Génesis 4:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Las devociones de Caín y Abel. Andando el tiempo, Caín y Abel presentaron ante Adán el sacerdote nato de la familia, cada uno una ofrenda a Jehová. Dios probaría así la fe de Adán en la promesa y su obediencia a la ley medicinal, estableciendo así una comunicación ulterior entre el cielo y la tierra y ofreciendo como sombras de los bienes venideros. Nótese aquí: 1. Que el culto religioso a Dios no es una invención tardía, sino una institución primitiva. Es lo que existía desde el principio (1Jn 1:1); es el antiguo buen camino (Jer 6:16). 2. Que es cosa buena el que los hijos sean bien educados cuando son jóvenes, y acostumbrados a los servicios religiosos, para que, cuando sean capaces de actuar por sí mismos, puedan, de su propia iniciativa, presentar ofrendas a Dios. 3. Que cada uno debe honrar a Dios con lo que posee, según Dios le haya prosperado. 4. Que los hipócritas y los malhechores pueden llegar tan lejos como los mejores hijos de Dios en los servicios exteriores de la religión. Caín trajo una ofrenda, lo mismo que Abel; más aún, Caín es mencionado primero, como si se hubiese adelantado a ofrecerla. También el fariseo y el publicano estaban orando al mismo tiempo en el templo (Luc 18:10).

II. Los diferentes resultados de sus respectivas devociones. Lo primero que se requiere en todos los actos de religión es la aceptación de Dios; nuestra prisa es correcta, si alcanzamos ese objetivo; pero vana es nuestra adoración, si falta ese requisito (2Co 5:9). Dios miró con agrado a Abel a su ofrenda, y le mostró su aceptación, probablemente mediante fuego enviado del cielo; pero no miró con agrado a Caín y a la ofrenda de él.

1. Había una diferencia en los caracteres de los oferentes. Caín era un malvado y, por tanto, su sacrificio era una vana ofrenda (Isa 1:13). Dios no veía con agrado su persona y, por ello, no miraba con agrado su ofrenda. Pero Abel era recto; es llamado Abel el justo (Mat 23:35); su corazón era recto y piadosa su vida. Dios le miró con agrado como a hombre santo y, por tanto, a su ofrenda como a santa ofrenda.

2. Había diferencia en las ofrendas presentadas. Expresamente se dice (Heb 11:4) que Abel ofreció más excelente sacrificio que Caín: o (A) en la naturaleza del sacrificio, o (B) en las cualidades de la ofrenda. Caín ofreció del fruto de la tierra lo primero que le vino a mano, ejemplo de su desdén. Pero Abél tomó empeño para escoger su ofrenda: no lo defectuoso, no lo mezquino, no lo de desecho sino de los primogénitos de sus ovejas lo mejor que tenía y de lo más gordo de ellas lo mejor de lo mejor.

3. La gran diferencia fue que Abel ofreció con fe; Caín, no. Había una gran diferencia en el principio que animaba a uno y a otro. Abel ofrecía con la vista puesta en la voluntad de Dios como norma suya, y en la gloria de Dios como objetivo final, mientras que Caín lo hacía sólo por seguir la corriente o por salvar su prestigio, no por fe, y así resultaba en pecado. Abel era humilde y contrito, Caín, altivo y complaciente; dentro de él anidaba la autoconfianza.

III. Desagrado de Caín ante la diferencia que Dios hacía entre su sacrificio y el de Abel. Caín se puso muy furioso, lo cual se le reflejó bien en su semblante. Este furor habla por sí mismo: 1. De su enemistad con Dios. Debió haber estado furioso consigo mismo por su propia infidelidad e hipocresía, por la cual había perdido el agrado de Dios. Nótese que es señal cierta de un corazón altivo el altercar con los reproches que, por nuestro pecado, hemos traído sobre nosotros. 2. De la envidia hacia su hermano. Concibió contra él un odio como contra un enemigo. Observa: (A) Que es propio de quienes se han hecho indignos del favor de Dios el indignarse contra los que se conservan dignificados por dicho favor. Los fariseos iban por este camino de Caín, cuando no entraban ellos mismos en el reino de Dios ni permitían hacerlo a los que entraban (Luc 11:52). (B) La envidia es un pecado que, de ordinario, lleva consigo su propio castigo en el pudrimiento de los huesos.

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