Salmos 15:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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I. Una pregunta muy seria y grave concerniente al carácter de un ciudadano de Sion (v. Sal 15:1): «Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? Hazme saber quiénes irán al Cielo». No pregunta por el nombre de los que se han de salvar, pues sólo el Señor conoce a los que son suyos, sino por la descripción de su carácter, como si dijese: «¿Qué clase de personas son las que has de reconocer como tuyas y a las que vas a coronar con especiales y eternos favores?» Todos y cada uno debemos hacernos a nosotros mismos esta pregunta: «Señor, qué haré para heredar la vida eterna?» (Luc 18:18) «¿Qué debo hacer para ser salvo?» (Hch 16:30). 1. Obsérvese a quién va dirigida la pregunta: A Dios mismo. 2. Cómo está expresada en el lenguaje del Antiguo Testamento. (A) Por tabernáculo podemos entender la Iglesia militante, tipificada por el santuario levantado por Moisés en el desierto y, por ello, hecho como para el desierto, sin ostentación y movible. Allí se manifiesta Dios a su pueblo y allí les sale al encuentro, como lo hacía entonces en el tabernáculo del testimonio, llamado también el tabernáculo de reunión. (B) Por monte santo podemos entender la Iglesia triunfante, y alude al monte Sion, sobre el que había de levantarse el templo de Salomón. A todos nos concierne saber quiénes han de habitar allí, para asegurarnos de que tendremos allí un lugar entre ellos.

II. Una respuesta muy clara y concreta a dicha pregunta sobre el carácter de un ciudadano de Sion.

1. Ha de ser sincero e íntegro en su religión: Anda en integridad, conforme a la condición del pacto abrahámico (Gén 17:1 «Anda delante de mí y sé perfecto o hebr. tamim, la misma palabra que aquí ); «así tendrás en Dios al Shadday, al Todosuficiente» (v. el comentario a Gén 17:1). El íntegro, o cabal (Job 1:1, Job 1:8 «tamim») es aquél que es lo que profesa ser, sano de corazón, que puede presentarse a Dios aprobado (2Ti 2:15) en todo lo que hace. Su ojo es quizá débil, pero es sencillo, de visión única; tendrá todavía sus manchas (la descripción de Efe 5:27 es de carácter escatológico), pero no se pinta; es un israelita, no sin pecado, sino sin engaño (Jua 1:47; 2Co 1:12). No hay verdadera piedad sin sinceridad.

2. Ha de ser concienzudamente honesto y justo en todos sus asuntos, fiel y honrado con todos con los que trata: «hace justicia». Considera que no puede haber un contrato bueno ni realmente provechoso cuando se hace con base en una mentira, y que el que perjudica a su prójimo, aun cuando parezca astuto, y hasta plausible, se demostrará, a la larga, que se ha hecho a sí mismo la mayor injuria posible.

3. Ha de esforzarse en hacer a sus prójimos todo el bien que pueda, y tener sumo cuidado en no hacer daño a nadie; de modo especial, ha de salvaguardar la reputación de su prójimo (v. Sal 15:3). Ha de echar a buena parte todo lo que vea en los demás. Si le cuentan algo malo de su prójimo, lo rechazará si le es posible o lo guardará en secreto hasta su muerte. Su amor cubrirá multitud de pecados (Sal 32:1; Pro 10:12; Stg 5:20; 1Pe 4:8).

4. Ha de apreciar a los hombres y evaluarlos por su virtud, no por lo que aparenten ante el mundo. No ha de pensar que los hombres pierden algo de su piedad por ser pobres o de baja condición social; sólo ha de menospreciar a los que son viles en la presencia de Dios, y honrar a los que temen a Jehová. Tal persona reconoce que la verdadera piedad, dondequiera se halle, honra al hombre y hace brillar su rostro más y mejor que lo que pueden hacerlo la riqueza, el talento o el prestigio humano.

5. Ha de preferir siempre tener buena conciencia por encima de cualquier interés o ventaja materiales, de forma que, si ha prometido bajo juramento hacer algo, ha de atenerse a ello sin cambiar, aunque de ello se le siga después algún perjuicio para sus intereses materiales (v. Sal 15:4).

6. Finalmente, no ha de tratar de incrementar sus ingresos por medio de prácticas injustas (v. Sal 15:5): «Quien su dinero no dio a usura, para vivir a expensa de las labores y fatigas de otros». No es que se quebrante la ley de la justicia ni la de la caridad por prestar con un provecho similar al que recibe el que toma dinero a préstamo, lo mismo que el amo de una finca que cobra dinero del arrendatario, ya que el dinero puede incrementarse, mediante el trabajo y el comercio, lo mismo que el fruto que se le saca al suelo. Pero un ciudadano de Sion ha de prestar a los pobres sin exigirles interés, de acuerdo con sus posibilidades, no ha de ser riguroso ni severo con quienes han sido reducidos a tal estado por los avatares de las circunstancias. Tampoco admitirá cohecho contra el inocente; si está empleado en la administración de la justicia pública, no se dejará sobornar por ningún medio para hacer algo con que salga perjudicada una causa justa.

III. El salmo concluye con una ratificación de este carácter del ciudadano de Sion. Tal persona será como el propio monte Sion, que no puede ser removido. Todo miembro vivo de la Iglesia está, como la Iglesia misma, edificado sobre una roca, contra la que no pueden prevalecer los poderes de la muerte (Mat 16:18) «del Hades», no «del Infierno» como traducen equivocadamente muchos): «El que hace estas cosas, no vacilará jamás» (lit. no será sacudido por siempre v. Sal 15:5).

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