Salmos 73:1 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El salmo comienza de manera abrupta: «Ciertamente es bueno Dios con Israel». Aunque toda la humanidad recibe muchos beneficios de la munificencia divina (v. Hch 14:17), hemos de reconocer que es, de manera muy especial, bueno para Israel.

El salmista nos refiere luego la tentación de envidia que sufrió al ver la prosperidad de los inicuos.

I. En primer lugar, sienta el principio que resolvió adoptar mientras luchaba con la tentación (v. Sal 73:1). Cuando Job entró en una tentación como ésta, tomó como principio inamovible la omnisciencia de Dios: «Mas Él conoce mi camino» (Job 23:10). El principio de Jeremías es la justicia de Dios: «Justo eres tú, oh Jehová, para que yo dispute contigo» (Jer 12:1). El principio de Habacuc es la santidad de Dios: «Muy limpio eres de ojos para ver el mal» (Hab 1:13). El del salmista aquí es la bondad de Dios «para con los limpios de corazón» (v. Sal 73:1). Los limpios de corazón pueden estar seguros de que, cualesquiera sean las pruebas y tentaciones que sufran, verán el rostro, es decir, el favor de Dios (Mat 5:8).

II. Pasa luego a relatar la sacudida que sufrió su fe en la bondad de Dios hacia Israel, por la fuerte tentación de pensar que los limpios de corazón del pueblo de Israel no son más dichosos que los demás y que Dios parece portarse mejor con los impíos que con ellos.

1. Habla de ello como de un tremendo peligro de ser abatido por dicha tentación (v. Sal 73:2): «Pero en cuanto a mí», aunque estaba satisfecho con la bondad de Dios hacia Israel, casi se deslizaron mis pies; el enemigo estuvo a punto de pisarme los talones. ¿Por qué? «Porque tuve envidia de los arrogantes.» Hay tormentas que ponen a prueba las más fuertes anclas. Muchas almas preciosas que tienen vida eterna estuvieron alguna vez en ese «casi», en el que a duras penas escaparon con vida.

2. La tentación (v. Sal 73:3): «Viendo, dice, la prosperidad de los impíos». Parece como si no compartieran las angustias y calamidades comunes de esta vida: «No pasan trabajos como los otros mortales (aun los más santos y sabios), ni son azotados como los demás hombres (v. Sal 73:5), sino que parece como si disfrutaran de un privilegio singular que les exime de la común suerte de penas y sinsabores. Parecen llevarse la mejor parte de los consuelos y comodidades de esta vida. Viven tan tranquilamente que los ojos se les saltan de gordura» (v. Sal 73:7). Hay muchos que tienen en sus manos muchos bienes de este mundo, aunque no tengan en el corazón ningún bien del cielo. Son impíos y, sin embargo, alcanzaron riquezas (v. Sal 73:12). Y hasta parecen morir en paz. Esto es lo primero que menciona, pues es lo que más extraño le resulta (v. Sal 73:4): «Porque no hay congojas para su muerte» (lit. según la versión más probable). No sufren muerte violenta; ni siquiera les aterra su conciencia. No se puede juzgar de la suerte de los hombres en la otra vida por la forma en que salgan de esta vida. Hay quienes pueden morir como corderos y tener su lugar entre los cabritos.

(A) Describe en detalle el mal carácter de tales personas. Al hacer mal uso de los bienes materiales que poseen, se les endurece el corazón en la impiedad y les vuelve orgullosos y arrogantes. Al vivir tranquilos, la soberbia les rodea como un collar (v. Sal 73:6); se jactan de su insolencia como si fuese un buen ornamento. No hay nada malo en llevar un collar, pero cuando sirve para jactarse de un vicio, cesa de ser verdadero adorno. Y así como aparece su orgullo en lo que llevan, también se echa de ver en lo que hablan: «Hablan con altanería (v. Sal 73:8, comp. 2Pe 2:18). Les hace más opresores de sus semejantes que son pobres (v. Sal 73:6): «Se cubren de vestido de violencia», es decir, la violencia ha llegado a ser su traje de cada día (v. también v. Sal 73:8). Su insolencia llega hasta el punto de que les parece que lo saben todo, lo de los cielos y lo de la tierra, y que no necesitan que nadie les enseñe nada (éste parece ser el sentido del v. Sal 73:9).

(B) Describe también la influencia perniciosa que la conducta y el bienestar de los impíos han ejercido sobre muchos israelitas (vv. Sal 73:10-14). Al verles tan atrevidos y sin ser castigados, mi pueblo se vuelve hacia ellos como al partido triunfante, y bebe a grandes sorbos de sus aguas; se vuelven blasfemos y altaneros como ellos; no quieren perderse ni una gota de lo que a los impíos les hace tan felices al parecer y tan tranquilos. Llegan así, como todos los impíos, a dudar de la omnisciencia de Dios (v. Sal 73:11) y se sienten tentados a echar de sí toda religión, pues los impíos lo pasan bien sin ser turbados (12); por lo que sacan esta consecuencia (vv. Sal 73:13, Sal 73:14): Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, etc.

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