Jeremías 16:10 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Los motivos por los que Dios traía sobre ellos estas calamidades.

1. Ellos se negaban a reconocer su pecado (v. Jer 16:10): «¿Qué maldad es la nuestra, o qué pecado es el nuestro, etc.? ¿Qué crimen hemos cometido que merezca un castigo tan tremendo?» En lugar de humillarse y condenarse a sí mismos, tratan de justificarse e insinúan que Dios es injusto al pronunciar contra ellos esta sentencia. ¿Y le preguntan al profeta por qué está Dios tan enojado con ellos? El Dios justo nunca se enoja sin causa, sin buena causa. Pero Jeremías tiene que decirles cuál es, en particular, la causa, a fin de que se humillen o, al menos, para que Dios sea justificado.

2. La causa era que (v. Jer 16:12) se habían portado peor que sus antepasados, los cuales ya habían apostatado de Dios (v. Jer 16:11): «Entonces les dirás: Porque vuestros padres me dejaron, dice Jehová, y anduvieron en pos de dioses ajenos, cuyo culto era más alegre y pomposo y, gustándoles la variedad y la novedad, les sirvieron y ante ellos se postraron»; y éste era el pecado que Dios había dicho, en el segundo mandamiento del Decálogo, que había de visitar sobre sus hijos, quienes observaban estas costumbres idólatras. Pero ellos se habían obstinado tercamente (v. Jer 16:12) en el mismo pecado: «y vosotros habéis hecho peor que vuestros padres; porque he aquí que camináis cada uno tras la terquedad de su malvado corazón, no escuchándome a mí». Si ellos hubieran hecho buen uso de la longanimidad de Dios con sus padres, de forma que la paciencia de Dios les hubiese conducido al arrepentimiento, se habría podido evitar el castigo y Dios les habría concedido el perdón.

3. Al ser así las cosas, no es de extrañar que Dios haya tomado esta resolución (v. Jer 16:3): «Por tanto, yo os arrojaré de esta tierra, de este país de luz, de este valle de visión, a una tierra lejana, a una tierra que ni vosotros ni vuestros padres habéis conocido». Dos cosas habían de hacer más miserable la situación de ellos, y las dos afectaban al alma: (A) «Es una felicidad para el alma el estar empleados en el servicio de Dios; pero allí serviréis a dioses ajenos de día y de noche», quizás obligados por vuestros crueles capataces a hacerlo; y cuando se os fuerce a servir a los ídolos, sentiréis de tal culto tantas náuseas como afición sentíais antes cuando os lo prohibían vuestros piadosos reyes. (B) «Es también una felicidad para el alma tener algunas señales de la benignidad de Dios, pero vosotros iréis a una tierra extraña donde no os mostraré clemencia.»

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