Salmos 32:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Este salmo de David es llamado, en su título, maskil, que, con la mayor probabilidad, significa «contemplación», y viene a ser una «meditación sapiencial», como la llama Arconada, o, como escribe Ryrie, «probablemente significa poema contemplativo o didáctico». Y, verdaderamente, en ninguna otra cosa tenemos mayor necesidad de ser enseñados que en la naturaleza de la genuina felicidad o bienaventuranza. Esta felicidad no consiste en la posesión de los bienes de este mundo, sino en el favor de Dios: su perdón, su gracia, sus bendiciones espirituales (Efe 1:3). Cuando leemos aquí (v. Sal 32:1): «Bienaventurado aquel a quien es perdonada su transgresión», es como si se nos dijera: «El perdón del pecado es el fundamento de toda bendición del pecador, pues es el privilegio fundamental del que fluyen todos los demás ingredientes de su verdadera felicidad». Veamos lo que David dice aquí:

1. En cuanto a la naturaleza de la remisión del pecado. (A) Es el perdón de la transgresión (hebr. pesha, rebelión, como puede verse por el verbo correspondiente Isa 1:2: «… se rebelaron» ). Sin embargo, cuando hay verdadero arrepentimiento, también la rebelión es perdonada y su castigo es cancelado, de forma que ya no pesa sobre el pecador la mano de Dios (v. Sal 32:4). (B) Es una «cobertura» del pecado (hebr. jattah), de la misma forma en que se cubre la desnudez, para que no aparezca nuestra vergüenza (Apo 3:18). Cuando es perdonado el pecado, es cubierto con la justicia de Cristo (2Co 5:21). (C) Es no imputarse la iniquidad (hebr. avón) (v. Sal 32:2), no tenerse en cuenta al pecador su maldad. No nos es imputada nuestra iniquidad al ser hechos justicia de Dios en Cristo (2Co 5:21), puesto que «Jehová cargó sobre Él la iniquidad (hebr. avón) de todos nosotros» (Isa 53:6).

2. En cuanto al carácter de aquellos cuyos pecados han sido ya perdonados: «En cuyo espíritu no hay engaño» (lit. Comp. con Jua 1:47 donde los traductores del Nuevo Testamento al hebreo han vertido por remiyáh el mismo vocablo que sale aquí el griego dólos). No dice: «no hay pecado», sino «no hay engaño»; esto es, no hay doblez, sino sinceridad, pues, ¿quién hay sin pecado, excepto Cristo? (Rom 3:9, Rom 3:10; Jua 8:46; 2Co 5:21 «no conoció pecado»; Heb 4:15). El pecador perdonado está de acuerdo con Dios (1Jn 1:9 «confesamos» gr. homologomen = lit. decimos lo mismo que Dios) en su profesión de arrepentimiento odio al pecado y fe recepción del Salvador y complacencia en Él . Estos dos primeros versículos están citados por Pablo en Rom 4:7, Rom 4:8. «Mientras callé, se consumieron mis huesos» (v. Sal 32:3), añade David, en alusión al tiempo en que no confesaba su pecado (lo hizo tras la reprensión del profeta Natán, v. 2Sa 12:13 y comp. con v. Sal 32:5 del presente salmo). Callan el pecado los que, consciente o inconscientemente, silencian su convicción y desvían la atención a otras cosas, sin descargar su conciencia mediante una confesión digna de un arrepentido, o prefieren languidecer en su iniquidad antes que adoptar el único remedio establecido por Dios para hallar el descanso espiritual y la genuina paz de la conciencia.

3. En cuanto al uso que, por fin, hizo David de ese medio establecido por Dios (v. Sal 32:5): «Mi pecado te declaré y no encubrí mi iniquidad». El pecador inconverso necesita creer para ser salvo (Hch 16:31), pero el creyente pecador ha de confesar (arrepentido, por supuesto) su pecado para ser perdonado (1Jn 1:9).

4. En cuanto a la pronta disposición de Dios a perdonar el pecado a quienes de veras se arrepienten de él (v. Sal 32:5): «Dije: Confesaré mis transgresiones (lit. mi rebelión; hebr. peshaí) a Jehová, y tú perdonaste la maldad (hebr. avón) de mi pecado (hebr. jattatí)». Como si dijese: «Tan pronto como te confesé mi pecado, tú me perdonaste y hallé así la paz para mi alma». Así fue como el padre del pródigo vio y reconoció a su hijo cuando aún estaba lejos y corrió a su encuentro para sellar con un beso el más absoluto perdón (Luc 15:20). «Por esto orará a ti todo santo en el tiempo en que puedas ser hallado» (v. Sal 32:6). Toda persona piadosa es una persona orante. Tan pronto como Saulo fue convertido, dice el propio Dios: «¡Mira, está orando!» (Hch 9:11). Quienes sinceramente abundan en oración, hallarán en tiempo de apuro el beneficio que de ella se obtiene (v. Sal 32:6): «Ciertamente en la inundación de muchas aguas (lo cual siempre es una terrible amenaza) no llegarán éstas a él».

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