……Cuando Aprendemos a Conocer a Dios…….

Y Dios le dijo:

–Toma ahora a tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, vete a tierra de Moriah y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré. (Gén 22:2)

Una cosa es decir que amamos a Dios y estamos dispuestos a seguir sus caminos, y otra bien distinta es llevar esas palabras a la práctica. Esa dura realidad la comprobó Abraham en su existencia. Pensar en sacrificar a Isaac era bien distinto a llevar esa misión hasta sus últimas consecuencias. Hacerlo ameritaba sumisión total al Creador. En esencia, obligaba asumir una posición de obediencia.

Sin duda fueron días de profunda agonía. Por su mente debieron pasar muchos pensamientos. Tal vez desilusión, incredulidad o la incertidumbre al razonar que probablemente había equivocado el llamamiento y era un susurro y no la voz de Dios que creía haber escuchado.

Cuando aprendemos a conocer a Dios, asumimos que sus instrucciones y caminos evidencian perfección. Nada es al azar. No cabe la improvisación.

Conocer al Señor es posible cuando pasamos tiempo en Su presencia mediante la oración, el estudio sistemático de las Escrituras y una búsqueda sincera de conocer Su voluntad.

Hay sin embargo un tercer principio que asimilamos conforme le conocemos. Es la confianza. Es tanto como caminar por la cuerda floja sabiendo que nada saldrá mal y no caeremos en el vacío.

En el caso de Abraham, caminar al lugar del sacrificio, demostraba confianza.

Dios probó a Abraham, no para hacerlo tropezar y caer, sino para incrementar la capacidad de Abraham de obedecer a Dios, y así desarrollar su carácter. De la misma manera que el fuego refina al mineral para extraer metales preciosos, Dios nos refina por medio de circunstancias difíciles. Cuando somos probados nos podemos quejar, o podemos tratar de ver cómo Dios nos está forzando para forjar nuestro carácter.

Confiar es viable cuando todo está a favor, pero bien difícil cuando nadamos contra la corriente.

“Y respondió Abraham: Dios se proveerá de cordero para el holocausto…”( Gén 22:8)

¿Su vida ha desarrollado tal confianza en Dios?¿Está de tal manera convencido en el obrar perfecto del Señor que no teme dar pasos en dirección al camino que El le señala? Vale la pena que, en nuestro proceso de formación en el liderazgo, respondamos a estos dos interrogantes y que, si encontramos falencias, procedamos a aplicar correctivos con ayuda de Aquél que todo lo puede.

La desesperación nos embarga cuando olvidamos que Su reloj es distinto al nuestro. Pero una vez asimilamos este principio, la confianza trae paz a nuestro corazón.

Bendiciones…..


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