Proverbios 3:7 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Tenemos aquí tres exhortaciones, cada una de ellas corroborada con buenas razones:

1. Debemos vivir en humilde y respetuosa sumisión a Dios y a su gobierno (v. Pro 3:7): «teme a Jehová y apártate del mal», es decir, si temes a Dios te apartarás del mal, pues lo segundo es consecuencia de lo primero. Para animarnos a vivir así en el temor de Dios, se nos promete (v. Pro 3:8) que nos aprovechará incluso corporalmente como alimento para los músculos (lit. el ombligo) y para el tuétano de los huesos. Con el vigor del cuerpo, el espíritu adquirirá también mayor firmeza para tomar las resoluciones pertinentes; por otra parte, la prudencia, la templanza y la sobriedad, la calma mental y el buen gobierno de las pasiones, que la religión nos enseña, no sólo fortalecen la salud del alma, sino también la del cuerpo.

2. Debemos hacer buen uso de nuestros medios de fortuna, pues ése es el camino recto para incrementarlos (vv. Pro 3:9, Pro 3:10): «Honra a Jehová con tus bienes, etc … y serán llenos tus graneros, etc.». Las riquezas de este siglo son secundarias, frágiles, efímeras; sin embargo, aun en esto suele Dios bendecir al que honra a Dios, especialmente al que le honra con el buen uso de ellas. Sin embargo, como hace notar Cohen, la recompensa que esas bendiciones materiales suponen no se presenta en la Biblia como un incentivo para la buena conducta. Por eso, dice el salmista (Sal 112:1): «Dichoso el hombre que teme a Jehová, y en sus mandamientos (no en la recompensa) se deleita en gran manera».

3. Debemos conducirnos rectamente bajo las aflicciones (vv. Pro 3:11, Pro 3:12). No hemos de menospreciar la reprensión (hebreo musar, el mismo vocablo de Pro 1:8) de Jehová; es decir, no hemos de tomarla a la ligera como si nada tuviese que ver con nosotros, sino que, al ver en ella un propósito benéfico de Dios, hemos de sacar de ella el beneficio que Dios intenta. No se nos pide que seamos estoicos, duros como piedras, a fin de que las aflicciones nos hagan menos daño, pero tampoco hemos de sentir asco de ellas (ése es el sentido del verbo en hebreo, en vez de «fatigarse»), pues la aflicción es disciplina del Señor (comp. con Heb 12:6-11), y Él conoce de qué estamos hechos (Sal 103:14) y hasta dónde podemos aguantar (1Co 10:13). No estamos hablando de una justicia vindicativa, sino de una corrección paternal para nuestro mayor bien.

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