Hebreos 12:3 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Después de proponer el ejemplo de Cristo, el autor sagrado anima a los lectores a no desfallecer bajo la aflicción, sino a ver en ella la mano amorosa de Dios que, mediante toda clase de dificultades, nos aplica la disciplina que más nos conviene.

1. Nos hace falta, en primer lugar, una seria consideración (vv. Heb 12:3, Heb 12:4) «Considerad a quien soportó tal hostilidad de parte de los pecadores, a fin de que no desfallezcáis ni perdáis ánimos. En vuestra lucha con el pecado, todavía no habéis resistido hasta el punto de tener que derramar vuestra sangre» (NVI). El griego analoguísasthe comporta la idea de reflexión profunda, de ponderación contemplativa. Dice Bartina «Que mediten la pasión de Cristo, y entonces sacarán el esfuerzo necesario, al comparar lo que Él pasó y toleró y lo que se pide a ellos que pasen y toleren». Después de todo, lo que los lectores de la epístola habían padecido no tenía comparación con lo que sufrió Jesús, ni aun con lo que habían padecido muchos de los héroes de la fe a quienes se ha referido el autor sagrado en el capítulo anterior. Ellos habían perdido sus bienes y sus cargos, y habían sufrido persecuciones y burlas, pero no habían sufrido heridas corporales.

2. En segundo lugar, viene un recordatorio, conveniente para ellos, lo mismo que para nosotros (vv. Heb 12:5, Heb 12:6): «Y os habéis olvidado de las palabras de aliento que os dirige Dios como a hijos, cuando dice: Hijo mío, no tomes a la ligera la corrección del Señor, y no te desanimes cuando te reprenda, porque el Señor corrige a los que ama (comp con Apo 3:19) y castiga a todo al que acoge como a un hijo» (NVI). La cita está tomada de Pro 3:11, Pro 3:12 conforme a la versión de los LXX. Una vez más hemos de notar que el autor sagrado pone en boca de Dios mismo lo que en Proverbios dice Salomón (v. 2Ti 3:16).

3. Tras del recordatorio, viene la exhortación propiamente dicha a recibir con gozo la disciplina, seguida de una seria advertencia (vv. Heb 12:7, Heb 12:8): «Aguantad para vuestra propia formación; Dios os está tratando como a hijos; porque, ¿qué hijo hay que no sea corregido por su padre? Si no os alcanza la corrección (y todos han pasado por ella), entonces es que sois hijos bastardos, no legítimos» (NVI). Conviene detenernos unos momentos en estos versículos.

(A) La primera cláusula del versículo Heb 12:7 no es condicional, pues en el griego original no figura la conjunción ei (si). El verbo hupoménete puede estar en presente de indicativo o de imperativo. Las versiones modernas lo traducen en indicativo: «para educación sufrís». Sin embargo, me parece más probable la traducción de la NVI, por la sencilla razón de que dicho verbo no significa sufrir, sino tener paciencia (aguantar bajo el peso de circunstancias adversas), por lo que la cláusula se entiende mejor en imperativo: «para educación aguantad».

(B) La razón por la que ha de aguantarse esa disciplina es porque es para educación (gr. paideían, el mismo vocablo de Efe 6:4; el verbo de la misma raíz se halla, entre otros lugares, en 1Co 11:32). Al hacernos pasar (o permitir que pasemos) por la tribulación, Dios tiene el designio de formarnos, de purificarnos, de orientarnos por el buen camino. Nos trata como a hijos, para que nos comportemos como está en su punto que se comporten los hijos en casa de un Padre tres veces santo; sólo los malos padres dejan sin corrección a sus malos hijos (v. Pro 13:24).

(C) El autor sagrado afirma que todos los hijos de Dios han pasado por esa disciplina (v. Heb 12:8). Por tanto, el que profesa ser hijo de Dios y no pasa por esa disciplina, tiene motivos sobrados para pensar que no es verdadero hijo de Dios, sino un bastardo intruso en la familia. Muchas veces me he puesto a pensar que cuando todas las cosas nos salen bien y nadie nos incomoda, es un síntoma malísimo. ¡Es para echarse a temblar! (v. Jua 16:33; 2Ti 3:12).

4. Sigue una razón de sentido común, de menos a más (vv. Heb 12:9, Heb 12:10). «Además, todos nosotros hemos tenido padres humanos que nos corregían, y no les perdíamos por ello el respeto. ¿Cuánto más deberíamos someternos al Padre de nuestros espíritus, para conseguir la vida? Y por cierto que nuestros padres nos imponían correctivos pasajeros según creían conveniente; pero Dios nos corrige para nuestro mayor bien y para que compartamos su santidad» (NVI). Nótese la forma en que contrasta el autor sagrado la corrección que nos imponen nuestro padres humanos con la que nos impone nuestro Padre Celestial.

(A) Nuestros padres terrenales nos transmiten la vida que puso Dios en nuestros primeros padres (Gén 2:7), mientras que Dios es el Padre de los espíritus (comp. con Núm 16:22; Núm 16:27 Núm 16:16; Ecl 12:7), puesto que Él puso en las nariz de Adán el soplo (sinónimo de espíritu) de vida.

(B) Los padres terrenales disciplinan por pocos días (v. Heb 12:10), esto es, durante unos pocos años, mientras que la disciplina de Dios es de más largo alcance, para lo que de veras es provechoso (comp con 1Ti 4:8), lo que aprovecha con respecto a la eternidad.

(C) Nuestros padres terrenales nos disciplinaban como a ellos les parecía, es decir, «según creían conveniente» (NVI). Aun cuando el castigo fuese justo, mesurado y merecido, podían equivocarse y ellos también eran pecadores, mientras que Dios, cuando castiga, tiene siempre e infaliblemente un motivo justo, un método correcto y un objetivo provechoso «para nuestro mayor bien y para que compartamos su santidad» (es, a fin de cuentas, para que nos parezcamos a Él lo mejor posible).

5. El versículo Heb 12:11 merece especial meditación. «Ninguna corrección parece de momento agradable, sino más bien penosa; sin embargo, más tarde produce en retorno una cosecha feliz de vida santa a quienes se ejercitan en ella» (NVI). Cualquier palabra de corrección duele, por muy buena que sea la intención del que corrige, puesto que parece minar nuestro prestigio de personas «honorables». La corrección duele mucho más si no se limita a palabras, sino que afecta a nuestros bienes de fortuna, a nuestra salud, pérdida de seres queridos, etc. En los designios de Dios es buena pero no lo parece. Nótese que el autor sagrado no prohíbe que derramemos nuestro corazón delante del Señor, aun con lágrimas y gemidos, ante la adversidad. El propio Señor Jesús derramó lágrimas junto a la tumba de Lázaro (Jua 11:35) y lloró a grito pelado en el huerto (Heb 5:7). Todo el énfasis del versículo Heb 12:11 está en ese «mas al final» (lit.) que hallamos en medio del versículo y debe atraer toda nuestra atención. UN POCO DE SUFRIR AHORA (siembra), SE CONVIERTE LUEGO EN UNA VIDA MÁS SANTA, EN UNA COMUNIÓN MÁS ÍNTIMA CON NUESTRO PADRE CELESTIAL. ¿NO ERA ÉSE EL FIN QUE ÉL PERSEGUÍA CON EL CASTIGO? (V. v. Heb 12:10, al final). El original dice literalmente «devuelve fruto pacífico de justicia», que, conforme dice la nota de la NVI, «Rectitud o justicia equivale aquí a una conducta moralmente santa. La paz para un judío comporta el completo disfrute de las bendiciones divinas, la verdadera felicidad».

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