Salmos 25:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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David, animado por las promesas en las que venía meditando, concluye el salmo, como lo había comenzado, con expresiones de dependencia de Dios y deseos santos hacia Él.

1. Expone ante Dios la calamitosa situación en que se halla. Sus pies están en la red (v. Sal 25:15), como metidos en un cepo, de forma que no ve cómo salir de la dificultad; se halla (v. Sal 25:16) solo (hebr. yajid, que significa: solitario, desvalido, sin compañía) y afligido, pues no puede fiarse de sus criados ni aun de sus propios hijos. «Las angustias de mi corazón se han aumentado», añade (v. Sal 25:17); le asedian la melancolía y la depresión.

2. Expresa su dependencia, en medio de esta aflicción, únicamente en Dios (v. Sal 25:15): «Mis ojos están siempre vueltos hacia Jehová». Quienes tienen los ojos vueltos hacia Jehová, no tendrán por mucho tiempo los pies en la red. Repite después su expresión de dependencia en Dios (v. Sal 25:20): «No sea yo avergonzado, porque en ti confié»; y de nuevo (v. Sal 25:21): «Porque en ti he esperado» (entiéndase como presente continuativo, ya que no ha cesado de esperar).

3. Ruega fervientemente a Dios que le ayude, le alivie y socorra: «Mírame y ten misericordia de mí» (v. Sal 25:16). Los hombres más santos estarían perdidos si no tuviesen un Dios de infinita misericordia (v. Isa 6:5). Expone su miseria, que le hace objeto propio de la misericordia, ya que «misericordia» significa «un corazón inclinado hacia la miseria». «Sácame de mis congojas» (v. Sal 25:17); como si dijese: «Yo no veo ninguna salida de ellas, pero tú la tienes y la conoces». «Perdona todos mis pecados; no me conformo, sino con un perdón completo» (v. Sal 25:18). «Mira mi aflicción y mis trabajos … Mira mis enemigos, cómo se han multiplicado» (vv. Sal 25:18, Sal 25:19). Como si dijese: «¡Considera cuán abatido me hallo, y cuán crueles son mis enemigos, y líbrame de manos de ellos!» Interpone su condición de hombre recto y temeroso de Dios (v. Sal 25:21): «Integridad y rectitud me guarden». Aun cuando se había reconocido pecador delante de Dios, sin embargo, en cuanto a sus enemigos, tenía el testimonio de su conciencia de que no les había hecho, ni pensaba hacerles, ningún perjuicio. En los peores tiempos y momentos, la sinceridad es la mejor seguridad.

4. Termina con el ruego a Dios de que extienda su misericordia a todo el pueblo (v. Sal 25:22): «Redime, oh Dios, a Israel de todas sus angustias». A pesar de que David se hallaba en grave aprieto, no olvida las angustias del resto del pueblo; por eso, pide por ellos con el mismo fervor con que había pedido por sí mismo. Resulta curioso observar nota del traductor que este último versículo cae ya fuera del orden alfabético del salmo, pues se inicia con la letra pe, mientras que la última letra del alfabeto hebreo, el tau, encabeza el versículo Sal 25:21. Es, pues, como un apéndice. Piensa Arconada que «se trata de una adición litúrgica posterior, como otras veces (34:23; 51:20 21)». Sea como sea, ello no quitaría nada a la inspiración divina de tal versículo.

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