Mateo 4:23 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. ¡Qué predicador tan laborioso era Cristo! Recorría toda la Galilea, enseñando en las sinagogas de ellos, predicando el evangelio del reino (v. Mat 4:23). Nótese: 1. Qué predicaba: El evangelio del reino. El reino de los cielos, es decir, de la gracia y de la gloria, es enfáticamente el reino. El Evangelio es como la carta constitucional de ese reino, contiene el juramento de la coronación del Rey con el que se ha obligado a Sí mismo benévolamente a perdonar, proteger y salvar a los súbditos de este reino. 2. Dónde predicaba: en las sinagogas; no sólo allí, pero especialmente allí, porque eran lugares de reunión, donde la sabiduría clama (Pro 1:21). 3. El trabajo que se tomaba en predicar: recorría toda la Galilea. Jamás hubo un predicador itinerante tan infatigable como Cristo.

II. Qué médico tan poderoso era Cristo; no sólo enseñaba, sino que también sanaba.

1. ¿Qué enfermedades sanaba? Todas sin excepción: sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Hay enfermedades que llaman incurables; lo son para los médicos de la tierra, pero no para el médico celestial.

Tres términos generales se usan aquí para insinuar la totalidad de las enfermedades que sanaba; los que se encontraban mal, los que padecían diversas enfermedades, y los que sufrían graves padecimientos. Ninguna de ellas era tan grave ni tan persistente, como para que Cristo no la sanase.

En particular, se especifican tres enfermedades: los paralíticos que es la mayor debilidad del cuerpo, los lunáticos, que es la mayor debilidad de la mente, y los endemoniados, que es la mayor miseria y calamidad de mente y cuerpo; no obstante, Cristo los sanó a todos.

2. Qué número de pacientes tuvo. Por el texto puede verse cómo afluían a Él de todas partes; le siguió mucha gente, no sólo de Galilea y de la Decápolis, sino también de Jerusalén y de Judea, que caen ya muy lejos, y del otro lado del Jordán (v. Mat 4:25). Su fama llegó a difundirse por toda Siria (v. Mat 4:24). Esta es la razón que se nos da de que viniesen a Él tales muchedumbres, porque su fama se había difundido tan extensamente. Todo lo bueno que de otros oímos acerca de Cristo, debería invitarnos a ir a Él. El testimonio de una experiencia personal es: Ven y ve. Cristo enseñaba y sanaba. Todo cuanto conduce a Cristo es bueno; y quienes acuden a Él, hallarán en Él más de lo que esperaban.

En cuanto a las curaciones que Cristo llevaba a cabo, podemos observar en ellas tres aspectos: el milagro, la merced y el misterio.

(A) El milagro. De tal manera realizaba Cristo sus curaciones que con toda claridad se veía que eran producto inmediato de un poder sobrenatural y divino, y que eran el sello que Dios estampaba sobre la comisión de Jesús. La naturaleza no puede producir tales efectos. Eso probaba que era un Maestro venido de Dios, de no ser así, nadie habría podido hacer las obras que Él hacía (Jua 3:2). Sus curaciones y sus predicaciones iban juntas, pues las primeras servían para confirmar las segundas; así comenzó Jesús a hacer y a enseñar (Hch 1:1).

(B) La merced misericordiosa que se mostraba en ellas. Los milagros que Jesús obró, fueron en su mayor parte curaciones, y todos ellos fueron bendiciones y favores (excepto la maldición de la higuera estéril); porque la dispensación del Evangelio está fundada y edificada en amor, gracia y suavidad. Cristo trataba, mediante sus curaciones de ganar las almas atrayéndolas con cuerdas de amor (Ose 11:4), y sanar así al hombre entero, como también era el hombre entero el que se había perdido (Luc 19:10). Lo que tenían de milagro demostraba que su doctrina era Palabra fiel (1Ti 1:15), e iba dirigida a convencer a la mente; lo que tenían de misericordia probaba que su palabra era digna de toda aceptación, e iba dirigida a despertar los sentimientos. No sólo eran grandes obras, sino también buenas obras, que Él les mostraba de su Padre (Jua 10:32).

(C) El misterio envuelto en ellas. Al sanar las enfermedades corporales, Cristo quería mostrar que su gran objetivo, al venir a este mundo, era sanar las enfermedades del espíritu, que son la raíz de todo otro mal. El pecado es el malestar, la enfermedad y el tormento del alma. Cristo vino a quitar el pecado (Jua 1:29) y, así, traer curación completa. En todas las narraciones de las curaciones que Cristo llevó a cabo, es preciso ver y exponer este punto, para el honor y la alabanza de este glorioso Redentor, que perdona todas nuestras iniquidades, y sana todas nuestras dolencias (Sal 103:3).

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