Salmos 117:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 117:1 | Comentario Bíblico Online

Hay gran cantidad de Evangelio en este salmo. El apóstol (Rom 15:11) nos ha provisto de una clave para entenderlo, al citarlo como prueba de que el Evangelio había de ser predicado a los gentiles, mientras era piedra de tropiezo para los judíos. No había motivo de tal escándalo, cuando ellos mismos habían cantado tantas veces (v. Sal 117:1): «Alabad a Jehová, naciones todas; loadle (es un verbo distinto en el original), todos los pueblos». Algunos escritores judíos confiesan que este salmo se refiere al reino del Mesías; uno de ellos, en su fantasía, llega a afirmar que consiste de dos versículos porque en los días del Mesías, Dios había de ser glorificado por dos clases de pueblos: por los judíos, conforme a la ley de Moisés; y por los gentiles, conforme a los siete preceptos de los hijos de Noé, con lo que habría una sola Iglesia, así como estos dos versículos constituyen un solo salmo.

1. La vasta extensión de la Iglesia del Evangelio (v. Sal 117:1). Aquí se convoca a todas las naciones a alabar al Señor, lo cual no era posible en el Antiguo Testamento, porque, a menos que el pueblo de una nación se hiciesen judíos y se circuncidaran, no eran admitidos conjuntamente a las divinas alabanzas. Pero el Evangelio de Cristo, por mandato suyo, ha de ser predicado a todas las naciones y, derribado el muro de separación, los que estaban lejos son puestos cerca (v. Efe 2:13, Efe 2:14). Los vocablos del original para «naciones» y «pueblos» son los mismos de Efe 2:1, con lo que podemos concluir que también los que han sido enemigos del reino de Cristo pueden llegar a ser súbditos obedientes de tal reino. El Evangelio del reino había de ser proclamado a todo el mundo para testimonio a todas las naciones (Mat 24:14; Mar 16:15). Las buenas nuevas, enviadas a todas las naciones, habían de estimularlas a alabar a Dios; y el poder de la gracia del Evangelio les daría corazón para alabarle.

2. Las inescrutables riquezas de la gracia del Evangelio (v. Sal 117:2), que deben ser la materia de nuestra alabanza. En el Evangelio, esos dos más celebrados atributos de Dios, su amor misericordioso (hebreo, jesed) y su verdad (hebreo, émeth, equivalente a emunah = fidelidad) resplandecen con el mayor brillo en sí mismos y para el mayor beneficio nuestro. A ellos corresponde el binomio «gracia y verdad», corriente en el Nuevo Testamento desde Jua 1:14, Jua 1:17. Por esa verdad y por esa misericordia, habrían de glorificar los gentiles a Dios, según dice Pablo en Rom 15:8, Rom 15:9. El amor misericordioso de Dios es la fuente de todos nuestros bienes, y la verdad de Dios es el fundamento de todas nuestras esperanzas; por consiguiente, por ambas perfecciones debemos alabar a Dios.

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