¿Dónde van los creyentes cuando mueren en el día de hoy?

Por  Jack Fleming

Siempre es muy importante hacer diferencia entre el tiempo ANTES de la cruz de Cristo y DESPUÉS. Porque la muerte y resurrección del Señor, marca una división que separa dos épocas con características tremendamente diferentes.

Era imposible que antes que se consumara el sacrificio expiatorio del verdadero Cordero de Dios, alguien pudiera tener acceso al cielo, porque si así hubiera sido, no tuviese razón que Cristo ofreciera Su vida en la Cruz. Los sacrificios de animales que se hicieron en la antigüedad, debían repetirse una y otra vez porque ellos jamás pudieron abrir la puerta del cielo al pecador.

Heb.10:11-12 «Ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios».

La Biblia enseña que los creyentes del Antiguo Testamento al morir, partían al Hades (en griego y Seol en hebreo), que como lo explicó magistralmente el Señor en Lucas 16, era un sitio donde llegaban las almas de todos los seres humanos, creyentes e incrédulos, pero que tenía dos compartimentos bien definidos, separados por una gran sima que hacía imposible que alguien pudiera pasar de un lado al otro una vez que llegaran allí (lea en el «Manual bíblico» que publicamos íntegramente y en forma absolutamente gratuita en este sitio web, en el capítulo 37 «Seol o Hades»).

Todo lo cual viene a desmentir las fábulas del credo católico y sus falsas enseñanzas, por los mismos labios del Señor Jesucristo. No existe un Purgatorio ni posibilidad de que con el pago de misas que se realicen por los difuntos, pudiera tener algún efecto en lo que Dios ha determinado, que de acuerdo a su fe aquí en la tierra, al morir parten definitivamente a un lugar u otro, porque «no se puede pasar de un lado al otro una vez que llegan allí» (Lc.16: 26).

El Hades ANTES de la cruz de Cristo, era un lugar con dos compartimentos muy opuestos. Uno era el lugar de consolación o seno de Abraham, que también era conocido como Paraíso por los antiguos, donde llegaban todos los creyentes del Antiguo Testamento, y el otro correspondía al lugar de tormento donde eran enviados todos los incrédulos e impíos.

Pero una vez que el Señor Jesucristo consumó su obra expiatoria en la cruz del Calvario y canceló el precio por todos nuestros pecados, el cual fue acepto por la justicia de Dios, se abrió definitivamente la puerta al cielo para el pecador perdonado, el creyente que por medio de la fe acepta el sacrifico del verdadero Cordero de Dios.

La enseñanza de la Palabra de Dios es que cuando el Señor Jesucristo murió, descendió al Hades (no al infierno como tergiversa el credo católico), al lugar de consolación o seno de Abraham, que fue lo que le dijo al ladrón que se arrepintió en la cruz: «Hoy estarás conmigo en el Paraíso» (Lc.23: 43). Eso fue lo que enseñó Pedro en su predicación de Hch.2: 31.

Allí fue que «llevó cautiva la cautividad» (Ef.4:8) y dio testimonio personalmente que él había cancelado el precio por los pecados de todos aquellos que solamente habían tenido acceso hasta ese lugar, que era una antesala del cielo, debido a que la sangre de los machos cabríos no podían llevarlos al cielo mismo. Pero una vez que el verdadero Cordero de Dios pagó el precio que satisfizo la justicia divina, los llevó a la presencia misma de Dios, al cielo.

A partir de ese momento, cuando el Señor Jesucristo murió y resucitó, todos los creyentes van directamente al cielo. Eso es lo que enseña la Biblia en forma categórica e inconfundible. Pablo lo dice en su epístola a los Filipenses 1: 23 «Deseo partir y estar con Cristo, lo cual es muchísimo mejor».

Pablo enseña que al partir de este mundo, era para estar con Cristo, lo cual obviamente le resultaba muchísimo mejor. Eso es lo que asegura la Biblia, que el creyente parte de este mundo, para estar con Cristo. ¿Y dónde está Cristo?

Ni aún al más lego en la Biblia le cabe la menor duda que Cristo está en el cielo, en la misma presencia de Dios. Heb.1: 3 «efectuado la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas».

El Señor Jesucristo enseñó que subía al Padre, para preparar un lugar para nosotros, (Jn.14:2) «En la casa de mi Padre muchas moradas hay; si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues, a preparar lugar para vosotros». ¿Dónde fue el Señor? A la casa del Padre, y allí se encuentra él. Y esa es la enseñanza Paulina, que hoy partimos para estar con Cristo lo cual es muchísimo mejor.

Si alguien cree que hoy el creyente al morir no va al cielo, estaría diciendo que el Padre no está en el cielo, ni el Señor Jesucristo sentado a Su diestra, lo cual es una aberración de proporciones. La enseñanza de la Biblia es que hoy, el creyente salvado y redimido con la sangre preciosa de Cristo, parte para estar con él, lo cual es muchísimo mejor que ningún otro lugar. Nada se puede comparar al cielo, que es el lugar donde parte el creyente salvado.

Fuente: http://www.estudiosmaranatha.com/


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