Hebreos 7:20 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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En esta sección, el autor sagrado lleva a su culminación el argumento a favor de la superioridad del sacerdocio de Cristo sobre el levítico. Esta superioridad se muestra aquí en tres aspectos: 1) Porque el sacerdocio de Cristo fue establecido mediante juramento de Dios; 2) por ser permanente, para siempre y, por tanto, inmutable, intransferible; 3) por las excelsas cualidades de nuestro gran sumo sacerdote.

1. Los versículos Heb 7:20-22 deben leerse conforme a la RV 1977, que refleja correctamente la construcción gramatical del original: «Y por cuanto no fue hecho (nuestro Señor, del v. Heb 7:14 o Jesús, del v. Heb 7:22) sin juramento (porque los otros ciertamente fueron hechos sacerdotes sin juramento; pero éste, con el juramento del que le dijo: Juró el Señor y no se arrepentirá: Tú eres sacerdote para siempre, según el orden de Melquisedec), tanto más ha llegado a ser Jesús fiador de un mejor pacto».

(A) El original (como aparece claro en la RV 1977 y en otras versiones modernas) encierra evidentemente en construcción parentética lo que como tal aparece en la versión precedente, con lo que se destaca la secuencia (prótasis y apódosis) de la argumentación del autor sagrado: «Y por cuanto no fue hecho (sacerdote) sin juramento». «tanto más ha llegado a ser Jesús fiador de un mejor (lit. más fuerte) pacto». Los sacerdotes del Antiguo Testamento no eran constituidos como tales por medio de juramento, dice (v. Heb 7:21) el autor sagrado; en cambio, Jesús sí lo fue (v. Heb 7:20). Eso se demuestra mediante la cita, por última vez, del Sal 110:4. Recuérdese que el sacerdocio sirvió de base a la Ley (vv. Heb 7:11, Heb 7:12) y que la Ley fue promulgada mediante el pacto del Sinaí. Cambiado, pues, el sacerdocio, se impone el cambio de ley (v. Heb 7:12), y el cambio de ley supone la introducción de un nuevo pacto, mejor y más fuerte que el anterior, cuanto mejor y más fuerte es el sacerdocio que le da su fuerza.

(B) El vocablo griego para «fiador» es énguos, que etimológicamente indica el que ocupa un lugar vacío, el lugar de otro, para salir garante por él. Aunque es Dios quien otorga el pacto, es Jesús quien garantiza su cumplimiento a nuestro favor, cumple así su función de Mediador entre Dios y los hombres (1Ti 2:5).

(C) El vocablo griego para «pacto» es diathéke (del verbo diatíthemi, disponer las cosas en su debido lugar). A diferencia de sunthéke, que significa una disposición hecha conjuntamente por varias personas, el vocablo diathéke es sumamente apto para expresar un pacto unilateral, como son de ordinario los pactos de Dios con su pueblo. Así, en el pacto del Sinaí (por no hablar de otros pactos anteriores), sólo Dios hizo el pacto. Moisés representaba al pueblo como recipiendario del pacto, pero no intervino en la firma del mismo como contratante. De igual manera, Cristo es nuestro representante en el pacto de gracia, pero Dios solo es el que otorga el pacto, no con (gr. sun), sino por medio de (gr. diá) la sangre de Jesús (v. Heb 9:11-22).

(D) Adelantándonos al comentario de 9:16, 17, nos limitamos ahora a transcribir las siguientes afirmaciones de J. Brown: «Diathéke … es claramente el sinónimo del hebreo berith, que nunca significa testamento.

En verdad, es muy dudoso que los testamentos fuesen conocidos entre los antiguos judíos. Los garantes no tienen lugar en un testamento».

2. Otro aspecto en el cual el sacerdocio de Cristo supera al de Leví es su permanencia perpetua y, por tanto, su inmutabilidad. Dicen así los versículos Heb 7:23-25 en nuestra RV 1977: «Y, además, los otros sacerdotes llegaron a ser muchos, debido a que la muerte les impedía continuar; más éste, por cuanto permanece para siempre, tiene un sacerdocio intransferible; por lo cual puede también salvar completamente (gr. eis to pantelés, hasta el extremo, comportando la idea de perfección) a los que por medio de Él se acercan a Dios (comp. con el v. Heb 7:19), viviendo siempre para interceder por ellos».

(A) La comparación no es entre «muchos» y «uno», sin más, sino entre la condición caduca, mortal, de los sacerdotes levíticos, por la que tenían que sucederse unos a otros, y la condición permanente, inmortal, de este sacerdote único que, por su perpetuidad, no tiene, ni puede tener, sucesores.

(B) Y en verdad, este sumo sacerdote nuestro no necesita sucesores, por cuanto Él llevó a la perfección el designio salvador de Dios con una sola ofrenda (v. Heb 7:27, comp. con Heb 9:25-28; Heb 10:10-14). Dos son las principales funciones del sacerdote: sacrificar e interceder. La primera se llevó a cabo, de una vez por todas, en el Calvario. La segunda continúa en los cielos hasta que el pueblo de Dios no necesite ya más de intercesión (Heb 10:13).

(C) «De pie, como inmolado» (Apo 5:6), es decir, ostentando las marcas de su crucifixión, el Cordero de Dios intercede sin interrupción por sus ovejas. Estuvo una vez muerto, pero está ahora vivo por los siglos de los siglos (Apo 1:18). Y esa vida inmortal, que ahora tiene, la emplea con el fin de (gr. eis) interceder por los suyos. No es de extrañar que el mismo que aparece sentado a la diestra del Padre en Heb 1:3 (al final) y Heb 10:12, aparezca también de pie; son símbolos: el de estar sentado pone de relieve su autoridad y señorío supremos; el de estar de pie indica su intercesión, pues los sacerdotes permanecían de pie mientras oraban por el pueblo.

3. Los versículos Heb 7:26-28 nos declaran las cualidades (más bien que los requisitos, comp. con Heb 5:1-10) excelsas de nuestro gran sumo sacerdote. Dicen así dichos versículos en la NVI, que da estupendamente el sentido del original: «Un sumo sacerdote como éste era el que necesitábamos: uno que es santo, irreprochable, puro, excluido totalmente del número de los pecadores y encumbrado por encima de los cielos. A diferencia de los demás sumos sacerdotes, no tiene necesidad de ofrecer sacrificios día tras día primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; pues este sacrificio por los pecados del pueblo ya lo realizó de una vez para siempre cuando se ofreció a sí mismo. Pues la Ley instituye sumos sacerdotes a hombres que son débiles; pero el juramento, pronunciado con posterioridad a la Ley, instituyó como sacerdote al Hijo, que ha quedado consumadamente perfecto para siempre».

(A) Una vez más tenemos aquí el verbo prépo (éprepen, en pretérito imperfecto), cuya versión por convenir resulta hoy día ambigua, pues su verdadero sentido, en las siete veces que ocurre en el Nuevo Testamento (Mat 3:15; 1Co 11:13; Efe 5:3; 1Ti 2:10; Tit 2:1; Heb 2:10 y aquí), es de «está en su punto», «es menester» (como aparece en la NVI). Para la obra de nuestra salvación, un sumo sacerdote como éste era el que necesitábamos.

(B) A continuación figuran las cualidades excelsas de este sumo sacerdote:

(a) santo (hósios, consagrado internamente a Dios, no sólo apartado legalmente, como sería háguios);

(b) irreprochable (gr. ákakos). El vocablo griego significa literalmente «inocente, confiado, ingenuo», esto es, sin malicia. Pero la NVI ha evitado estos vocablos, porque actualmente suenan como «simple, ignorante»;

(c) puro (gr. amíantos, sin mancha, como en Heb 13:4; Stg 1:27; 1Pe 1:4);

(d) alejado de los pecadores (lit. comp. con Flm 1:15, entre otros lugares, donde salió el mismo verbo). La idea del autor sagrado no es la de un alejamiento físico (todo lo contrario), sino moral: cercano al pecador, pero alejado del pecado, de forma que no puede ser contado entre los pecadores, como muy bien ha vertido la NVI. Lo contrario de los fariseos y sacerdotes del tiempo de Jesús: se alejaban físicamente de los cobradores de impuestos y de las rameras, pero internamente eran mayores pecadores que los unos y las otras (v. Mat 21:31, Mat 21:32).

(e) Encumbrado por encima de los cielos es una frase que hace referencia a Flp 2:8-11. No alude directamente a su naturaleza divina, sino a la exaltación subsiguiente a su sacrificio obediente en la Cruz. No debe perderse de vista que es Dios Padre quien nos salva por medio de Jesús (cuyo nombre significa, precisamente, Jehová salva). El hecho de que el Hijo Unigénito de Dios viniese en persona a dar su vida por nosotros, en lugar de enviar un ángel, encarece el amor de Dios hasta el punto de una exuberante munificencia, que se echa de ver en el «De tal manera …» de Jua 3:16. Era, sí, necesario (Heb 2:14, Heb 2:17) que la redención fuese llevada a cabo por medio de un hombre, pero no veo en la Escritura ningún lugar que muestre que el Mesías tenía que ser, de necesidad absoluta, tan Dios como el Padre para llevar a cabo una redención perfecta. Bastaba su santidad absoluta y su llenura, sin medida (Jua 3:34), del Espíritu Santo, para que, con su obediencia hasta la muerte, ofreciese al Padre un sacrificio que satisficiese las demandas de la justicia divina, pues era suficiente para que la desobediencia del Primer Adán quedase contrarrestada por la obediencia del Postrero (Rom 5:19).

(f) «A diferencia de los demás sumos sacerdotes, no tiene necesidad de ofrecer sacrificios día tras día …» (vv. Heb 7:27, Heb 7:28), ya que:

Primero, al ofrecerse a sí mismo, no un animal (figura, no realidad expiatoria), su valor representativo de los hombres por quienes se ofrecía era perfecto (Heb 2:14.); no había razón para repetir el sacrificio. Este detalle está implicado en el versículo Heb 7:27.

Segundo, al ser una víctima humana santa (v. Heb 7:26), su sacrificio era aceptable por completo a Dios, sin tener que ofrecer primero por sus pecados, puesto que no los tenía. También este detalle está implicado en el texto del versículo Heb 7:27.

Tercero, al ser el Hijo (v. Heb 7:28, comp. con Heb 5:8), es decir, el propio Hijo Unigénito de Dios, su sacrificio adquiría una calidad realmente extraordinaria, de carácter divino.

Cuarto, con su obediente sacrificio, Jesús quedó perfectamente consumado como nuestro gran sumo sacerdote para siempre (v. Heb 7:28, al final, comparado con Heb 2:10 véase el comentario y 5:9). Sacrificio perfecto y sacerdote perfecto no admiten sustitutos ni sucesores.

(g) Queda únicamente por explicar la frase «día tras día» (NVI) o «cada día» (Reina-Valera) del versículo Heb 7:27. Según el mismo autor dirá después (Heb 9:7, Heb 9:25), el sumo sacerdote sólo entraba en el Lugar Santísimo una vez al año. ¿Cómo se compagina eso con lo de «cada día»? Hay quienes piensan que significa «cada día de la Expiación», lo que equivaldría a decir «cada año», pues el sentido sería «una y otra vez» (J. Brown). A esta opinión me adhiero, pues, como hace notar Bengel, «toda la fuerza de la ilustración recae, no sobre el intervalo entre las repeticiones del sacrificio, sino sobre la propia repetición». Es cierto que, según la tradición judía, el sumo sacerdote ofrecía dones, panes de harina y, desde luego, incienso cada día, pero «esto no era thusía» (Brown), es decir, sacrificio propiamente dicho.

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