Estudio Bíblico | Explicación de Salmos 86:8 | Comentario Bíblico Online
Aquí el salmista, al proseguir en su oración:
1. Da gloria a Dios (v. Sal 86:8): «Ninguno hay como tú entre los dioses, Señor, ni obras que sean como las tuyas» (lit.), lo cual era una gran prueba de que no había nadie como Él. También le alaba como a fuente de todo ser y, por tanto, como a centro de toda alabanza (v. Sal 86:9): «Todas las naciones que hiciste de uno solo, derivan de ti su ser (Hch 17:24-28) y dependen constantemente de ti, por consiguiente, vendrán y adorarán delante de ti, Señor, y glorificarán tu nombre». ¿Cuál es el motivo principal? (v. Sal 86:10). «Porque, como hacedor de las naciones, tú eres grande y, para demostrar tu grandeza, eres hacedor de portentos (comp. Sal 72:17; Sal 77:13.); así que solamente tú eres Dios y, al revés que los hombres, quienes, al ser miserables criaturas, son tan crueles e inmisericordes (v. Sal 86:14), tú, Señor (v. Sal 86:15), eres un Dios lleno de compasión y favorecedor, tardo para la ira y abundante en amor misericordioso y verdad» (lit. comp. Éxo 34:6). Los hombres son malignos, Dios es benigno; los hombres son falsos, Dios es fiel y veraz; los hombres son vengativos, Dios es lleno de compasión. La primera parte del versículo Sal 86:16 está tomada de Sal 25:16; la segunda, de Sal 116:16. Como hace notar Cohen, hijo de tu sierva denota el esclavo que es parte de la familia por nacimiento dentro de la casa, lo cual le vincula al amo con mayor fuerza que el esclavo que ha sido comprado. Tiene otra buena razón para alabar y dar gracias (vv. Sal 86:12, Sal 86:13) a Dios por el hecho de que, en el pasado, ya le había salvado cuando estaba a punto de perecer (comp. con Sal 56:13). Bien puede llamarle: «Señor (no, Jehová) Dios mío» (v. Sal 86:12).
2. Pide insistentemente a Dios piedad y gracia. Se queja de la mala voluntad de sus enemigos, quienes no cejan en la implacable y conjunta conspiración que han tramado contra él (v. Sal 86:14), gente orgullosa y violenta que no sólo tratan de darle muerte a él, sino que no tienen ningún temor de Dios: «no te tuvieron presente» (de Sal 54:3, casi a la letra). Las peticiones del salmista son:
(A) Que obre Dios en él por medio de su gracia (v. Sal 86:11): «Enséñame, Jehová, tu camino» (de Sal 27:11); es decir, el camino que me has designado para andar en él (comp. Efe 2:10); cuando yo dude sobre lo que debo hacer, dime claramente: éste es el camino, para que yo camine en tu verdad (comp. Sal 26:3). Podría pensar alguien que el orden debería ser: «Enséñame tu verdad, para que yo ande en tu camino»; pero todo viene a lo mismo; es el camino de la verdad el que Dios enseña y el que debemos escoger para andar en él (Sal 119:30). Cristo es el camino y la verdad y la vida (Jua 14:6) y el camino nuevo y vivo (Heb 10:20), y hemos de aprender de Cristo, así como a andar en Él (Col 2:6-7). «Haz uno, esto es, íntegro no dividido , mi corazón para temer tu nombre» (v. Sal 86:11. Lit.). Como si dijese: «Hazme sincero en mis prácticas religiosas; los hipócritas son de doble corazón; haz que el mío sea uno y entero para Dios, sin dividirlo entre Él y el mundo» (comp. Mat 6:22-24).
(B) Que le muestre señales de su favor hacia él (vv. Sal 86:16, Sal 86:17). Tres cosas pide aquí: (a) Que vuelva su rostro hacia él (lit.), como a uno a quien se ama, para tener así paz y consuelo. (b) Que le de completa liberación y salvación (v. Sal 86:16): «Da tu fuerza a tu siervo y salva al hijo de tu sierva; pon fuerzas dentro de mí, a fin de que pueda valerme, y pon tu fuerza misma a favor de mí, a fin de que pueda escapar a salvo de las manos de los que traman mi ruina». (c) Que Dios le preserve su buena reputación (v. Sal 86:17): «Obra por mí una señal para bien (lit.), de forma que la vean los que me aborrecen y sean avergonzados de su enemistad contra mí, como tendrán motivo cuando se den cuenta de que tú, Jehová, me ayudaste y me consolaste» (comp. Sal 35:4).
