Salmos 66:8 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Dos razones se nos dan aquí por las que deberíamos bendecir a Dios: 1. La protección que ordinariamente nos dispensa a todos (v. Sal 66:9): Él es quien preservó la vida a nuestra alma, es decir, a nuestra persona, y no permitió que nuestros pies resbalasen. Él nos dio el ser y nos lo conserva por un acto constante de su poder creador. No es la existencia, sino la felicidad, lo que merece el nombre de vida.

2. La especial liberación de grandes apuros y angustias. Vemos: (A) Cuán graves eran esos apuros (vv. Sal 66:11, Sal 66:12). No se dice expresamente cuál es el apuro al que el salmista se refiere, pero es probable que aluda a la invasión de Senaquerib: «Nos metiste en la red, como una prisión merecida por nuestros pecados, pusiste sobre nuestros lomos pesada carga, un peso que nos aplastaba». Y ¿hay algo tan peligroso como el fuego y el agua? «Pasamos por el fuego y por el agua», que son siempre símbolo de serios peligros (v. Isa 43:2). ¿Cuál fue este peligro? Lo dice en la frase precedente (v. Sal 66:12): «Hiciste cabalgar a hombres (lit. al hombre, al mortal débil y vulgar hebreo, enosh ) sobre nuestra cabeza», lo cual es imagen del soldado caído en el campo de batalla, mientras caballos y jinetes pasan sobre él atropellándolo. (B) Cuán bondadoso fue el designio de Dios al sacarlos de tal peligro (v. Sal 66:10): «Tú nos probaste, oh Dios, nos refinaste como se afina la plata». Por medio de las aflicciones, somos probados como la plata y el oro en el crisol. Las gracias que Dios nos otorga, al ser ejercitadas con la prueba, se vuelven más fuertes y activas, y así podemos mejorar nuestro carácter como se mejora la plata cuando es refinada al fuego y se ve libre de la escoria; esto nos será de gran beneficio, pues así somos hechos partícipes de la santidad de Dios (Heb 12:10). (C) Cuán glorioso fue el resultado; las aflicciones y angustias de la Iglesia terminan bien, «Pasamos por el fuego y el agua; pasamos, no nos quedamos allí, no perecimos en las llamas ni en la inundación». Por grandes que sean las tribulaciones de los santos, bendito sea Dios de que hay una salida: «Pero nos sacaste a abundancia, en contraste con las privaciones que habíamos sufrido».

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