Gálatas 6:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Aquí (v. Gál 6:1) se nos exhorta a tratar con mansedumbre y humildad a cualquier hermano que sea sorprendido en alguna falta, es decir, que caiga por debilidad en algún pecado del que se consideraba preservado. El vocablo griego es paráptoma, caída, la cual puede ser inesperada, y se distingue de parábasis, transgresión, que supone intención deliberada. La exhortación va dirigida a los que son espirituales, es decir a los creyentes que, conforme a lo que el apóstol ha repetido en el capítulo Gál 5:1-26, caminan por el espíritu, no por la carne. A estos creyentes espirituales se les dice aquí:

(A) El deber que tienen de restaurar al hermano a quien la tentación de caer le ha tomado por sorpresa, lo cual no significa que tal deber se limite a los que caen sorprendidos por la tentación, pues también abarca a todo pecado conocido que se cometa en la comunidad. El verbo griego (katartizo) es el mismo que se empleaba para designar la colocación en su debido sitio de un hueso que se había dislocado. Puesto que todos los creyentes somos miembros del Cuerpo de Cristo, no pudo Pablo usar mejor verbo para indicar la función que se ejerce en la corrección fraterna.

(B) La forma en que esta corrección debe ser llevada a cabo: «Con espíritu de mansedumbre». La mansedumbre es fruto del Espíritu (Gál 5:23) y consecuencia necesaria de una genuina humildad (Efe 4:2). La corrección, pues, no debe hacerse con ira y apasionamiento, como quienes se sienten superiores e incólumes ante la caída de un hermano. Muchas correcciones pierden su eficacia por ser dadas con ira, mientras que las que se dan con ternura y muestran claramente que se hacen por el propio bien de aquellos que las necesitan tienen mayor probabilidad de éxito. Este ministerio, tan necesario y tan poco frecuente, de la corrección del hermano resulta en extremo difícil, no sólo por la mansedumbre y el amor que requiere en el que hace la corrección, sino también por la humildad y la buena disposición que exige en el que la recibe, pues la mayoría de tales hermanos, precisamente por carecer del necesario nivel de espiritualidad, reciben con resentimiento las correcciones que se les hacen y tienden a excusarse en lugar de confesar humildemente su carnalidad.

(C) Una razón apropiada de la necesidad de ejercer con mansedumbre este ministerio: «considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado». Nótese el paso del plural al singular, para presentar de forma más concreta el caso. El que hace la corrección ha de vigilarse a sí mismo, no debe perderse de vista a sí mismo (ése es el sentido del original), pues él mismo no está inmunizado contra las tentaciones y podría, en otra ocasión, hallarse en la misma situación en que se halla aquel a quien corrige. Esto mismo ha de inducirle, con mayor motivo, a conducirse con humildad y mansedumbre al corregir a otros. Es frecuente el caso de que quienes critican con dureza los pecados ajenos, suelen caer, sin tardar mucho, en los mismos pecados o en otros más graves.

2. En este mismo contexto de espiritualidad práctica (comp. con Gál 5:13), el apóstol pasa a otra exhortación (v. Gál 6:2): «Sobrellevad, esto es, ayudad a llevar en vilo, los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo». Estas «cargas» son las dificultades, los trabajos y problemas que cada miembro padece, más bien que las molestias que algunos hermanos pueden ocasionar (por lo que se les suele denominar con el epíteto de «cargantes»). El vocablo para «cargas» es báre, pesos. No es extraño que Pablo diga «y cumplid así la ley de Cristo», pues la ley de Cristo es el amor (Jua 13:34, Jua 13:35; Gál 5:14) y solamente el amor alivia el peso, tanto propio como ajeno. Aquí entran en juego las matemáticas de Dios. Una carga de esta clase, compartida por otro hermano con amor, no supone la mitad del peso para cada uno, sino la pérdida total de peso, por cuanto ya no se lleva sobre los hombros, sino en el corazón que aligera todos los pesos. Una niña de ocho años contemplaba un largo desfile con un niño de dos añitos en sus brazos. Un señor que estaba a su lado le dijo después de un largo rato de verla así: «¿No te cansa ese niño?» «¡No, señor!», respondió ella, «¡si es mi hermanito!»

3. El apóstol añade a continuación (v. Gál 6:3): «Porque el que se cree ser algo, no siendo nada, se engaña a sí mismo». La conjunción gar, porque, indica una clara conexión con lo anterior. Lenski ha captado estupendamente tal conexión al comentar: «El que está satisfecho de sí mismo, el que piensa que es algo, y no necesita la ayuda de sus hermanos en algunas cargas que pueda tener, y cree que él mismo es lo suficientemente capaz para hacerlo todo, ése tampoco tendrá corazón para sus hermanos agobiados. Porque lo que nos hace que seamos tiernos y ayudadores, humildes y amables con los otros, es el darnos cuenta de que no somos nada, y de que también necesitamos a nuestros hermanos». Así que estos «autosuficientes» se engañan a sí mismos, pues la opinión exagerada que tienen de sí mismos (v. el comentario a Rom 12:3) les conduce al error con que se engañan a sí mismos, llevados de su necia fantasía, conforme al sentido del verbo griego phrenapatáo (única vez que tal verbo sale en todo el Nuevo Testamento. Véase el sustantivo phrenapatés en Tit 1:10).

4. En contraste con esta necia fantasía, Pablo hace (v. Gál 6:4) una llamada al sano «realismo» (como en Rom 12:3). El árbol se conoce por sus frutos; el creyente se conoce por sus buenas obras (Efe 2:10; Stg 2:14.). El apóstol exhorta a estos que se creen ser algo (v. Gál 6:3) a que examinen su propia conducía, para que, si hay algo de que jactarse, lo hagan «solamente con respecto a ellos mismos, y no con respecto al prójimo». Dice Leal: «Este verso se dirige contra los malpensados, que fácilmente enjuician malamente a los demás para satisfacerse de sí propios». Por supuesto, que aun esa jactancia es relativa, de acuerdo con el contexto, ya que delante de Dios toda jactancia es sin valor ni base. La razón por la que nadie puede jactarse con respecto a otro es (v. Gál 6:5) que «cada uno llevará su propia carga». El vocablo para «carga» no es aquí báros como en el versículo Gál 6:2, sino phortíon, que significa el bagaje personal de cada individuo, algo que no puede compartirse con otros, ya que es de la responsabilidad exclusiva de cada uno (comp. con Rom 14:10; 2Co 5:10); por eso aplica Jenofonte dicho vocablo al feto en el vientre de la madre, ¡sólo ella lo puede llevar!

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