempos. Entonces Jesús hizo esta extraordinaria revelación: “Yo soy la resurrección y la vida”. Marta imaginaba un acontecimiento lejano y más bien vago, pero Jesús afirmó que la resurrección y la vida estaban ahí, ante ella, en él mismo. ¡Vaya mensaje!
En la Biblia, en un sentido figurado, estar muerto es estar sin relación con Dios. Pero el que cree en Jesús conoce a Dios como su Padre y ha pasado del ámbito de la muerte al de la vida. Aunque pase por la muerte física, para Dios él vive, y un día resucitará. Jesús demostró esta verdad devolviendo la vida a Lázaro. Pero el alcance del milagro de Jesús va más allá. La resurrección no concierne solamente a la vida natural, sino que es el don de una vida nueva y eterna, una vida asociada a la de Jesucristo. Aquel que vive y cree no conocerá la muerte en todo su rigor. Ya vive para siempre, y si pasa por la muerte, en realidad lo que ocurre es que se duerme en Jesús (Juan 11:12; Filipenses 1:23).
“¿Crees esto?”, preguntó Jesús a Marta. Esta pregunta también es para nosotros, para que no nos quedemos con la duda. ¡Lo que cuenta es la Palabra de Dios, y no nuestros pensamientos! ¡Que la recibamos con confianza!
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