Isaías 33:17 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Isaías 33:17 | Comentario Bíblico Online

Estos versículos se refieren al reino mesiánico, como lo entienden autores de trasfondo tan dispar como Slotki, Moriarty y Ryrie.

1. El profeta se dirige a la nación, como si fuese un solo individuo, en singular colectivo, y dice (v. Isa 33:17): «Tus ojos verán al Rey en su hermosura; verán una tierra dilatada». Dice Moriarty: «Al rey en su esplendor: al rey futuro de la era mesiánica, que reinaría sobre un reino dilatado y tranquilo». Esto se cumplió en parte en Ezequías, cuando apareció de nuevo con su lujosa y larga vestimenta regia, después de haber ido vestido de saco en señal de duelo. Así verán también todos los creyentes la Jerusalén Celestial, la Nueva Tierra Prometida, y se consolarán de las aflicciones y penalidades de la vida presente, cuando recuerden lo que aquí sufrieron (v. Isa 33:18): «Tu corazón imaginará el espanto experimentado durante el asedio, y dirá: ¿Qué es del que contaba? (lit.), es decir, del oficial asirio que contaba el número de personas que habían de ser sometidas a trabajos forzados o a pagar tributo. ¿Qué del pesador del tributo, del oro y de la plata con que se pagaba el tributo? ¿Qué del que contaba las torres (lit.), para ver cuáles debían ser demolidas o para comprobar la resistencia de que era capaz la ciudad ? (Slotki)».

2. Estarán tranquilos, porque ya no volverán a ver (v. Isa 33:19) al asirio, a aquel pueblo orgulloso (v. 2Re 19:32), de lengua difícil de entender, etc. (v. el comentario a 28:11, así como Deu 28:49-50; Jer 5:15). La permanente estabilidad futura de Jerusalén se declara aquí en una doble promesa (v. Isa 33:20) de seguridad: (A) Será una seguridad bien fundada, morada de quietud para el pueblo de Dios. Los tiranos habrán desaparecido (v. Isa 29:20); así que no se verán espantados por alarmas de guerra ni de opresión. (B) Será una seguridad inamovible, porque, aun siendo una tienda o tabernáculo (¡también en el cielo! Apo 21:3 ), su estabilidad será tal que «no será desmantelada, ni serán arrancadas sus estacas, ni ninguna de sus cuerdas será rota». Dice Moriarty: «Jehová permanecerá con ellos sin moverse». M. Henry hace la siguiente acomodación devocional: «La iglesia de Dios en la tierra es un tabernáculo que, aunque sea trasladado de un lugar a otro, no será desmantelado mientras dure el mundo, porque en cada época tendrá Cristo una simiente que le sirva. Las promesas del pacto son las estacas, y las ordenanzas e instituciones del Evangelio son las cuerdas que nunca serán rotas».

3. Dios mismo será su protector y Salvador (vv. Isa 33:21, Isa 33:22). Ésta es la base principal de la confianza de ellos. Dios será el Salvador de Jerusalén: «Majestuoso estará allí Jehová para nosotros» (lit.). Es cierto que habrá ríos y arroyos muy anchos, abundancia de agua, no sólo como garantía de fertilidad, sino también de seguridad. Dice Slotki: «Jerusalén es comparada a una ciudad rodeada de agua como protección (cf. Nah 3:8)». Sin embargo, a pesar de estar rodeada de ríos, por ellos no andará galera de remos, ni pasará gran nave, es decir, no habrá peligro de que se acerquen jamás naves enemigas. La razón de esta seguridad la da el propio profeta (v. Isa 33:22): «Porque Jehová es nuestro Juez … Legislador … y Rey; en una palabra, nuestro Soberano Omnipotente; Él mismo nos salvará».

4. En el versículo Isa 33:23 (que, con la mayor probabilidad, debe conectarse con el v. Isa 33:21), el profeta se dirige a un imaginario enemigo que se haya atrevido a intentar llevar sus barcos a los anchos ríos de Jerusalén: No llegarán a puerto; no sólo se verán incapaces de izar las velas, sino que dejarán en poder de los habitantes de Jerusalén tan abundantes despojos, que hasta los cojos podrán participar del botín, al no haber quedado ningún enemigo que los persiga para impedirlo. De esta manera, Dios sacará bienes de males, pues no sólo salvará a Jerusalén, sino que la enriquecerá.

5. No sólo el pecado, sino también la enfermedad, quedarán alejados de allí (comp. con Sal 103:3). Así como la muerte es paga del pecado (Rom 6:23), también lo es la enfermedad, que es como la antesala de la muerte. En la feliz y santa Jerusalén, nadie se sentirá enfermo (v. Isa 33:24), porque le habrá sido perdonada su iniquidad, que es la enfermedad del alma, raíz y fuente de la enfermedad del cuerpo. Cuando Dios perdona el pecado, también cura la enfermedad (comp. con Stg 5:14-16).

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