Salmos 17:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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1. Veamos lo que pide aquí David:

(A) Ser protegido él mismo (v. Sal 17:8): «Guárdame como a la niña de tus ojos; escóndeme bajo la sombra de tus alas». Los hombres protegen como pueden (y para eso nos ha provisto Dios con la barrera de los párpados) las pupilas de sus ojos, pues si ellas se dañan sobreviene la ceguera. Si nosotros guardamos la ley de Dios como las niñas de nuestros ojos (Pro 7:2), podemos esperar que Dios nos guarde como la niña de su ojo, pues, por Zac 2:8, nos dice que «el que toca a los suyos, toca a la niña de su ojo». Ruega también David que Dios le guarde con la misma ternura con que la gallina protege bajo sus alas a los polluelos (v. Sal 17:8, comp. con Mat 23:37, donde Cristo emplea esa comparación). El símil expresa una protección solícita y amorosa (Sal 36:8; Sal 57:2; Sal 61:5; Sal 63:8; Sal 91:4. V. también Deu 32:11. La imagen frecuente en el Antiguo Testamento es la del águila, mientras que en el Nuevo Testamento predominan la de la paloma y la de la gallina). También podría entenderse, como hacen algunos, en alusión a las alas de los querubines de sobre el propiciatorio. M. Henry nota del traductor lo da como alternativa posible. Dice Arconada: «La tendencia cúltica pone esta frase en relación con las alas de los querubes del Arca (Briggs, Weiser)».

(B) Que fracasarán todos los intentos de sus enemigos de inducirle al pecado o de ponerle en aprieto (v. Sal 17:13): «¡Levántate, oh Jehová! ¡Ven en mi ayuda, y queden frustrados los planes de mis enemigos!» Cuando Saúl perseguía a David, ¡cuántas veces se le escapó la codiciada presa, cuando pensaba que la tenía segura! Así también, cuando Cristo resucitó, ¡cuán decepcionados quedaron sus enemigos, quienes creían que, después de darle muerte, habían triunfado sobre Él!

2. Veamos también a qué apela David, a fin de animar su propia fe en esas peticiones:

(A) A la maldad de sus enemigos (v. Sal 17:9): «De mis enemigos que buscan mi vida». Estos enemigos le tenían cercado (v. Sal 17:11) a él y a los que le acompañaban: «Han cercado ahora nuestros pasos; tienen puestos sus ojos para echarnos por tierra». Velan con sumo interés, para ver cómo pueden hacernos el mayor daño posible hasta abatirnos del todo. Y tienen el corazón completamente endurecido (v. Sal 17:10): «Envueltos están con su grosura (frase que, en el uso bíblico, equivale al endurecimiento del corazón)». El jefe y promotor de esta persecución sañuda era el bárbaro y sanguinario Saúl (v. Sal 17:12): como león que desea hacer presa, y como leoncillo que está en su escondite. Muy bien le cuadran estas frases a Saúl, quien buscaba a David «por las cumbres de los peñascos de las cabras monteses» (1Sa 24:2) y «en el desierto de Zif» (1Sa 26:2), donde los leones solían buscar su presa.

(B) Al poder que Dios tenía sobre ellos para controlarlos y frenarlos (vv. Sal 17:13, Sal 17:14). Tratándose de un guerrero como David, es muy apropiada la imagen de la espada (comp. con Apo 19:15) en la mano (se supone que es la diestra, aunque el hebreo no la especifica) de Jehová, para postrar a los enemigos de David.

(C) A la prosperidad material de los enemigos (v. Sal 17:14). Éstos son hombres mundanos, imbuidos de los criterios perversos del mundo, amadores de riquezas y placeres temporales, cuya porción la tienen en esta vida, y cuyo vientre está lleno de bienes que tú les reservas (lit. y con tu tesoro llenas el vientre de ellos). Esos bienes, al ser puramente materiales llenan el vientre (1Co 6:13), pero no pueden llenar el alma; sin embargo, aun esos mismos bienes de los que ellos disfrutan voluptuosa y pecaminosamente, les vienen de Dios. Tales bienes son los que dejan en herencia a sus hijos en tal abundancia que todavía sobra para sus pequeñuelos, es decir, para los hijos de sus hijos.

(D) A la dependencia que él mantiene con respecto a Dios como a su porción y fuente de su felicidad. «Ellos tienen su porción en esta vida en las cosas del mundo viene a decir David , pero en cuanto a mí (v. Sal 17:15), en justicia contemplaré tu rostro (lit.) en justicia = haciendo lo que es justo, ya desde la mañana (v. Sal 101:8); al despertar, me saciaré de tu semblante.» Este versículo puede entenderse de dos maneras: (a) Conforme al corriente uso bíblico «ver el rostro de Dios» es disfrutar de su comunión y de su favor, simbolizado en la luz del día, mientras que la noche simboliza la prueba y el infortunio, aunque en el vocablo «despertar» pueda verse una «alusión velada» (Biblia de Jerusalén) a la resurrección. Esta es la opinión del traductor. En cambio, Arconada y el propio M. Henry entienden la primera parte del versículo como indicación de la visión de Dios en la gloria del cielo; y lo de «despertar», como referencia explícita a la resurrección, de acuerdo con lugares como Dan 12:2.

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