Salmos 137:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 137:1 | Comentario Bíblico Online

1. Vemos primero al pueblo de Dios que siembra con lágrimas. Sentados en actitud de duelo (Isa 47:1) junto a los ríos es decir, los canales del Éufrates (Jer 51:13), lloran los exiliados recordando a Sion (v. Sal 137:1), el santo monte sobre el que estaba antaño el templo. El afecto a la casa de Dios les quitaba el interés por cobijarse en sus propias casas. «En los sauces … colgamos nuestras arpas» (v. Sal 137:2). No las habían escondido entre los arbustos ni en las hendiduras de las rocas, sino que las habían colgado en los sauces, para que su misma vista les trajese constantemente a la memoria el deplorable cambio de situación. Es probable que las usasen cuando estaban solos, pero las retiraban de sí cuando sus opresores les pedían entretenimiento.

2. Los que los habían llevado cautivos y los atormentadores (lit. Quizás en el sentido de «escarnecedores» o «burladores») les pedían cánticos alegres (v. Sal 137:3), lo cual era una burla hacia quienes estaban llorando su cautividad y su ausencia de la patria. El cantar a estos opresores cánticos de Sion era parecido a beber el vino de Babilonia, como hizo después el rey Belsasar (Dan 5:3, Dan 5:4), en los vasos sagrados del templo de Jerusalén.

3. La mansedumbre con que aguantaron ellos estos abusos (v. Sal 137:4). No podían dar gusto a estos burladores, pero respondieron con paciencia y con piedad: «¿Cómo habíamos de cantar el cántico de Jehová en tierra extranjera?» Como si dijesen: «El cántico de Jehová es cosa sagrada apropiada para el templo y el culto del verdadero Dios; por tanto, no osamos cantarlo en tierra extranjera y entre idólatras».

4. El constante afecto que guardaban hacia Jerusalén, la ciudad de sus solemnidades, incluso ahora que se hallaban en Babilonia. Siempre la tenían en la mente, aunque muchos de ellos nunca la habían visto. En sus oraciones diarias, abrían las ventanas en dirección a Jerusalén: ¿Cómo podían olvidarla? Los versículos Sal 137:5 y Sal 137:6 son de una belleza extraordinaria: «Si me olvido de ti, oh Jerusalén (v. Sal 137:5), es decir, si no te guardo el respeto que tu memoria merece, que mi diestra olvide su arte (falta en el original, pero no cabe duda de que es así como debe suplirse)». Y sigue diciendo (v. Sal 137:6): «Que mi lengua se pegue a mi paladar, es decir, que pierda la facultad de hablar y cantar, si de ti no me acuerdo con amor y respeto; si no enaltezco a Jerusalén como preferente asunto de mi alegría, esto es, como mi motivo principal de gozo y felicidad».

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