Jeremías 27:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Hay alguna dificultad para fechar esta profecía (comp. Jer 27:1 con Jer 28:1). El Dr. Lightfoot soluciona así el problema: Al comienzo del reinado de Joacim es cuando Jeremías tiene que hacer las coyundas y los yugos (v. Jer 27:1) y ponérselos en el cuello en señal de la sumisión de Judá al rey de Babilonia, que comenzó por entonces; pero ha de enviarlos a los reyes vecinos después, en el reinado de Sedequías, de cuya subida al trono y de los mensajeros que le fueron enviados, se hace mención por vía profética. Es, pues, lo que se llama prolepsis.

1. Jeremías tiene que preparar una señal simbólica de la sumisión que todos esos países (v. Jer 27:3) habían de prestar al rey de Babilonia. Dios le dijo (v. Jer 27:2): «Hazte coyundas (o ataduras) y yugos, y ponlos sobre tu cuello; yugos con las atadura correspondientes, como se hacía para que los animales no sacasen el cuello del yugo. Jeremías tiene que ponérselos él mismo al cuello, pues todos habían de preguntar: ¿Qué significan esos yugos de Jeremías? Le hallamos con uno puesto en Jer 28:10. Con eso les daba a entender que no les incitaba a ninguna cosa que él no fuese el primero en cumplir.

2. Tiene que enviar esto, con un mensaje, a los príncipes vecinos (v. Jer 27:3). Se mencionan los más cercanos a la tierra de Canaán. Se ve que estaba en ciernes una especie de alianza entre el rey de Judá y dichos príncipes y que se iba a celebrar una reunión en Jerusalén para tratar el modo de librarse del yugo de Babilonia. Tenían gran confianza en la fuerza de esta coalición; pero, cuando los enviados volvían a sus amos respectivos con la ratificación del tratado, Jeremías les regala sendos yugos para que los lleven a los príncipes y les den a entender que lo mejor que pueden hacer es someterse al rey de Babilonia. En este mensaje:

(A) Dios afirma su indiscutible derecho a disponer de los reinos de este mundo como le place (v. Jer 27:5), pues Él es el Creador de todas las cosas y las da a quien quiere. Así como benévolamente ha dado la tierra a los hijos de los hombres en general (Sal 115:16), así también da a quien quiere una parte mayor o menor de esta tierra.

(B) Dios publica un documento de cesión de todos estos países a Nabucodonosor: «Esto sirve para certificar y dar a conocer a todos los interesados, que he puesto (v. Jer 27:6) todas estas tierras en mano de Nabucodonosor, rey de Babilonia, mi siervo, y aun las bestias del campo le he dado para que le sirvan». Nabucodonosor era un rey orgulloso, malvado e idólatra; sin embargo, Dios, en Su providencia, le da este vasto dominio y estas extensas posesiones. Nótese que las cosas de este mundo no son las mejores, pues Dios, con frecuencia, las da en abundancia a hombres perversos, rebeldes contra Él. La dominación temporal no está fundada sobre la gracia. Nabucodonosor es una mala persona y, a pesar de ello, Dios lo llama mi siervo, porque lo emplea como instrumento de Su providencia para castigar a las naciones.

(C) Les asegura que, inevitablemente, han de quedar todos ellos sometidos, por algún tiempo, al dominio del rey de Babilonia (v. Jer 27:7): «Y todas las naciones le servirán a él (Nabucodonosor), a su hijo (Evilmerodac) y al hijo de su hijo (Belsasar), con quien cesó la hegemonía caldea y el cetro pasó a manos de los medos y los persas (v. Jer 25:14).

(D) Amenaza a los que no quieran someterse al rey de Babilonia (v. Jer 27:8): «Y a la nación y al reino … que no ponga su cuello debajo del yugo del rey de Babilonia, visitaré a tal nación con espada, con hambre y con pestilencia, dice Jehová, hasta que la haya consumido yo por su mano, es decir, por la mano del rey de Babilonia». Más les vale, pues, someterse de buena gana, porque, de lo contrario, lo van a pasar mucho peor.

(E) Les muestra la vanidad de todas las esperanzas que abrigaban en orden a preservar su libertad (vv. Jer 27:9, Jer 27:10). También estas naciones tenían sus profetas, quienes pretendían predecir los acontecimientos futuros, ya fuese por medio del estudio de las estrellas, o mediante sueños o por medio de encantamientos. Estos falsos profetas, para complacer a sus dueños, les aseguraban diciendo (v. Jer 27:9, al final): «No serviréis al rey de Babilonia». Pero Jeremías les dice, de parte de Dios, que esa vana presunción les llevará a la ruina (v. Jer 27:10), mientras que, si se someten (v. Jer 27:11), aparte de esta servidumbre, serán dejados en paz. Habrá quienes consideren esto como muestra de cobardía, pero el profeta lo recomienda como muestra de mansedumbre, que prudentemente se pliega ante la necesidad y saca el mejor partido posible de una tranquila sumisión a las más duras vicisitudes impuestas por la divina providencia. Muchos habrían evitado el golpe de la mano destructora si se hubiesen sometido al toque de la mano humilladora. Más vale tomar de buen grado una pequeña cruz que caer bajo una pesada cruz que nosotros mismos nos hemos ganado con nuestra rebeldía.

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