Salmos 21:22 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Así como las primeras palabras de queja del salmo fueron usadas por Cristo mismo en la cruz, así también las primeras palabras de triunfo son expresamente aplicadas a Él (Heb 2:12), como dichas por Él (v. Sal 22:22): «Anunciaré tu nombre a mis hermanos; en medio de la congregación te alabaré». Cinco cosas se nos dicen aquí de la satisfacción y del triunfo de Cristo en sus sufrimientos:

1. Que había de tener una congregación (la Iglesia) en el mundo. Esa es lo que aquí se insinúa. El profeta había dicho: «Cuando haya puesto su vida en expiación por el pecado, verá descendencia» (Isa 53:10). Mediante la declaración del nombre de Dios y la proclamación del eterno evangelio en toda su sencillez y pureza muchos habrían de llegar a obtener la salvación en Él y por Él. Los que aquí (v. Sal 22:22) son llamados sus hermanos, porque Él había de ser, como hombre, el Primogénito (Rom 8:29), entraban a tener con Él una relación amorosa e íntima; no habían de ser sólo judíos, sino también gentiles, pues todos tienen un mismo origen (Heb 2:11) y todos estaban destinados a formar un solo rebaño y un solo cuerpo (Jua 10:16; Jua 11:52; Efe 2:16). Los temerosos de Jehová (v. Sal 22:23) serían descendientes de Israel, al menos en sentido espiritual («descendencia toda», v. Sal 22:23; comp. Rom 9:6-8; Gál 3:29, etc.).

2. Que, en esa congregación, Jehová habría de ser alabado y glorificado (vv. Sal 22:22, Sal 22:23), precisamente en nombre del Redentor y por la obra de la redención. Por eso se dice del mismo Cristo que había de alabar a Jehová en medio de la congregación.

3 Que todos los verdaderamente humildes tendrían en Cristo plena satisfacción (v. Sal 22:26). Los que abundan en oración, abundarán también en gratitud: «Alabarán a Jehová los que le buscan», puesto que por medio de Cristo, el «camino», es fácil hallar al Padre; por lo que la propia esperanza de hallarle es ya motivo seguro para alabarle mientras todavía le buscan. La última frase del versículo Sal 22:26 alcanza una mejor versión en modo optativo (y en 2.a persona de plural masculina): «¡Viva vuestro corazón para siempre!» Observa Arconada que ésta era la «exclamación con que el oferente (del sacrificio) animaba a los invitados a participar en el santo regocijo. Tal vez precedería una unción con bálsamo perfumado a los participantes en el banquete (Sal 23:5; Luc 7:46). Al presentarse el óleo con que se ungía la estatua divina en los ritos egipcios, se decía: «Alégrese tu corazón».

4. Que el reino de Cristo (se trata del reino mesiánico nota del traductor ) se había de extender a todos los confines de la tierra (vv. Sal 22:27, Sal 22:28). Ya ahora, el reino de Dios hace presa, no sólo en los judíos, quienes por muchos siglos habían sido los únicos que habían invocado a Jehová como a su Rey, sino entre los creyentes de extracción gentil y, virtualmente, hasta los confines de la tierra. «Pero ahora todavía no vemos que todas las cosas le estén sometidas» (Heb 2:8). Es para el futuro reino mesiánico la promesa de que «la tierra será llena del conocimiento de Jehová, como las aguas cubren el mar» (Isa 11:9). Es entonces cuando se acordarán, y se volverán, se convertirán, a Jehová todos los confines de la tierra (v. Sal 22:27). Una seria reflexión es el primer paso, y un buen paso, para una buena conversión. El hijo pródigo volvió primeramente en sí, y después volvió a su padre. Entonces serán todos admitidos a la comunión con Dios y con las congregaciones que le sirven y adoran: «Y todas las familias de las naciones adorarán delante de ti» (comp. con Isa 66:23), «Porque de Jehová es el reino» (v. Sal 22:28). En efecto:

(A) El reino de la naturaleza es del Señor Jehová, y su providencia rige las naciones (v. Sal 22:28), las cuales han de someterse totalmente en el reino mesiánico (Sal 2:7-12) y, con ellas, la naturaleza misma gozará de paz absoluta (Isa 11:1-10).

(B) El reino de la gracia pertenece al Señor Jesucristo, quien, como Mediador perpetuo entre Dios y los hombres, no sólo es cabeza sobre todas las cosas para la Iglesia (Efe 1:22), sino también gobernador futuro de las naciones (Sal 2:8, Sal 2:9): «Comerán y adorarán todos los poderosos de la tierra; se postrarán delante de Él todos los que descienden al polvo» (v. Sal 22:29), entendiendo en esta última frase no los que yacen en el sepulcro (idea totalmente ajena al Antiguo Testamento), sino los pobres (más exactamente, los campesinos), como se ven en los textos de Qumrán e incluso por Sal 113:7. Ricos y pobres, hasta los que escasamente pueden conservar juntas la vida y el alma, según el sentido de la última parte del versículo, adorarán a su Rey y Libertador (Sal 72:12). Al ver que no podemos conservar la vida a nuestra propia alma, seremos prudentes en encomendar nuestra alma por medio de la fe, al Señor Jesucristo, quien puede salvarnos y conservar nuestra alma viva para siempre.

5. Que la Iglesia de Cristo y, especialmente, el reino de Dios entre los hombres, han de continuar a lo largo de los siglos: «La posteridad le servirá; esto será contado de Jehová hasta la postrera generación» (v. Sal 22:30). El texto original dice literalmente: «… será hablado de Jehová a la generación»; probablemente, habría de suplirse el vocablo «venidera», en lugar de «postrera», por analogía con Sal 102:18, que es una porción similar a la de los versículos Sal 22:30 y Sal 22:31 del presente salmo. De generación en generación (v. Sal 102:12), se transmitirá este evangelio eterno de Cristo (v. Sal 22:31).

Al leer y cantar este salmo, hemos de cantar victoria en el nombre de Cristo, regocijarnos en los honores que otros le prestan y en la seguridad de que habrá un pueblo que le alabe en la tierra cuando nosotros le estemos alabando en el cielo.

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