Salmos 69:22 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Estas imprecaciones no son oraciones de David contra sus enemigos, sino profecías de la destrucción de ellos, aplicables a los enemigos de Cristo, como lo profetizó él mismo entre sollozos y se cumplió en menos de cuarenta años después de su muerte. Los dos primeros versículos de esta sección son aplicados expresamente por Pablo a los juicios de Dios sobre los judíos incrédulos (Rom 11:9, Rom 11:10), por lo que toda la sección apunta por ese lado.

1. Los juicios que habían de sobrevenir a los que crucificaron a Cristo; no a todos ellos, pues hubo quienes se arrepintieron y hallaron perdón (Hch 2:23, Hch 2:37-41; Hch 3:14, Hch 3:15), sino a los que se endurecieron en la infidelidad y en el rechazo del Evangelio, y continuaron en la enemistad contra los discípulos y seguidores de Cristo (v. 1Ts 2:15, 1Ts 2:16). Aquí se predice:

(A) Que así como ellos habían obrado traicioneramente, también fuesen traicionados por otros que, al aparentar ser amigos, abusarían del hospedaje que se les prestase (v. Sal 69:22): «Que se convierta su mesa en una trampa, etc.». Así como le dieron a Cristo hiel y vinagre, también ellos habrían de ser pagados con la misma moneda.

(B) Que aquellos ojos que se deleitaban al contemplar la agonía del salmista quedasen ciegos (v. Sal 69:23). En sentido espiritual, que nunca tuviesen el consuelo de conocer aquella paz que el Evangelio de Cristo otorga a los creyentes. Su gran pecado era que se negaban a confesar que eran ciegos (Jua 9:41), por lo que era imposible su curación. Su castigo tuvo cumplimiento cuando se negaron a ver el peligro en que incurrían rebelándose contra las autoridades romanas.

(C) Que habían de caer bajo la gran indignación de Dios (v. Sal 69:24): «Derrama sobre ellos tu ira, etc.».

(D) Que su lugar y su nación habían de quedar completamente desolados (v. Sal 69:25), precisamente lo que más temían y por lo que perseguían a Cristo (Jua 11:48). También esto se cumplió cuando los romanos asolaron el país y, por culpa de ellos (los judíos incrédulos), Sion fue arada como un campo (Miq 3:12). El templo era el lugar del que, más que de otra cosa, estaban orgullosos, pero les fue dejado en desolación (Mat 23:38): «En sus tiendas no habite nadie» (v. Sal 69:25), lo cual se cumplió durante muchos años de un modo misterioso en toda Palestina y, especialmente, en Jerusalén.

(E) Que su ruina había de ser total hasta ser aplastados por el peso de sus iniquidades (v. Sal 69:27): «Pon maldad sobre su maldad, que sus infamias se acumulen hasta que no puedan soportar su peso, y no entren en tu justicia, esto es, que no participen en los beneficios de la divina gracia que otorga perdón a los pecadores arrepentidos». No es que Dios excluya a nadie, de antemano, de la gracia y del perdón, pero hay un pecado imperdonable: «el rechazo del perdón», como dice H. Kung. El Evangelio de Cristo no excluye a nadie, sino únicamente a los que, por su incredulidad, se niegan a recibirlo, con lo que se excluyen a sí mismos.

(F) Que serían excluidos de la fuente de la felicidad (v. Sal 69:28): «Sean borrados del libro de la vida» (comp. Éxo 32:32; Flp 4:3; Apo 3:5), es decir, sean excluidos de los privilegios que comporta el pertenecer al pueblo de Dios. Así fue como el pueblo escogido, en su mayor parte, llegó a ser como no-pueblo, mientras los gentiles que habían sido no-pueblo, llegaron a ser pueblo de Dios (Rom 9:25, Rom 9:26; 1Pe 2:10).

2. Cuál es el pecado por el que habían de caer sobre ellos estos terribles castigos (v. Sal 69:26): «Porque persiguieron al que Tú heriste, y comentan el dolor del que Tú llagaste». En Cristo se cumplió esto a la letra, pues plugo a Jehová quebrantarlo, y fue considerado como azotado, herido de Dios y abatido; por eso escondían de Él su rostro los hombres (Isa 53:3, Isa 53:4, 10). Le persiguieron con un furor que llegaba hasta los cielos, cuando gritaban: «¡Crucifícale, crucifícale!»

3. Lo que el salmista piensa de sí mismo en medio de todo esto (v. Sal 69:29): «Pero en cuanto a mí, afligido y miserable, etc.». «Esto es lo peor de mi caso, en cuanto a las aflicciones que padezco, aun cuando estoy inscrito con los justos, no bajo la indignación de Dios como lo están ellos».

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