«Ninguno de los que esperan en ti sea avergonzado»

Ciertamente, ninguno de cuantos esperan en ti será confundido.

(Salmo 25:3.)

Pensemos por un momento en la multitud de todos los que esperan y que necesitan esta oración; cuántos hay enfermos, cansados, solitarios, para los cuales es como si no hubiera respuesta a la oración, y que, a veces empiezan a temer que su esperanza sea confundida. Y luego, cuántos siervos de Dios, ministros o misioneros, maestros u obreros, cuyas esperanzas en la obra han sido decepcionadas, y cuyo anhelo de poder y bendición ha quedado insatisfecho. Y también, aquellos que han oído de una vida de perfecto reposo y paz, de permanecer en la luz y la comunión, de fuerza y victoria, que no pueden encontrar el camino.

Con todos éstos, de lo que se trata, es que no han podido descubrir el secreto de esperar e Dios totalmente. Necesitan lo que necesitamos te dos, la viva seguridad de que el esperar en Dio no puede ser nunca en vano.

Recordemos a aquellos que están en peligro de desmayar o de agota miento, y unámonos todos en un clamor:

«Ninguno de los que esperan en ti sea avergonzado»

Si esta intercesión por todos los que esperar en Dios pasa a ser parte de nuestro esperar en E para nosotros mismos, ayudaremos a otros a llevar sus cargas, y cumpliremos así la ley de Cristo Se habrá introducido en nuestro esperar en Dios este elemento de generosidad y amor, que es el camino a la más alta bendición y la plena comunión con Dios. El amor a los hermanos y el amor a Dios están inseparablemente unidos:

«Que el amor con que me has amado esté en ellos.»

En Cristo, el amor del Padre a Él, y su amor a nosotros son uno:

«Como el Padre me ha amado así yo os he amado.»

A nosotros, El nos pide que su amor para nosotros sea nuestro amor a los hermanos:

«Como yo os he amado, amaos también los unos a los otros.»

Todo el amor de Dios y de Cristo está inseparablemente unido con el amor a los hermanos. Y ¿cómo podemos, día tras día, probar y cultivar este amor de otra manera que orando los unos por los otros? Cristo no buscó disfrutar del amor del Padre solo; lo pasó a nosotros. Todos los que buscan a Dios de verdad y que buscan su amor, estarán inseparablemente unidos en el pensamiento y el amor a los hermanos que oran por ellos.

«Que ninguno sea confundido.»

Dos veces habla David en el salmo de esperar en Dios para él mismo; aquí habla de todos los que esperan en El. Que esta página lleve el mensaje a todos los atribulados y probados de que hay muchos que oran por ellos aunque ellos no lo saben. Que nos estimule a olvidarnos de nosotros mismos de vez en cuando en nuestra oración, y ampliar nuestro corazón, y decir al Padre:

«Estos que esperan en Ti; dales su carne a su debido tiempo.»

Que nos inspire con nuevo aliento, porque ¿quién no se siente a veces cansado y a punto de desmayar? «Que ninguno de cuantos esperan en ti sea con-fundido», es una promesa en una oración.

Desde muchos y muchos testigos llega el clamor a los que necesitan ayuda, hermanos atribulados:

«Esperad en el Señor; tened buen ánimo, y fortaleced vuestro corazón; esperad, dice el Señor. Tened ánimo, todos los que esperáis en el Señor.»

Dios les Bendiga….


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