Salmos 27:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 27:1 | Comentario Bíblico Online

1. Con qué fe tan viva canta David victoria en su Dios y se gloría en su santo nombre. (A) «Jehová es mi luz» (v. Sal 27:1). Los súbditos decían que David era la antorcha de Israel (2Sa 21:17). Y por cierto que era una lámpara que ardía y alumbraba (Jua 5:35); pero él confiesa que su luz no es propia como la del sol, sino prestada como la de la luna, ya que Jehová era su luz, metáfora que aquí significa protección y ayuda (comp. Sal 4:7; Sal 36:10; Sal 43:3; Sal 44:4; Isa 60:1), en el mismo sentido en que la luz expulsa la ansiedad que causan las tinieblas con sus peligros reales o imaginarios. (B) «Y mi salvación, en el que me siento seguro y a salvo de todo peligro». (C) «Jehová es el baluarte de mi vida, no sólo el protector de mi vida expuesta a peligros, sino también la fuerza de mi debilidad».

2. Con qué valentía tan indomable se enfrenta con sus enemigos; no hay bravura como la que la fe proporciona. Si Dios está con él, ¿quién podrá estar contra él? «De quién temeré?… ¿De quién he de atemorizarme? Véase cómo describe el asalto y el fracaso de sus enemigos (v. Sal 27:2): «Cuando se abalanzaron sobre mí los malhechores para comerse mi carne, mis adversarios y los que me son hostiles, tropezaron y cayeron» (lit.). No dice que él los matase o los hiriese y que por eso habían caído, sino que, por la intervención divina protectora, se habían debilitado y aturdido de tal forma que tropezaron y cayeron sin que los tocase mano de hombre. Así se explica la confianza con que habla en el versículo Sal 27:3: «Aunque un ejército acampe contra mí, no temerá mi corazón». No hay huestes que puedan hacernos daño, si Jehová de las huestes nos protege. «Aunque contra mí se levante guerra, en medio de ésta yo estoy confiado» (v. Sal 27:3. Lit.). Bien puede estar confiado, pues Dios le esconderá y ocultará (v. Sal 27:5), no en el desierto de En-gadi (1Sa 23:29), sino en lo reservado de su morada, en su tabernáculo. No lo esconderá en un lugar subterráneo, sino bien alto, sobre una roca, donde no sólo no le puedan alcanzar los dardos de sus enemigos, sino también donde estará exaltado para dominarlos y reinar sobre ellos, pues «allí levantará mi cabeza sobre mis enemigos que me rodean» (v. Sal 27:6).

3. Con qué fervor ora a fin de mantener íntima y constante comunión con Dios en la celebración de los servicios del santuario (v. Sal 27:4).

(A) Lo único que desea es: «reposar en la casa de Jehová todos los días de mi vida» (v. Sal 27:4). Los sacerdotes tenían su residencia en los atrios del templo, y allí habría deseado David tener también su morada habitual. Todos los buenos hijos de Dios desean vivir en casa de su Padre ¿en dónde, si no, habrían de vivir? ¿Pensamos que alabar a Dios será la bendición de nuestra eternidad? Entonces, de seguro que habríamos de hacer de ello la ocupación primordial de nuestra vida terrenal.

(B) Con qué interés desea eso: «Una sola cosa he pedido a Jehová y la buscaré con empeño» (lit.). Si necesitásemos pedir a Dios una sola cosa, debería ser ésta. David tenía puesto el corazón en ella más que en ninguna otra. Quería vivir en la casa de Jehová «para contemplar la deleitosidad (lit.) de Jehová y para inquirir en su templo». Lo amable, lo hermoso, lo deleitoso de Dios es su santidad (Sal 110:3. Por eso, la frase «la hermosura de la santidad» significa la belleza de los sagrados atavíos con que los sacerdotes se vestían y oficiaban en el santuario nota del traductor ), y también lo es su bondad (Zac 9:17). La armonía de todas las perfecciones divinas es la hermosura de su naturaleza. En la casa de Jehová no había de pasar apuros; allí estuvo escondido durante seis años Joás, descendiente de David, no sólo preservado de la espada, sino reservado para la corona (2Re 11:3). Los falsos amigos de Nehemías también pensaban que estaría seguro si se escondía en el templo (Neh 6:10). Con todo, la seguridad de los buenos creyentes no está en el templo del Señor, sino en el Señor del templo y en una constante comunión con Él.

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