Job 38:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Job 38:1 | Comentario Bíblico Online

Dios muestra aquí a Job cuán poca cosa podía hacer él con animales sin domesticar que corren libres por lugares desiertos, pero están, sin embargo, bajo el cuidado de la Providencia.

1. Las cabras monteses y las ciervas (v. Job 39:1-4), las cuales dan a luz con cierta dificultad y no reciben asistencia de los seres humanos, pero sacan adelante a sus hijos gracias a la buena providencia de Dios (v. Job 39:3). «Sus hijos se fortalecen, crecen con el pasto; salen, y no vuelven a ellas» (v. Job 39:4). Después que se han alimentado suficientemente a las ubres de sus madres, salen en busca de su propio alimento y ya no sirven de carga a sus madres, lo cual es buen ejemplo para los jóvenes, a fin de que, cuando han crecido lo suficiente, no estén por más tiempo viviendo a costa de sus padres.

2. El asno montés u onagro, una criatura que se menciona con frecuencia en la Biblia y de la que algunos dicen que no se puede domesticar (v. Job 39:5): «¿Quién echó libre al asno montés, sino Dios?» Así dispuso Dios su naturaleza, y así le dispensó su condición: libre de todo servicio para correr a sus anchas; ése es el privilegio del asno montés. Pero es una lástima que algunos hombres codicien esta clase de libertad. Mejor es trabajar y ser bueno para algo que corretear y no servir para nada (v. Job 39:7). Su casa está en la soledad (v. Job 39:6), donde tiene espacio suficiente para sus correrías. El asno común, que trabaja y presta al hombre sus servicios, tiene de su amo el alimento y el cobijo y vive en terreno fructífero; pero el asno montés, aunque viva a sus anchas, habita en lugares salitrosos, es decir estériles. No tiene amo ni se somete a sujeción: «Se burla del bullicio de la ciudad; no escucha las voces del arriero» (v. Job 39:7). Pero tiene que ir de una parte a otra para encontrar hierba verde (v. Job 39:8), mientras que los asnos comunes tienen abundantes pastos sin tener que buscarlos. De este carácter indomesticable de esas criaturas, podemos colegir lo mal equipados que estamos para dar leyes a la Providencia, cuando no podemos imponer ninguna ley ni al asno montés.

3. El toro salvaje (vv. Job 39:9-12) hebreo rem, que no se deja domesticar (mejor que «búfalo», pues ése puede domesticarse). Es un animal muy fuerte (Núm 23:2; Sal 92:10). Parece como si Dios le dijese a Job: «Ahora que te has quedado sin asnos ni bueyes, mira a ver si puedes hacerte con uno de estos toros salvajes y trata de domesticarle para ponerle a tu servicio, ¿podrás arar o trillar con él? Si te fías de él, ni tu tierra será labrada, ni tu cosecha quedará recogida, ¿cómo, pues, querrás contender conmigo?»

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