Salmos 11:4 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dicen que cuando se sacude un árbol, se le hace que arraigue más profunda y rápidamente. El consejo de los amigos de David, que implicaba desconfianza en Dios, le hace adherirse con tanta mayor fuerza a sus primeros principios. Lo que sacude la fe de muchos es ver la prosperidad de los malvados a pesar de sus impiedades, y las aflicciones que con frecuencia sufren los piadosos. De ahí puede surgir el mal pensamiento: «De seguro que de nada sirve buscar a Dios». Pero, a fin de suprimir tal pensamiento, David considera:

1. Que hay un Dios en el Cielo (v. Sal 11:4): «Jehová está en su santo templo»; aquí, en el cielo (Sal 2:4; Sal 9:8; Sal 18:7), desde el que todo lo ve y lo gobierna (Sal 18:7, comp. con Miq 1:2; Hab 2:20).

2. Que este Dios es el Rey del Universo. El Señor tiene en el Cielo, no sólo su residencia, sino también su trono, desde el que dispone sus poderes sobre la tierra (Job 38:33). ¡Veamos, por fe, a Dios en su trono: en su trono de gloria y de gobierno, dando a todos leyes, motivaciones y deseos; en su trono de juicio; y en su trono de gracia, al que todos los suyos tienen libre acceso por su misericordia y por su gracia! Entonces no tendremos motivo alguno para sentirnos desanimados por el orgullo y el poder de los opresores, ni por las aflicciones que puedan sobrevenir a los buenos.

3. Que este Dios conoce perfectamente el verdadero carácter de cada individuo humano: «Sus ojos ven, sus párpados escudriñan a los hijos de los hombres». No sólo los ve, sino que los atraviesa con su mirada, pues no sólo conoce lo que dicen y hacen, sino también lo que piensan y planean, aun cuando aparenten otra cosa.

4. Que si aflige a los buenos es para ponerlos a prueba (v. Sal 11:5) y, por consiguiente, para su bien (comp. Stg 1:12); «para, a la postre, hacerles bien» (Deu 8:16).

5. Que, por mucho que los impíos puedan prosperar y prevalecer, están siempre bajo la ira de Dios y, tarde o temprano, perecerán (vv. Sal 11:5, Sal 11:6): «Su alma (de Dios) aborrece al que ama la violencia. Sobre los impíos hará llover calamidades (lit. trampas)». En esta última frase puede notarse una doble metáfora, a fin de presentar vivamente lo ineludible del castigo de los malvados. Será como trampas que los atrapen y los tengan sujetos, presos, hasta que llegue el día de la cuenta. Y hará llover, de la misma manera que un repentino aguacero sorprende a veces al viajero en un día de verano, además de esas trampas, fuego, azufre y viento abrasador; esto último parece aludir a la destrucción de Sodoma y Gomorra.

6. Que, aunque las personas buenas puedan hallarse rodeadas de adversidades, Dios, no obstante, les reconoce como hijos suyos y está a favor de ellos, y esta es la razón por la que Dios juzgará con toda severidad a los perseguidores y opresores, puesto que aquellos a quienes persiguen y oprimen son muy amados de Dios (v. Sal 11:7): «Los rectos contemplarán su rostro (de Dios)», es decir, disfrutarán de su favor.

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