Salmos 71:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 71:1 | Comentario Bíblico Online

I. El salmista ruega que nunca se vea avergonzado en su recurso al favor de Dios, ni decepcionado en lo que de Dios espera su fe. Todo creyente puede acudir osadamente al trono de la gracia con esta petición.

1. El salmista profesa su confianza en Dios y repite su profesión de tal confianza, a la cual apela para que Dios le socorra. Alabamos a Dios al decirle (si lo decimos de veras) la confianza que tenemos en Él (v. Sal 71:1): «En ti, Jehová, me he refugiado; en ti sólo. Hagan otros lo que hagan, yo escojo por ayudador mío al Dios de Jacob». Y añade: «Sé para mí una roca de refugio» (v. Sal 71:3). Y de nuevo (v. Sal 71:7): «Tú eres mi refugio fuerte». Esto es: «A ti huyo, seguro de estar a salvo en ti y bajo tu protección. Si tú me proteges, nadie puede causarme daño, porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud» (v. Sal 71:5). Como si dijera: «Siempre he esperado en ti y nunca lo he hecho en vano».

2. Su confianza en Dios está fundada en su propia experiencia (vv. Sal 71:5, Sal 71:6): «Porque tú, oh Señor Jehová, eres mi esperanza, seguridad mía desde mi juventud; desde que fui capaz de discernir entre mi mano derecha y mi mano izquierda, dependí de ti, pues en ti me he apoyado desde el seno materno». El que fue nuestra ayuda desde el nacimiento debería ser nuestra esperanza desde la juventud. Si hemos recibido de Dios tantos beneficios antes de que pudiésemos prestarle ningún servicio, no deberíamos perder el tiempo cuando estamos en condiciones de prestárselo. Y añade: «De las entrañas de mi madre tú fuiste el que me sacó; tú fuiste el que me elegiste para que entrase en tu pacto de gracia (comp. Jer 1:5; Luc 1:15; Gál 1:15). Por tanto, tengo motivos para esperar que me protegerás; tú que me has ayudado hasta ahora, no me dejarás caer; tú que me socorriste cuando yo no podía valerme a mí mismo, no me abandonarás ahora que estoy tan desvalido como entonces; por eso, en ti se inspira siempre mi alabanza».

3. Sus peticiones a Dios son:

(A) Que no sea avergonzado jamás (v. Sal 71:1), que no quede decepcionado por no obtener el favor que esperaba.

(B) Que sea librado de la mano de sus enemigos (v. Sal 71:2): «Socórreme y líbrame en tu justicia. Puesto que eres un Dios justo y Juez del mundo, que mantienes en alto la causa de los oprimidos, haz que pueda escapar de un modo u otro. Inclina tu oído hacia mí (lit.), escucha mi oración, y sálvame de mi angustia» (v. también v. Sal 71:4). «Tú has dado mandamiento para salvarme (v. Sal 71:3); es decir, has prometido hacerlo y son tan eficaces tus promesas que bien se las puede llamar, como aquí, mandamientos.» «Muchos son los que tienen puestos los ojos en mí (v. Sal 71:7): Como prodigio (es decir, como motivo de asombro) he sido a muchos, ya que se asombraban de que alguien que de tal modo confiaba en Dios se viese desamparado (comp. Isa 52:14

(C) Que pueda hallar siempre descanso y seguridad en Dios (v. Sal 71:3): «Sé para mí una roca de refugio, adonde recurra yo continuamente». Quienes hallan en Dios su morada, pues viven una vida de comunión con Dios, confían en Él y acuden continuamente a Él en oración de fe, pueden prometerse un refugio tan fuerte y seguro que nunca ha de derrumbarse ni ser demolido por ningún poder invasor (v. Sal 71:7). Así, pues, sea llena mi boca de tu alabanza (v. Sal 71:8), como ahora lo está con mis quejas, y entonces no me avergonzaré de mi esperanza, sino que serán ellos quienes queden avergonzados de su insolencia».

(D) Que no lo deseche ahora en su vejez ni lo desampare cuando se le acaben las fuerzas (v. Sal 71:9). Obsérvese aquí: (a) La debilidad de la vejez: Se acaban las fuerzas. En la juventud, el cuerpo y la mente, la vista y la voz, los brazos y las piernas, son fuertes, pero, ¡hay! todo ello se debilita en la vejez. (b) Lo que vale la presencia y la ayuda de Dios en medio de la debilidad de la vejez: No me deseches … no me desampares. Ser desechado y desamparado por Dios es algo digno de temerse en todo tiempo, pero especialmente en la vejez, cuando nos abandonan las fuerzas, porque es Dios quien da fuerza a nuestro corazón. Pero los fieles siervos de Dios pueden estar seguros de que no les desechará Dios en la vejez, ni los desamparará cuando se les acaben las fuerzas, pues es un Amo que no despacha a sus siervos cuando se hacen viejos. Con esta confianza vuelve el salmista a orar (v. Sal 71:12): «Oh Dios, no te alejes de mí; Dios mío, acude pronto en mi socorro, no sea que perezca antes de que venga el auxilio».

II. Ruega que sus enemigos queden avergonzados de los siniestros planes que traman contra él (vv. Sal 71:10, Sal 71:11, Sal 71:13): «Son mis enemigos … acechan mi alma, conspiran juntos … son los adversarios de mi alma. Dicen: Dios lo ha desamparado; perseguidle y prendedle». En esto, las premisas de ellos eran falsas. No todos los que son considerados por otros como abandonados de Dios, o aun ellos mismos se consideran así, lo están. Y, si las premisas son falsas, por fuerza ha de ser falsa la conclusión que se saca. El que parece abandonar por un momento, no tardará en proteger con amor eterno: «Sean avergonzados, perezcan los adversarios de mi alma, es decir, los que me amenazan de muerte (comp. Sal 35:4). Si no quieren ser confundidos para arrepentirse y así salvarse, que sean confundidos para perpetua deshonra, y así se arruinen».

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