Salmos 73:15 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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Cómo guardó el salmista sus pies de caer.

1. Reacciona a tiempo y se niega a hablar como aquellos del pueblo que habían sido seducidos a echar de sí la religión, vencidos por la misma tentación que a él le había acometido (v. Sal 73:15). Ganó la victoria gradualmente. Después del primer impacto de la tentación sobre él, frenó su lengua para no hablar como los otros, al ver que, de lo contrario, daría mal ejemplo a quienes le estimaban como a hombre de excelente reputación y, por eso mismo, su mal ejemplo habría causado enorme daño a la fe de sus prójimos. Si había llegado a pensar mal, al menos siguió el consejo de Pro 30:32: «Pon el dedo sobre tu boca». Debemos pensar dos veces antes de hablar una vez, ya que, por una parte, hay cosas que se pueden pensar pero no se deben decir; y, por otra parte, los segundos pensamientos pueden corregir los errores de los primeros. Nada hay que cause tanto escándalo a la generación de los hijos de Dios como decir que es en vano servir a Dios.

2. Previó la ruina de los impíos. Al principio le resultó muy laborioso desenredar la madeja de sus pensamientos (v. Sal 73:16). No acertaba a dar con la solución del problema que la felicidad de los impíos le presentaba. Su razón no alcanzaba a tanto, «hasta que, entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos» (v. Sal 73:17). En la quietud de la casa de Dios, con los pensamientos que aquel lugar le suscitaba, trayéndole a la memoria porciones de la Santa Biblia que, en lo recio de la tentación, había olvidado, y moviéndole a orar para que Dios le diese luz, comprendió, por fin, que los impíos eran dignos de lástima más que de envidia, pues estaban atesorando ira para el día de la ira (Rom 2:5). El santuario debe ser el recurso de toda alma que se siente tentada. Todo va bien si termina bien; pero lo que termina mal, nunca ha sido verdadero bien. La prosperidad de los malos es corta e insegura. Los lugares altos en que los pone la Providencia resultan deslizaderos y precipicios hacia una completa ruina (v. Sal 73:18). Esta ruina es segura, grande, rápida, repentina, total y definitiva (vv. Sal 73:18, Sal 73:19): «como sueño del que despierta» (v. Sal 73:20). ¡Qué terrible despertar! Por eso, lejos de ser envidiados, deben ser menospreciados como sombras o fantasmas (v. Sal 73:20) que no tienen consistencia y pasan rápidamente (el mismo vocablo de Sal 39:6). Dios los evalúa como lo que son: sombras sin realidad verdadera. Les pasa como al rico necio de Luc 12:19, Luc 12:20.

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