Efesios 4:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dice Ryrie en su nota a Efe 4:17: «Aquí comienza una larga porción (que termina en Efe 6:9) en la que Pablo saca las conclusiones lógicas, en términos de vida y moralidad, que se siguen de la membresía en el cuerpo de Cristo». Seguiremos, en el comentario, la forma en que subdivide Foulkes el resto de la epístola. En Efe 4:17-32; Efe 5:1-21, Pablo considera los aspectos personales; en Efe 5:22-33; Efe 6:1-9, las relaciones sociales. En la presente sección, Pablo exhorta:

I. A sustituir la anterior manera de vivir con una nueva conducta (vv. Efe 4:17-24).

1. Expone primero la forma en que los efesios se comportaban antes de su conversión a Cristo (vv. Efe 4:17-19), y Pablo les exhorta solemnemente (… os digo e insisto en ello en el Señor», NVI ) a que ya no anden como los demás gentiles. Ese ya no indica claramente que también ellos se conducían así anteriormente. El apóstol expresa de distintas maneras la deplorable condición en que antes se hallaban: (A) La vanidad de la mente (v. Efe 4:17, comp. Rom 1:21) indica, por un lado, la futilidad, la falta de sentido y de provecho que la anterior vida comportaba; y, por otro, la perversidad de ideas, planes, deseos, etc., propias de un entendimiento entenebrecido por el pecado (v. Efe 4:18). (B) A esto se sigue una ausencia de Dios en sus vidas (v. Efe 4:18, comp. con Efe 2:12), a causa de la ignorancia que hay en ellos, la cual, a su vez, es debida al endurecimiento del corazón (v. Efe 4:18). (C) El hábito, voluntariamente contraído, produce la pérdida de la sensibilidad (v. Efe 4:19) que (v. 1Ti 4:2) equivale a la cauterización de la conciencia. (D) Una vez perdida la sensibilidad, el ser humano se lanza a todo desorden infrahumano (v. Efe 4:19): «se entregaron, dice, a la lascivia (gr. asélgueia; una de las principales «obras de la carne», Gál 5:19 ) para cometer con avidez (sin freno alguno) toda clase de impureza». El «se entregaron a sí mismos» (lit.) pone aquí de relieve (a diferencia de Rom 1:24, Rom 1:26) la responsabilidad personal en darse al pecado por iniciativa propia, sin que nadie les sedujera ni les empujara.

2. Pasa después a exponer el cambio producido en la conversión (vv. Efe 4:20-24). «Mas vosotros, dice (v. Efe 4:20), no aprendisteis así a Cristo» (lit.). Al ser Cristo, su Persona y su Obra, el centro del mensaje cristiano, aprender «Cristo es mucho más que aprender acerca de Cristo: es conocerle íntimamente, experimentalmente y, por tanto, vivirle; o, mejor (Gál 2:20), dejar que Él viva en nosotros, «puesto que» (el mismo giro: ei gué, que ya vimos en Efe 3:2), o como dice la NVI: «Ciertamente (v. Efe 4:21), habéis oído de Él y fuisteis instruidos en Él conforme a la verdad que está en Jesús». Dicha expresión (ei gué), como hace notar Moule, no insinúa que no hayan oído de Jesús, sino que «llama la atención del lector, a fin de que verifique el hecho por sí mismo». Lo que Pablo viene a decirles a los efesios es simplemente: «Si habéis oído a Jesús, habéis oído la verdad» (comp. con Jua 14:6). Esto lleva implícita la fidelidad del apóstol en la predicación del Evangelio, pues él les había enseñado durante su prolongada estancia en Éfeso (Hch 19:1-41 y Hch 20:17-35).

3. Como hace notar Hendriksen, el versículo Efe 4:21 sirve de paréntesis; asi que, al empalmar el versículo Efe 4:20 con los versículos Efe 4:22-24, vemos que al aprender a Cristo, al recibir a Cristo en nuestra vida y ser así injertados en Él o, como dice Pablo (Rom 6:5), «complantados con Él», hemos entrado en la esfera de la «nueva humanidad» (comp. con 2Co 5:17) y esto ha de mostrarse en ir (v. Efe 4:22) despojándose del viejo hombre, esto es, de la forma viciosa, corrompida, de conducirnos según nuestra vieja naturaleza, e ir vistiéndonos del nuevo hombre (v. Efe 4:24, comp. con Efe 2:15), «creado para ser semejante a Dios en verdadera justicia y santidad» (NVI). Esto nos lleva, por una parte, a Efe 2:10, pero, por otra parte, a Gén 1:26, Gén 1:27, donde vemos que el hombre recién salido de las manos del Creador estaba hecho a imagen y semejanza de Dios; reflejaba la imagen del Dios santo y justo, antes de que, por el pecado, se desviase de ella (Ecl 7:29). Pero lo que perdió el Primer Adán se reflejó, con mucha más claridad, en el Postrer Adán, Cristo (comp. Col 1:15; Heb 1:3). Así que, todo el que, por fe, es injertado en Cristo, recupera mejorada la imagen y semejanza de Dios que fue echada a perder por el pecado.

4. Esto comporta una transformación o renovación (v. Efe 4:23, comp. con Rom 12:2, donde aparece el verbo «ser transformados» con la frase «renovación de vuestra mente») «en el espíritu de la mente de vosotros» (lit.). La NVI ha captado estupendamente el sentido al traducir: «para ser hechos nuevos en la actitud de vuestras mentes», pues lo que aquí significa «espíritu» no es directamente el Espíritu Santo, sino, como es frecuente en Gálatas y en Efesios, el talante espiritual de la persona convertida. Pablo habla de la renovación de la mente, porque el cambio de vida ha de reflejarse primera y principalmente en una nueva mentalidad, puesto que la conducta no es sino la exteriorización de las convicciones que llevamos dentro. Esa nueva mentalidad es la que puede captar las cosas que son de Dios (comp. con 1Co 2:14.). El presente de infinitivo ir siendo renovados del versículo Efe 4:23 explica, como en Rom 12:2 y Efe 5:18, el aspecto progresivo de la obra de la santificación, por lo que los aoristos «despojarse» (v. Efe 4:22) y «vestirse» (v. Efe 4:24) no han de tomarse como algo que se hizo de una vez por todas, sino como algo que comenzó a llevarse a cabo (aoristos ingresivos) en el momento de la conversión.

II. A sustituir la falsedad y la amargura con la verdad y con el amor (vv. Efe 4:25-32. Foulkes lo extiende hasta Efe 5:2).

1. «Por lo cual, dice ahora (v. Efe 4:25) Pablo, es decir, como corresponde al nuevo hombre en Cristo , despojándoos (aoristo, de una vez por todas) de la falsedad, hablad verdad (comp. v. Efe 4:15 y Col 3:9) cada uno con su prójimo». El apóstol cita aquí de Zac 8:16 (en un contexto de preparación para entrar en el reino mesiánico), y «hablar verdad» es aquí, como en el versículo Efe 4:15, algo más que decir la verdad: comportarse en todo de acuerdo con la verdad cristiana. «Porque somos miembros los unos de los otros», añade. Como hace notar Foulkes, Pablo no apela a la ley moral que prohibía la mentira, sino a nuestra condición de comiembros de Cristo. Si el cerebro enviase mensajes falsos a los pies, el individuo podría sufrir una caída con la que el propio cerebro podría sufrir un daño irreparable. O como dice el Crisóstomo: «Si el ojo ve una serpiente, ¿acaso engaña al pie? Y si la lengua encuentra algo amargo, ¿acaso engaña al estómago?» Donde no hay sinceridad en el trato mutuo, no es posible que prospere la comunión eclesial.

2. Pablo cita, a continuación (v. Efe 4:26), de Pro 4:4 (v. el comentario a dicho lugar). El sentido de este versículo es: «Que vuestra ira sea santa, sin pecado. Y que vuestro enojo no dure más allá de la puesta del sol», es decir, «si os habéis enojado, reconciliaos antes de que se acabe el día». La «ira santa» es un sentimiento que la Biblia atribuye a Dios y al Señor Jesucristo. Quien se percata de la maldad del pecado, no puede menos de enojarse contra sus propios pecados y contra los pecados ajenos. Pero, como sabiamente comenta Hendriksen, «Amar al pecador mientras se odia su pecado requiere una buena provisión de gracia. La exclamación No puedo soportar a ese individuo es, a veces, pronunciada por un miembro de la iglesia con referencia a otro». No debería consentirse en ninguna comunidad cristiana el que miembros de la congregación participen de la Mesa del Señor mientras odian persistentemente a otros hermanos, incluidos sus propios familiares. El apóstol añade (v. Efe 4:27) que quien adopta una actitud de enojo persistente hacia el hermano «da lugar al diablo», esto es, le presta la ocasión y el espacio para sacar provecho y hacer que el enojo degenere en pecados más graves. El diablo no debe jamás ser consentido, sino resistido (Stg 4:7; 1Pe 5:8, 1Pe 5:9).

3. El apóstol pasa después a otro pecado (v. Efe 4:28): «El que robaba, no robe más, antes trabaje, haciendo algo útil con sus manos (v. 1Ts 4:11) para tener algo que compartir con los que están necesitados» (NVI). Una primera lectura de este versículo no puede menos que sacudir la conciencia del lector genuinamente cristiano. La filosofía del mundo enseña que es bueno esforzarse (gr. kopiáto, trabaje con esfuerzo) y, a ser posible, con un trabajo no manual, a fin de aumentar los ingresos en la cuenta corriente o en las acciones de empresas boyantes. De esta manera se procura la seguridad económica y se disfruta de los atractivos que ofrece la vida presente. En cambio, «la filosofía cristiana del trabajo se levanta muy por encima del pensamiento de lo que es o no correcto en el plano de la economía; es alzada al lugar donde no queda sitio para el egoísmo ni para cualquier provecho personal. Dar se convierte en el motivo para conseguir» (Foulkes).

4. Del modo impropio de usar el trabajo, pasa a mencionar el uso impropio de la lengua (v. Efe 4:29): «Ninguna conversación corrompida salga de vuestra boca, sino lo que es de ayuda para edificar a otros conforme a sus necesidades, para beneficio de los que escuchan» (NVI). El adjetivo griego saprós ocurre otras siete veces, sólo en los Evangelios (Mat 7:17, Mat 7:18; Mat 12:33 dos veces ; Mat 13:48; Luc 6:43 dos veces ) para designar frutas y peces que no sirven para comer, pero su sentido original es de «corrompido». Un cerebro y un corazón corrompidos por la maldad, el vicio, la envidia, etc., no pueden menos que transmitir al exterior, por la boca, la corrupción interior. Como puede verse por su contrario «para edificar … para beneficio», la conversación corrompida no es sólo la que contiene chistes «verdes» o referencias a la lujuria, sino todo lo que pueda causar daño al prójimo: quejas, calumnias, expresiones de envidia y resentimiento contra otros hermanos, críticas destructivas e infundadas, etc.

5. Así como la amonestación contra el enojo no santo (v. Efe 4:26) va seguida de la exhortación a no dar lugar al diablo (v. Efe 4:27), la que va contra la conversación corrompida (v. Efe 4:29), va seguida de la exhortación a no entristecer al Espíritu Santo de Dios (v. Efe 4:30). Hallo dos razones por las que Pablo menciona el contristar (en especial, con la conversación corrompida) precisamente al Espíritu Santo: (A) El Espíritu Santo es la agencia que el Padre y Cristo emplean para la santificación del creyente. Es, pues, el Espíritu santificador el directamente ofendido, contristado, por el creyente pecador. (B) El Espíritu Santo reside en el creyente como «obrero» decorador, que limpia, decora y embellece el espíritu del creyente. Todo pecado es una mancha corrompida que afea la obra del Espíritu. ¿Cómo no va a entristecerse al ver manchada, afeada, echada a perder, la obra que viene llevando a cabo en nuestro interior? Pablo añade un motivo más de tristeza para el Espíritu: «con el cual, dice (v. Efe 4:30), fuisteis sellados para el día de la redención», es decir, de la consumación de la redención (comp. con Rom 8:23). El «sellado» fue hecho, de una vez por todas, al tiempo de nuestra conversión, «al creer» (v. Efe 1:13). La seguridad misma que este «sello» nos ofrece debería impulsarnos a limpiar nuestra vida (1Jn 3:3) en vez de seguir manchándola con una lengua corrompida. Emplear esta seguridad como «pasaporte para el pecado» no puede menos que añadir nueva ofensa al Espíritu Santo de Dios. Léase Isa 63:9, Isa 63:10 para ver la semejanza, donde «el ángel de su presencia» no es otro que el propio Cristo preencarnado.

6. El apóstol termina este capítulo (vv. Efe 4:31, Efe 4:32) con una lista de vicios que ensombrecen el carácter cristiano y con una lista de virtudes que se oponen a dichos vicios.

(A) Entre los vicios, menciona la amargura. Aristóteles usa el vocablo para designar «el espíritu resentido que rehúsa la reconciliación». Heb 12:15-17 conecta la amargura con la actitud de Esaú hacia su hermano. Vienen después el mal humor (gr. thúmos), la ira (gr. orgué), el clamor (gr. kraugué) que suele brotar de la ira y conduce a expresiones ofensivas al subir el tono de la voz, y la maledicencia (gr. blasphemía), o «difamación, juntamente con toda clase de malicia» (NVI). «Malicia» (gr. kakía) es aquí una mala inclinación, que conduce a producir daño al prójimo, por lo que Pablo comienza el versículo Efe 4:32 oponiendo la virtud contraria.

(B) En efecto, la benignidad (v. Efe 4:32) es fruto del Espíritu (Gál 5:22) que inclina al creyente a comportarse de forma amable y servicial con el prójimo (comp. con Col 3:12). A la benignidad añade Pablo la compasión (lit. tiernos de entrañas). El vocablo griego solamente vuelve a salir en 1Pe 3:8, pero el verbo de la misma raíz (splankhnízomai) ocurre doce veces en los evangelios, aplicado a Cristo (Mat 9:36; Mat 14:14; Mat 15:32; Mat 18:27; Mat 20:34; Mar 1:41; Mar 6:34; Mar 8:2; Mar 9:22; Luc 7:13; Luc 10:33; Luc 15:20). Y termina diciendo: «perdonándoos unos a otros, como también Dios os perdonó a vosotros en Cristo». En el lugar paralelo (Col 3:13), dice: «Como también el Señor (o Cristo, según muchos MSS) os perdonó, así también vosotros» (lit.). En esto, Pablo sigue la pauta del Maestro, quien enfatizó esto mismo al final de la oración del Padrenuestro (Mat 6:14, Mat 6:15) tras de mencionarlo en la misma oración (Mat 6:12; Luc 11:4) y, con ocasión de una pregunta de Pedro, lo ilustró con todo detalle por medio de una parábola (Mat 18:21-35). Como hace notar Foulkes, ese «así como» (kathós) significa algo más que «porque»; ha de haber una semejanza real entre el perdón de Dios y el perdonar cristiano.

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