Salmos 25:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Las promesas de Dios aparecen aquí mezcladas con las oraciones de David. Muchas peticiones vemos al comienzo del salmo, y muchas otras al final; pero aquí, a la mitad del salmo, se extiende en meditar sobre las promesas. Las promesas de Dios no sólo son el mejor fundamento de la oración, ya que nos dice qué hemos de pedir, sino que son ya una respuesta presente a la oración. Hágase la plegaria conforme a la promesa, y así podrá leerse la promesa como respuesta a la plegaria; y hemos de creer que la oración será oída, porque la promesa ha de ser de cierto cumplida. Pero, en medio de las promesas, hallamos una petición que parece venir de modo abrupto, inesperado, pues habríamos de pensar que seguiría al versículo Sal 25:7, cuando la vemos en el versículo Sal 25:11: «En atención a tu nombre (lit.), oh Jehová, perdonarás también mi pecado, que es grande y, por tanto, estoy perdido si no se interpone tu infinita misericordia para perdonarme». Veamos ahora las grandes y preciosas promesas que hay en estos versículos:

1. Estas promesas son seguras para los que, aunque hayan sido grandes pecadores, guardan ahora, de modo habitual, la Palabra de Dios. Aunque, conforme a la debilidad congénita, quebranten alguna vez (v. 1Jn 1:8, 1Jn 1:10) el mandamiento de Dios, se arrepienten sinceramente y confiesan a Dios su pecado (1Jn 1:9) y se mantienen adheridos a Dios como a su Dios, sin quebrantar el pacto ni continuar voluntariamente en el pecado (1Jn 3:6-10). Estos son los que temen a Jehová (v. Sal 25:12 y, de nuevo, en el v. Sal 25:14), es decir, los que respetan la gloria majestuosa de Dios, le adoran con reverencia, se someten a su autoridad y le obedecen con gozo.

2. Dos cosas que ratifican y confirman todas las promesas: (A) Las perfecciones de la naturaleza de Dios. Damos a una promesa el valor que tiene el carácter personal del que la hace. Por consiguiente, bien podemos depender de las promesas divinas, pues bueno y recto es Jehová (v. Sal 25:8) y, por ello, sabemos que será tan bueno como su Palabra. (B) La conformidad que existe entre todo lo que dice y hace, con las perfecciones de su naturaleza (v. Sal 25:10): «Todas las sendas de Jehová son misericordia y verdad»; es decir, todos los designios divinos, todas sus promesas y providencias, son misericordia y verdad; son como Él, que es bueno y recto.

3. Qué promesas son ésas:

(A) Que Dios les instruirá y dirigirá en el camino del deber. En esto insiste de manera especial, pues es respuesta a las oraciones de David (vv. Sal 25:4, Sal 25:5): «Muéstrame tus caminos; enséñame tus sendas, etc.». Deberíamos fijar nuestros pensamientos en las promesas que se refieren a los casos concretos, presentes, actuales. (a) «Él enseñará a los pecadores el camino», pues son pecadores y, por tanto, necesitan instrucción. Si desean ser enseñados, Él les mostrará el camino de la reconciliación con Dios, que es también el camino a una bien fundada paz de conciencia, y el camino hacia la vida eterna (Hch 13:48: «… los que habían sido puestos en orden, en dirección a la vida eterna» lit.). (b) «Encaminará a los humildes (hebr. anawim), es decir, a los desconfiados de sí mismos y de las cosas temporales, a los que tienen corazón de pobre (Mat 5:3) y sólo dependen de Dios, de quien esperan ser enseñados y guiados, en la justicia (lit.), es decir, en la norma que han de seguir para obrar con rectitud. (c) «Al hombre que teme a Jehová, le enseñará el camino que ha de escoger»; si atiende bien a la voluntad de Dios, escogerá el camino que Dios haya escogido. Los dos caminos se juntan, puesto que el que teme a Dios, escoge lo que a Dios agrada.

(B) Que Dios le facilitará el camino (v. Sal 25:13): «Gozará él de bienestar, y su descendencia heredará la tierra» (v. Mat 5:5, y comp. con v. Sal 25:9, en el que traducimos el vocablo anawim repetido en la 2.a parte del v. Sal 25:9 por «mansos», conforme a la versión hebrea del Nuevo Testamento en Mat 5:5). El que se deja enseñar por el Señor, verá que «su yugo es cómodo, y su carga es ligera» (Mat 11:30), pues «sus mandamientos no son gravosos», esto es, no son pesados (1Jn 5:3). También sus descendientes se beneficiarán de las oraciones de sus progenitores, cuando éstos se hayan marchado.

(C) Que Dios les admitirá a lo íntimo de la comunión con Él (v. Sal 25:14): «El secreto (es decir, el trato íntimo) de Jehová es para los que le temen». Éstos son los que, guiados por el Espíritu Santo, penetran hasta las profundidades de Dios (1Co 2:10), en contraposición a los satanistas de Apo 2:24. Por eso dijo el Señor Jesús (Jua 7:17): «El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios».

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