Ezequiel 5:5 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Ahora viene la explicación del símil que hemos visto en los versículos Eze 5:1-4, pues dice así el Señor Jehová (v. Eze 5:5): Ésta es Jerusalén. La cabeza del profeta, rapada del todo, juntamente con su barba, representaba la ciudad santa, despojada ahora, por justo juicio de Dios, de todos sus ornamentos y vaciada de sus habitantes. La cabeza de uno que era, al mismo tiempo, profeta y sacerdote, persona santa, era la más apropiada para representar a Jerusalén, la ciudad santa.

1. Los privilegios con que había sido honrada Jerusalén (v. Eze 5:5): «La puse en medio de las naciones y de las tierras alrededor de ella». Jerusalén estaba situada en medio de reinos que eran populosos y civilizados, afamados por su cultura, sus artes y ciencias. Estaba puesta en medio de ellos como en posición de preeminencia sobre todos ellos en medio de ellos como una lámpara sobre el candelero para irradiar la luz de la revelación divina hasta los más oscuros rincones de las naciones vecinas, e incluso hasta los últimos confines de la tierra . Jerusalén estaba destinada a ser como el corazón en el cuerpo, para dar vigor, con una vida divina, a este mundo muerto por el pecado. Si ellos hubiesen preservado esta reputación (1Re 4:34), ¡qué bendición habría sido Jerusalén para todas las naciones vecinas! Pero, al malograr esta estupenda oportunidad, el cumplimiento de este designio había de quedar para los últimos tiempos, en que de Sion saldrá la Ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová.

2. Jerusalén fue hallada culpable. Se le hace aquí un cargo evidente: Se había rebelado contra las ordenanzas y los estatutos de Dios más y peor que las naciones vecinas (vv. Eze 5:6, Eze 5:7); los desecharon y no anduvieron en ellos (v. Eze 5:6, al final); no anduvieron en los estatutos de Dios ni observaron Sus ordenanzas (v. Eze 5:7). El pueblo, no sólo había quebrantado los mandamientos de Dios, sino que de tal manera los había pervertido que había hecho de ellos la excusa y el pretexto de sus iniquidades. Habían introducido las abominables costumbres de los paganos, en lugar de las instituciones de Dios, pues habían multiplicado los altares de los ídolos, y los ídolos mismos, y servido a muchos dioses falsos, al ser así que el Dios de Israel es uno solo, uno solo Su nombre y uno solo Su altar. Habían corrompido la religión revelada más de lo que los gentiles habían adulterado la religión natural. Habían profanado (v. Eze 5:11) también el santuario de Dios con toda clase de abominaciones. Feinberg cita a este propósito el adagio latino: Corruptio optimi pessima, la corrupción de lo mejor es la peor, porque la nación favorecida por Dios con los mayores privilegios y los mejores beneficios se había portado como la peor de las naciones paganas.

3. Pero cual había sido el pecado, tal había de ser el castigo.

(A) Dios va a tomar en Sus propias manos esta tarea de castigar a Jerusalén: «¿Pensáis que es solamente el ejército caldeo el que lucha en contra vuestra? Ellos no son sino mi mano o, mejor, la vara que está en mi mano (v. Eze 5:8): He aquí yo estoy contra ti; sí, yo, y haré justicia en medio de ti ante los ojos de las naciones». Dice Fisch: «La retribución será ejemplar para vindicar el honor de Dios, que Israel ha profanado públicamente». Los que no quieren observar los juicios de la boca de Dios, no escaparán de los juicios de la mano de Dios.

(B) Estos castigos procederán del desagrado de Dios. En cuanto a la masa del pueblo, no serán una corrección amorosa, sino en furiosos escarmientos (v. Eze 5:15). Extrañas expresiones en un Dios que tantas veces se ha declarado clemente, misericordioso y lento para la ira (ya desde Éxo 34:6), pero están destinadas a poner de relieve la malignidad del pecado. Así como cuando Dios es deshonrado por los pecados de los hombres leemos (Sal 95:10) que está disgustado, así también cuando es honorificado con la destrucción de los malvados se dice que es consolado.

(C) Al ejecutar estos castigos contra Israel ante los ojos de las naciones (v. Eze 5:8, al final), aprenderán éstas a temer ante el Dios de Israel, al ver cuán severamente castiga el pecado aun en aquellos que le son los más cercanos. Será (v. Eze 5:15) el escarmiento de las naciones; esta vez en cabeza ajena. Jerusalén debía haber instruido a las naciones vecinas en el temor de Dios por medio de la piedad y la virtud, pero, al no haber obrado así, Dios les instruirá por medio de la ruina de Israel.

(D) Estos castigos serán tales que no tendrán precedente (v. Eze 5:9): «Y haré en ti dice Jehová a Jerusalén (v. Eze 5:5) lo que nunca hice, ni jamás haré cosa semejante, aun cuando la has merecido con mucha frecuencia». Dice Fisch: «Así como las abominaciones son sin precedente, así lo será la manifestación de los juicios de Dios». Los más fuertes vínculos del afecto natural serán quebrantados, lo cual será un justo juicio por haber quebrantado deliberadamente los vínculos de su deber hacia Dios (v. Eze 5:10). A causa del hambre, los padres se comerán a los hijos, y los hijos se comerán a los padres. De lo primero tenemos otras predicciones, como Lam 4:10, pero de lo segundo no hallamos paralelo en la Biblia.

(E) Según el símil de los cabellos cortados (vv. Eze 5:1-4), vemos ahora (v. Eze 5:12) que una tercera parte de los habitantes de Jerusalén morirá de peste, la cual pasará por en medio de la ciudad (v. Eze 5:17); los que, de esta tercera parte, no mueran de peste, serán consumidos por el hambre, mientras que otra tercera parte caerá a espada alrededor de la ciudad (v. Eze 5:12); también la espada será enviada por Dios (v. Eze 5:17). Otros (v. Eze 5:17) serán destruidos por bestias feroces. Dice Feinberg: «Los cuatro azotes de Lev 26:1-46 hambre, bestias feroces (como en Samaria, 2Re 17:25), peste y la espada alcanzarán a la nación bajo el juicio de Dios». Y, finalmente, los que escapen de todas esas cosas serán esparcidos a todos los vientos (v. Eze 5:12), es decir, a todos los lugares de los cuatro puntos cardinales (v. también v. Eze 5:10, al final).

(F) Estos castigos producirán por grados la ruina de los habitantes de Jerusalén. En lugar del hebreo egdá, quebrantaré (lit. cortaré), el texto masorético actual tiene egrá, disminuiré, y así lo tiene la AV inglesa, en la que se basa M. Henry. Sin embargo, el resh de dicho vocablo lleva encima un circulito, el cual indica que tal lectura es dudosa, lo que no ha de extrañar si se tiene en cuenta que las letras hebreas dáleth y resh tienen un parecido extraordinario, como puede comprobarse en algunas versiones que traen las letras hebreas al comienzo de las secciones respectivas del Sal 119:1-176. Sea cual sea la lectura, la destrucción gradual de Jerusalén salta a la vista. Podemos suponer que esta predicción tiene un alcance más remoto, y apunta a la destrucción que se llevó a cabo en el año 70 de nuestra era, a manos del ejército romano.

(G) Todo esto queda ratificado por la autoridad y la veracidad de Dios mismo (v. Eze 5:17, al final): «Yo Jehová he hablado». También en el versículo Eze 5:13: «… y sabrán que yo Jehová he hablado en mi celo». Había quienes pensaban que todas estas cosas las había dicho Ezequiel en su delirio; pero la Palabra de Dios demostrará su autenticidad.

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