Génesis 2:16 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Génesis 2:16 | Comentario Bíblico Online

I. La autoridad de Dios sobre el hombre como criatura que tenía capacidad de razonar y libertad de albedrío. El Señor Dios mandó al hombre, que ahora figuraba como padre y representante de toda la humanidad, recibir una ley, como antes había recibido una naturaleza. Los animales brutos tienen sus respectivos instintos; pero el hombre fue hecho capaz de realizar un servicio racional y, por ello recibió no sólo el mandato de un Creador, sino también el mandato de un Rey y Dueño.

II. El acto particular de esta autoridad al prescribir al hombre lo que éste debía hacer.

1. Le fue hecha una confirmación de su actual felicidad en esta concesión: De todo árbol del huerto podrás comer. Esto suponía no sólo una asignación de libertad, sino, además un seguro de vida para él, de vida inmortal, bajo condición de obedecer. Así, bajo esta condición de perfecta, personal y perpetua obediencia, Adán tenía asegurado el paraíso para sí y para sus herederos para siempre.

2. Se le impuso una prueba de obediencia, bajo pena de perder toda su felicidad: «Sábete, Adán, que ahora dependes de tu buena conducta, estás puesto en el paraíso a prueba; sé obediente, y estás hecho para la eternidad; de lo contrario, serás tan miserable como feliz eres ahora». Aquí: (A) Adán es amenazado con la muerte en caso de desobediencia. Observa: (a) Incluso Adán, en su estado de inocencia, fue aterrorizado con una amenaza. (b) La pena intimada es la muerte. (c) Esta amenaza se cumpliría como consecuencia inmediata del pecado.

(B) Adán fue probado con una ley positiva a no comer del fruto del árbol de la ciencia. (a) Porque la razón de ello está derivada puramente de la voluntad del Legislador. Adán tenía en su naturaleza una aversión contra lo que era malo en sí mismo y por ello, es probado en algo que era malo sólo por estar prohibido. (b) Porque el freno para abstenerse de ello está situado en los deseos de la carne y en los de la mente, que, en la naturaleza corrupta del hombre, son las dos grandes fuentes del pecado. Esta prohibición tendía a comprobar tanto su apetito hacia los deleites sensibles como su curiosidad ambiciosa de saber, para que su cuerpo fuese gobernado por su alma, y su alma por su Dios.

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