Salmos 37:21 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 37:21 | Comentario Bíblico Online

I. Qué se requiere de nosotros como camino para nuestra felicidad. Si queremos obtener las bendiciones de Dios:

1. Hemos de tomar conciencia de nuestro deber de dar a cada uno lo suyo, porque «el impío toma prestado y no devuelve» (v. Sal 37:21). Esto es lo primero que Dios demanda de nosotros: hacer justicia (v. Miq 6:8), y demos a cada uno lo que le pertenece.

2. Hemos de estar prestos a amar misericordia; a todas las obras de caridad, compasión, beneficencia, etc. (v. Sal 37:21), pues así como es una prueba de la bondad de Dios el poner el bien en nuestras manos, así es una prueba de nuestra bondad poner nuestro corazón donde está el bien de nuestras manos, a fin de dar y prestar a otros.

3. Hemos de apartarnos del pecado y empeñarnos en la práctica de una piedad seria y sincera (v. Sal 37:27): «Apártate del mal y haz el bien» (com. Sal 34:14; Isa 1:16, Isa 1:17).

4. Debemos abundar en buena conversación y usar nuestra lengua para glorificar a Dios y edificar al prójimo. Es parte del carácter del justo el que su boca derrama sabiduría (v. Sal 37:30), pues de la abundancia de un buen corazón hablará la boca lo que es bueno y útil para edificar a otros.

5. Hemos de tener nuestra voluntad enteramente sometida a la voluntad y a la palabra de Dios (v. Sal 37:31): «La ley de su Dios está en su corazón». En vano pretenderíamos que Dios es nuestro Dios, si su ley no está dentro de nuestro corazón para hacer de ella la norma de nuestra conducta.

II. Qué se nos promete, bajo estas condiciones, como ejemplos de nuestra dicha.

1. Que tendremos la bendición de Dios, y que esta bendición será la fuente dulce y segura de todos nuestros consuelos y gozos temporales (v. Sal 37:22): «Los que Dios bendice heredarán la tierra» (v. lo dicho en la sección anterior).

2. Que Dios dirigirá y dispondrá todos los asuntos de ellos en la forma que más convenga para la gloria de Dios (v. Sal 37:23): «Por Jehová son afianzados los pasos del hombre (hebr. guéber, esforzado, guerrero, etc. Aquí, el que se esfuerza en cumplir con los requisitos del pacto), y Él (Jehová) aprueba su camino». Señal de esta aprobación es el éxito que Dios le concede y la protección con que le rodea, pues le guía paso a paso y así le conserva en continua dependencia de la dirección divina.

3. Que Dios le preservará de quedar tendido en el suelo si cae en pecado o sufre algún grave apuro (v. Sal 37:24): «Cuando cayere, no quedará postrado, porque Jehová sostiene su mano». Una persona piadosa podrá caer en pecado, pero la gracia de Dios le hará recobrarse mediante el arrepentimiento, a fin de que no quede postrado en el pecado. Podrá, por algún tiempo, perder el gozo de la salvación, pero le será luego restaurado, pues Dios le extenderá su mano y le levantará por medio de su Santo Espíritu. Aunque la hoja se marchite, la raíz quedará salva y sana; ya llegará la primavera después del invierno.

4. Que no nos faltará lo necesario para la vida (v. Sal 37:25): «Joven fui y ya he envejecido, y no he visto al justo desamparado, ni a su descendencia mendigando el pan». A pesar de las muchas vicisitudes por las que puede pasar un hombre ya envejecido, David declara su personal experiencia, fruto de la observación (no sólo como hombre, sino aún más como rey interesado por el bien de sus súbditos), de no haber visto a ninguna persona piadosa y, por tanto, honesta y trabajadora, que se viese reducida a la extrema necesidad.

5. Que Dios no nos abandonará, sino que nos protegerá amorosamente en nuestras dificultades y estrecheces (v. Sal 37:28): «Porque Jehová ama la rectitud y no desampara a sus santos. Para siempre serán guardados». Dios se deleita en hacer justicia y en los que hacen justicia.

6. Que dispondremos de las suficientes comodidades en este mundo, y mucho más cuando salgamos de él: Tendremos para siempre una morada (hebr. shikhón morarás , vocablo de la misma raíz que shekinah), ya en este mundo (v. Sal 37:27), sin ser cortado (lit.), como la descendencia de los impíos (v. Sal 37:28). Por tercera vez se repite que «los justos heredarán la tierra» (el país pactado). No obstante, en este mundo no tenemos ciudad permanente (Heb 13:14); morada perpetua nos está reservada en el Cielo (Jua 14:2, Jua 14:3).

7. Que no llegaremos a ser presa de nuestros adversarios que buscan nuestra ruina (vv. Sal 37:32, Sal 37:33).

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