Mateo 27:57 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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A continuación se nos refiere el sepelio de Jesús, en el que podemos apreciar, por un lado la delicadeza y buena voluntad de los amigos que depositaron Su cadáver en el sepulcro; y, por otra, la malicia y mala voluntad de Sus enemigos, muy solícitos en procurar que no saliera de la tumba.

I. Sus amigos le hicieron un sepelio honroso.

1. Jesucristo fue enterrado. Cuando su preciosa alma entró en el Paraíso, su bendito cuerpo quedó depositado en las cámaras del sepulcro. Fue sepultado para hacer más cierta Su muerte y Su resurrección, más gloriosa. Pilato no habría permitido que el cuerpo de Cristo fuera sepultado, mientras no estuviese completamente seguro de que estaba realmente muerto. Fue sepultado también para quitarle al sepulcro sus terrores y hacer más agradable y consoladora nuestra sepultura, sabiendo que hemos sido consepultados con Él (Rom 6:4).

2. También se nos refieren las circunstancias particulares de su sepelio:

(A) La hora en que fue sepultado: Al atardecer, la misma tarde en que murió, antes de la puesta del sol, como era corriente en el sepelio de malhechores. No podía dejarse para más tarde, puesto que, con la puesta de sol, comenzaba el sábado.

(B) La persona que se encargó del funeral fue José de Arimatea. Los apóstoles habían huido. Las mujeres que le seguían no se atreverían a hacerlo. Entonces fue cuando Dios puso en el corazón de este hombre el coraje y la voluntad de llevarlo a cabo; pues, cuando Dios tiene alguna obra entre manos, siempre encuentra los instrumentos para llevarla a cabo. José era el hombre apropiado, porque: (a) Tenía recursos para hacerlo decentemente ya que era un hombre rico. La mayor parte de los discípulos de Cristo eran de modesta y pobre condición económica; pero aquí había un hombre rico, listo para ser usado en un servicio que requería alta posición económica y social. Las riquezas de este mundo son una gran ventaja y una gran oportunidad para emplearlas en la obra del Señor, y en ninguna cosa mejor pueden los acaudalados emplearlas que para la gloria de Dios y la extensión del Evangelio, si es que tienen un corazón dispuesto para servir de veras al Señor. (b) Tenía afecto al Señor, pues había sido hecho discípulo de Jesús, aunque no lo profesaba públicamente. Cristo tiene más discípulos secretos que los que nosotros conocemos y, si Él mismo no vino a quebrar la caña rajada ni apagar el pábilo que humea (Isa 42:3; Mat 12:20), no vamos nosotros, miserables pecadores, a ser más exigentes que Él, sino, más bien, sostengamos al débil y demos aliento al cobarde.

(C) La concesión que obtuvo de Pilato: Éste se presentó a Pilato y pidió el cuerpo de Jesús. Entonces Pilato mandó que se le diese el cuerpo (v. Mat 27:58). Por ser el gobernador, Pilato era la persona apropiada para conceder el permiso para enterrar a Jesús; vemos que estaba en buena disposición para conceder este permiso, al atender, sin duda, a la calidad de la persona que lo solicitaba y también, por qué no, por una especie de compensación por la injusticia que había cometido al condenarle a muerte, a sabiendas de que era inocente.

(D) La forma en que se llevó a cabo el sepelio (vv. Mat 27:59-60).

(a) Aun cuando era persona de alto rango, rico y miembro del Sanedrín, José de Arimatea tomó él mismo el cuerpo de Jesús, bajándolo del madero; porque, cuando hay verdadero amor al Señor, ningún servicio debe considerarse bajo para Él. Lo envolvió en una sábana limpia, como era costumbre. Sepultar a los muertos, aun cuando sea una práctica común de humanidad, si se hace de una forma piadosa, es también una obra cristiana.

(b) Cómo fue depositado en el sepulcro. Fue puesto en una tumba prestada, como de prestado había vivido: nació en un establo ajeno, se alimentó de prestado, no tenía casa propia, pues no tuvo donde reclinar su cabeza, y tampoco tuvo tumba propia donde descansar su cuerpo muerto. El pecado y el sepulcro son la única verdadera herencia del pecador; eso es lo único que de veras nos pertenece como pecadores. Pero el Señor Jesús, así como no tenía pecados propios, tampoco tuvo sepulcro propio; al haber muerto bajo pecado imputado era propio que yaciese en sepulcro prestado. Era un sepulcro nuevo que José de Arimatea había excavado para sí en la peña. Al quedar vacía la tumba con la resurrección de Jesús, el carácter mismo de tal sepulcro quedó alterado para siempre.

(c) Al estar el sepulcro excavado en la roca, no había modo de poder robar el cuerpo, a no ser por la entrada, la cual quedó cerrada con una gran piedra y, por si fuera poco custodiada por una guardia de soldados y sellada con el sello del gobernador. Con el rodar de la piedra a la entrada del sepulcro, quedó terminado el funeral. Allí quedó como en prisión, encerrado su cuerpo. La circunstancia que mayor melancolía añade a un funeral es cuando nos volvemos a casa, tras dejar al difunto. Pero, si bien se mira, no somos nosotros los que volvemos a casa y les dejamos a ellos atrás, sino que son ellos los que se van a la casa del Padre y nos dejan atrás a nosotros.

(E) El grupo que asistió al funeral era pequeño e insignificante: además de José, María la Magdalena y la otra María (v. Mat 27:61, comp. con v. Mat 27:56). Las mismas que estuvieron presentes en el Calvario, le siguieron también hasta el sepulcro. El verdadero amor a Cristo no nos permitirá dejarle hasta el final. Ni la aridez del sepulcro ni la humedad del agua pueden apagar el amor (Cnt 8:6-7).

II. Los enemigos de Cristo hicieron cuanto pudieron para impedir Su resurrección; todo ello, al día siguiente, que es después de la preparación (v. Mat 27:62), es decir, el sábado. Quizá no se le menciona por este nombre para no desorientar a los lectores, pues el mismo día de la crucifixión era tenido como «sábado», por ser el primer día de la fiesta. En este día, los principales sacerdotes y los fariseos en vez de estar atendiendo a sus devociones, como era su deber y pidiendo perdón por los pecados de la semana, estaban ante Pilato con el único objetivo de asegurarse contra cualquier tentativa de robar el cuerpo de Jesús.

1. Cómo se dirigen a Pilato, pidiendo una guardia para el sepulcro.

(A) El pretexto que interponen para conseguirlo: Aquel engañador dijo: Después de tres días resucitaré (v. Mat 27:63). Así lo había dicho, y sus discípulos habían de recordarlo para confirmación de su fe, pero los enemigos lo recordaban para provocación de su perversidad. Así pasa con el mensaje del Evangelio que para unos es olor de muerte para muerte, y para otros olor de vida para vida (2Co 2:16). Le llaman engañador, como si su muerte ignominiosa fuese una prueba de que era un impostor.

(B) Hacen que se trasluzcan sus celos: No sea que vengan sus discípulos y lo hurten, y digan al pueblo: Resucitó de entre los muertos (v. Mat 27:64).

(a) A lo que realmente tenían miedo era a su resurrección; lo mismo que representa el mayor honor para Cristo y el mayor gozo para sus discípulos, sirve del mayor terror a sus enemigos. Por eso, los principales sacerdotes y los fariseos se empeñan en desacreditar las predicciones de Cristo acerca de Su resurrección, porque si llega a resucitar, todas las medidas que están tomando resultarán fallidas. Quizás estaban sorprendidos por los respetos que dos personas tan honorables como José y Nicodemo estaban rindiendo al cadáver de Jesús. Tampoco olvidarían que Cristo había resucitado a Lázaro, lo que había colmado la medida de su furor.

(b) Dan como excusa el peligro de que los discípulos roben el cuerpo de noche y se lo lleven, cosa de todo punto improbable. No habían tenido el valor de confesarle cuando aún vivía, ¿y se iban a mostrar valientes ahora que estaba muerto? Además, qué podían sacar con robar el cuerpo y tratar de engañar al pueblo e inventar una resurrección no existente? Por una parte, tarde o temprano, se habría descubierto el engaño y los enemigos habrían podido presentar el cadáver al pueblo, con descrédito total de los seguidores de Jesús. Por otra parte, fueron muchos los seguidores de Cristo que sellaron su testimonio con su propia sangre, y no hay engañador que sostenga su engaño hasta el martirio. Los enemigos de Jesús añaden que, si la tumba apareciese vacía, el último engaño sería peor que el primero. Con estas palabras daban a entender que la resurrección de Cristo es la prueba más contundente del carácter de su persona y de la verdad de sus enseñanzas.

(C) En consideración a las razones que acaban de expresar, se rebajan a pedir al gobernador que envíe una guardia para asegurar el sepulcro hasta el tercer día. Como si los prisioneros de la muerte necesitasen más precaución que el propio sepulcro. Esos irracionales temores eran como aldabonazos que su culpabilidad descargaba sobre sus conciencias.

2. Respuesta de Pilato a la petición de ellos: Ahí tenéis una guardia; id, aseguradlo como sabéis (v. Mat 27:65). Estaba dispuesto a complacer a los amigos de Cristo concediéndoles el cuerpo de Jesús, y a los enemigos concediéndoles la guardia para guardar el sepulcro, deseoso de agradar a las dos partes y al pensar quizá, que tan ridículas eran las esperanzas de los unos como los temores de los otros. Dice: Ahí tenéis una guardia; pero, como si se avergonzase de verse envuelto en un caso como éste, les deja a ellos la responsabilidad de utilizarla. Me parece que las palabras: aseguradlo como sabéis, suenan a burla, o (A) del miedo que tenían: «aseguraos de que ponéis una guardia bien fuerte en su sepulcro, para guardar a un muerto», o (B) de la esperanza que abrigaban: «haced lo que queráis, pero si es cosa de Dios, resucitará, a pesar vuestro y de la guardia que pongáis». Tertuliano llega a decir de Pilato que en su conciencia era cristiano; es posible que sintiese algún impacto bajo tales convicciones, pero no parece que fuera de veras persuadido a hacerse cristiano más que Agripa o Félix.

3. El trabajo que se tomaron ellos para asegurar el sepulcro: Sellaron la piedra (v. Mat 27:66) y, para mayor seguridad, pusieron la guardia, a fin de impedir que los discípulos vinieran y se llevasen el cadáver. Pero Dios sacó bien de estas circunstancias, e hizo que quienes se oponían a la resurrección de Cristo, tuviesen la oportunidad de presenciarla y poder referir a los principales sacerdotes lo que habían presenciado. Guardar el sepulcro contra los pobres y débiles discípulos fue una locura pues era innecesario; pero pensar que lo podían guardar contra el poder de Dios fue una locura mayor, pues fue insuficiente y sin provecho para el objetivo que buscaban.

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