Ezequiel 16:44 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora Dios, por medio del profeta, le muestra a Jerusalén:

1. Que era tan mala como su madre (vv. Eze 16:44, Eze 16:45), esto es (v. Eze 16:3), los malditos heteos que poseyeron el país antes que ella: «Cual la madre, tal la hija». El carácter de la madre fue tal que (v. Eze 16:45) aborreció a su marido y a sus hijos. Dice Asensio: «Hija carnal-espiritual de tal padre y de tal madre, fáciles en pasar de su marido a otro, en cambiar una divinidad por otra, Jerusalén-Israel ha seguido sus huellas, lo mismo que lo han hecho sus dos hermanas». Cuando Dios introdujo a Israel en Canaán, les advirtió en especial que no obrasen de acuerdo con las abominaciones de los hombres de aquella tierra (Lev 18:27), pero ellos aprendieron el camino de los cananeos y siguieron en sus pasos.

2. Que era peor que sus hermanas Sodoma y Samaria, las cuales habían destacado por sus idolatrías y sus prácticas abominables de toda clase.

(A) Las hermanas de Jerusalén (es decir, de Judea, de donde Jerusalén era la capital). Samaria es llamada (v. Eze 16:46) su hermana mayor porque el reino del norte (del que Samaria era la capital) era más extenso y estaba más poblado que el del sur. Esta ciudad de Samaria, con sus hijas (las ciudades subordinadas a la capital), habían sido destruidas hacía más de un siglo, debido a su prostitución espiritual. Sodoma (v. Eze 16:46) es llamada su hermana menor porque su territorio era menos extenso y su influencia política era más débil. Sodoma, con las demás ciudades de la Pentápolis, fueron destruidas, en especial, por su abominable y universal homosexualidad (Jud 1:7).

(B) Los pecados de Jerusalén se parecían a los de sus hermanas, en particular a los de Sodoma (v. Eze 16:49): «Ésta fue la maldad de Sodoma tu hermana: soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad». No se menciona lo de ir en pos de una carne diferente (Jud 1:7. Lit. V. el comentario a este lugar), que era la abominación más flagrante de las ciudades nefandas, sino aquellos otros pecados que abren la puerta a esos otros más sucios. El orgullo fue lo que convirtió en demonios a los ángeles caídos, y el jardín de Jehová en un infierno sobre la tierra. La glotonería es llamada aquí saciedad de pan. La abundancia de ociosidad era el odio al trabajo y el amor a la comodidad, lo cual abre la puerta a todos los vicios. Las aguas estancadas acumulan suciedad, y el pájaro que se sienta despreocupado es pronto presa del cazador. Con el orgullo, la abundancia y la ociosidad, iba de la mano la falta de interés por el pobre y el desvalido (v. Eze 16:49, al final).

(C) Los pecados de Jerusalén superaban a los de sus hermanas Sodoma y Samaria. La perversidad de la ciudad santa, la favorita de Dios, le era más provocativa que la de Sodoma y Samaria, que no disponían de los privilegios ni de los medios de gracia de Jerusalén (vv. Eze 16:47, Eze 16:48). «Samaria (v. Eze 16:51) no cometió ni la mitad de tus pecados, no adoró ni la mitad de tus ídolos ni asesinó la mitad de los profetas que tú mataste …; has justificado a tus hermanas (se repite en el v. Eze 16:52, al final), es decir, las has hecho aparecer como menos culpables.» Jerusalén debería estar avergonzada de esto (v. Eze 16:52). No hay en el pecado nada tan digno de vergüenza como el que sirva para animar a otros a pecar. En su soberbia (v. Eze 16:56), Jerusalén no quería ni mencionar el nombre de Sodoma por la mala reputación que dicho nombre había adquirido; «pero esto era un acto de hipocresía en quien era de condición todavía peor» (Fisch).

(D) Las desolaciones que Dios había traído, y todavía iba a traer, sobre Jerusalén por estas abominaciones, en las que había superado a Sodoma y a Samaria: (a) Había caído en desgracia ante sus vecinos (v. Eze 16:57) de Edom (más probable que de Aram, esto es, Siria) y de Filistea. (b) Está ahora en cautiverio (v. Eze 16:58), o a punto de ir al cautiverio, no sólo por su lujuria (v. Eze 16:58), sino también por su perfidia al quebrantar el pacto (v. Eze 16:59). Quienes no se adhieren a Dios como a su Dios, no tienen motivo para esperar que Dios continúe reconociéndolos por pueblo Suyo. (c) El cautiverio y la ruina de los judíos impíos serán tan irrevocables como la destrucción de Sodoma y Samaria. Irrevocables de momento, en cuanto a las respectivas generaciones y hasta un tiempo que Dios tiene prefijado, pues el contexto posterior (vv. Eze 16:60-63, comp. con Deu 30:3) muestra bien a las claras que habrá, finalmente, una restauración de Israel. Pero, por ahora, sucederá lo profetizado en Jer 24:9, Jer 24:10.

(E) Que habrá finalmente una restauración, no sólo para Israel (vv. Eze 16:60-63), sino también para Sodoma y Samaria, se advierte por la frase hebrea shabtí et-shebíthen («haré volver esto es, cambiaré la suerte de ellas»). A esto (vv. Eze 16:53-58) llama Asensio «primer paso en el camino de la salvación, de la vuelta al estado primero de pureza y bienestar», paso que alcanza primero, pues fueron menos pecadoras, a Sodoma y a Samaria y, más tarde, a Jerusalén, pero sólo (v. Eze 16:54) cuando se avergüence de todo lo malo que ha hecho. En cuanto al consuelo del que habla el versículo Eze 16:54, al final, dice Fisch: «Judá era consuelo para ellas por su (de Judá) mayor culpabilidad. Si Dios la restaura a ella, ¡de seguro que habrá de restaurar a las que habían pecado menos!»

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