Salmos 6:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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También este salmo está dirigido al músico principal, o director de música del santuario, en Neguinoth, es decir, para instrumentos de cuerda, y sobre Sheminith = «sobre la octava» (esto es, para cantarlo una octava más alta o baja; o según Ryrie sobre una lira de ocho cuerdas). Como dice la inscripción, es un salmo de David (v. 1, en la Biblia Hebrea). Los versículos Sal 6:1-7 (en nuestras versiones) hablan el lenguaje de un corazón realmente humillado bajo providencias severas, y de un espíritu quebrantado y contrito bajo graves aflicciones.

1. Cómo presenta a Dios sus quejas. Las expone delante de Dios. ¿A quién habría de ir con sus quejas un hijo, sino a su padre? Se queja de enfermedad corporal (v. Sal 6:2): «Mis huesos se estremecen». Sus huesos y su carne estaban, como los de Job, afectados por la enfermedad. Se queja también de turbación de ánimo (v. Sal 6:3): «Mi alma también está muy turbada», lo cual le causa mayor dolor que la debilidad y dolor de sus huesos. Triste cosa es para un hombre tener doloridos a un tiempo los huesos y el alma. «¿Y tú, oh Jehová, ¿hasta cuándo?» Hemos de dirigirnos al Dios viviente en tiempos como éstos, pues Él es médico de cuerpos y almas, y no a los asirios ni al dios de Ecrón.

2. Cómo le afectan estas aflicciones. Le pesan demasiado, pues está consumido a fuerza de gemir (v. Sal 6:6). David era demasiado valiente y considerado como para dolerse así de una aflicción exterior, pero cuando el pecado comenzó a cargar pesadamente sobre su conciencia, se lamentó y lloró en secreto y aun su espíritu rehusó el consuelo. Los verdaderos penitentes lloran en su retiro. David lloraba en la noche sobre su cama mientras meditaba en su corazón y solamente le veía el ojo de quien es todo ojos. Sus ojos se habían envejecido, de tanto llorar a causa de sus angustiadores (v. Sal 6:7), los cuales se alegraban de sus aflicciones y sacaban de sus lágrimas conclusiones falsas.

3. Cómo ora a Dios en esta situación tan triste. Lo que más teme es la ira de Dios; por eso ruega (v. Sal 6:1): «Jehová, no me reprendas en tu enojo, aunque lo tengo merecido, ni me castigues con tu ira». Puede soportar bien la reprensión y el castigo, si Dios, al mismo tiempo, alza sobre él la luz de su rostro y hace, mediante su Santo Espíritu que pueda sentir el gozo y la alegría de su misericordia; la aflicción del cuerpo le resultará tolerable si disfruta de consuelo en el alma (v. Sal 6:4). Lo que más desea como supremo bien, y lo que para él supondría la restauración de todo bien es el favor y la amistad de Dios. Ruega a Dios que tenga misericordia de él y le mire con compasión, que le perdone los pecados y que ejercite su poder para proporcionarle alivio: «Sáname, oh Jehová» (v. Sal 6:2), «Sálvame» (v. Sal 6:4). También ora para que le retorne su favor: «Vuélvete, oh Jehová» (v. Sal 6:4), esto es: «Recíbeme de nuevo en tu favor y reconcíliate conmigo». Ora en general para que le libre de todo mal: «Libra mi alma, esto es, mi persona» (v. Sal 6:4).

4. Cómo presenta razones para apoyar sus peticiones, a fin de moverse a sí mismo, no para mover a Dios. Apela a su propia miseria, a la misericordia divina y a la gloria de Dios (v. Sal 6:5): «Porque en la muerte no queda recuerdo de ti».

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