¿POR QUÉ AMARLOS’?

Si algo es difícil es aceptar los diferentes caracteres de los que nos rodean. Es sumamente duro tener que ser yo quien tenga que comprender a los demás, aunque ellos no me comprendan a mí. Mi ego me pide eso precisamente… que me comprendan, que desde niño he sufrido, que crecí sin padre, que no logré estudiar lo que anhelaba, que no me dieron para mis domingos, que si esto, que si aquello… Bueno, en una palabra, que todos tienen la culpa de mis errores y que yo soy el angelito de la fiesta… Eso quisiera yo. Y creo que no soy el único…
El asunto es que, cuando comparo mi vida y mis deseos egoístas con las órdenes de Dios para mi vida, me encuentro en un callejón sin salida. O hago lo que el Señor me indica o me volveré un amargado de primera clase. En eso consiste ser un vencedor o un perdedor. Si realmente quiero alcanzar la madurez que el Señor espera de sus hijos, debo examinar a fondo mis motivaciones para que los demás me caigan mal. No son ellos el problema… soy yo. Como escribió Gega en uno de sus comentarios a mi blog, el problema que él estaba pasando en aquel momento era su dedo gordo, no su niño (¿Por qué se fueron? 14-04-10).
Por supuesto todo esto lo he aprendido en mis pocos sesentidos años que me ha tocado vivir rodeado de personas maravillosas. He aprendido muchísimo de la gente que se ha cruzado en mi camino y me han dejado buenas y hermosas enseñanzas. Una de ellas es esta: Tengo que hacer lo imposible por justificarlas cuando sus conductas no me agradan. Primero por son mis espejos. Exactamente lo que me cae mal de ellos es lo que yo hago. Y no me doy cuenta. Es por eso que debo aceptarlas. Solo me están mostrando mis propias debilidades. Por eso debo ser agradecidos con ellos. Cuando acepto ese detalle es cuando estoy listo a pasar al segundo paso: Aceptarlos tal como son. No buscar sus raíces, no buscar sus motivaciones, no buscar nada. Solo aceptarlos… tal como son. He encontrado una clave muy buena y se la comparto: Piense en que nunca tuvieron amor. Piense en que nunca tuvieron aceptación. Piense que tuvieron una niñez más dura que la suya. Piense en que son solitarios. Piense que no logran tener amigos de los buenos. Piense que fueron niños oprimidos. Piense que fueron niñas sin muñecas. Piense que sus madres las abandonaron. Piense que no les alcanza el dinero, piense, piense, piense… ¿Acaso no es lo que ordena Pablo? Si hay algo bueno, si hay algo digno de alabanza, en eso piensen… Es fácil. A veces no tanto pero al final, quien saldrá ganando será usted. Una amargura menos. Y una sonrisa más. Menos colesterol. Menos presión alta. Menos calvicie. Menos derrames faciales…
No analice a las personas. La manera más fácil de ayudarlas es asumir que no son amadas. Deles cariño y atención y escuche silenciosamente. Siempre funciona. El resto es ego y proyección y tonterías. A Jesús le funcionó. A Pablo le funcionó. A mi me funciona. Pruébelo usted y estoy seguro que también le funcionará.
 

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