Salmos 94:12 Explicación | Estudio | Comentario Bíblico de Matthew Henry

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El salmista profiere ahora palabras de consuelo a los santos que sufren. Lo hace basado en las promesas de Dios y en su propia experiencia.

1. Basado en las promesas de Dios, las cuales no sólo les preservan de la calamidad, sino que les aseguran la verdadera dicha (v. Sal 94:12): «Dichoso el hombre a quien tú, Yah, corriges». Aquí el salmista eleva la mirada por encima de los instrumentos de aflicción, y se fija en las manos de Dios, con lo que el castigo cambia de color. Los enemigos quebrantan al pueblo de Dios (v. Sal 94:5); pero Dios, mediante ese quebranto, corrige a su pueblo, como un padre al hijo en quien tiene su deleite; los perseguidores son sólo la vara con que los corrige. Aquí se promete:

(A) Que el pueblo de Dios obtendrá bienes de sus sufrimientos. Cuando Dios les castiga, les enseña (v. Sal 94:12), y dichoso es el hombre que recibe esta disciplina divina, pues nadie enseña como Dios. Cuando somos castigados, hemos de orar ser instruidos, y ver en la ley de Dios el mejor expositor de su Providencia. No es el castigo mismo el que hace bien, sino la enseñanza que le acompaña y explica.

(B) Que el pueblo de Dios obtendrá paz de sus sufrimientos (v. Sal 94:13): «Para hacerle descansar (no física, sino mentalmente, comp. Isa 7:4) en los días de aflicción». Dice Cohen: «El hombre que ha aceptado la instrucción de Dios no perderá ánimos ni fe en los días de prueba, porque está convencido de que llegará el día de dar cuentas».

(C) Que verán la ruina de los que eran instrumentos de sus padecimientos (v. Sal 94:13).

(D) Que, aunque se hallen abatidos, no quedarán abandonados (v. Sal 94:14). Les pase lo que les pase, Dios no los desechará, no los borrará de su pacto ni les retirará su protección. El Apóstol Pablo se consolaba grandemente con esto (Rom 11:1).

(E) Que, por mal que marchen ahora las cosas, se han de arreglar un día (v. Sal 94:15): «El juicio será vuelto a la justicia», es decir, los tribunales de justicia volverán a dictar sentencia de forma justa y equitativa, y abundarán los rectos de corazón que busquen la justicia. Todo esto será obra de Dios a favor del pueblo, para que Israel recobre su prosperidad. Esta misma esperanza nos ha de consolar cuando parezca que las cosas marchan mal en contra nuestra.

2. Basado en sus experiencias y observaciones personales.

(A) Él y sus amigos habían estado oprimidos por crueles tiranos que disponían del poder necesario para abusar de los buenos ciudadanos. Eran malignos y hacedores de iniquidad (v. Sal 94:16). Se entregaban a toda clase de impiedad e inmoralidad, de forma que su tribunal era inicuo (v. Sal 94:20). La iniquidad es suficientemente atrevida aun en el caso de que las leyes humanas la persigan, pues raras veces resultan efectivas, pero ¡cuánto más insolente y dañina es cuando está respaldada por la ley! Estos obradores de iniquidad condenaban la sangre inocente (v. Sal 94:21) haciendo agravio bajo forma de ley (v. Sal 94:20), lo mismo que hicieron contra Daniel (Dan 6:7) para echarle al foso de los leones. Así han sido tratados con frecuencia los mayores bienhechores de la humanidad, bajo capa de ley y justicia, como si fueran los peores malhechores.

(B) La opresión que sufría pesaba gravemente sobre ellos. El salmista se veía a sí mismo, si no fuese por la ayuda de Dios, morando en el silencio de la tumba (v. Sal 94:17, comp. con Sal 115:17), estaba «en las últimas» sin saber qué decir ni hacer. El Apóstol había recibido, en un caso similar, dentro de sí respuesta (lit.) de muerte (2Co 1:8, 2Co 1:9). El salmista decía: «Mi pie resbala» (v. Sal 94:18, comp. con Sal 38:16; Sal 73:2). Una multitud de pensamientos contradictorios le dejaban perplejo, sin saber en qué iba a parar aquello ni qué medidas tomar.

(C) En su apuro, buscó ayuda, socorro y alivio (v. Sal 94:16): «¿Quién se levantará por mí contra los malignos? ¿Tengo algún amigo que se preste, por amor, a socorrerme?» Miraba en derredor y no veía a ninguno. Cuando Pablo fue llevado ante el tribunal de Nerón, ninguno estuvo a su lado (2Ti 4:16). Le gritaban al Señor (v. Sal 94:20): «¿Se aliará contigo el tribunal inicuo?» Como si dijese: «¿Es posible que estos inicuos puedan resguardarse bajo el pretexto de que administran la justicia en nombre de Jehová?» Sólo cuando está a favor de la equidad y de la justicia puede decirse que un tribunal es aliado de Dios. El tribunal inicuo no puede en modo alguno tener comunión con Dios.

(D) Hallaron socorro y alivio en Dios, y sólo en Él. Por eso, habla el salmista de la ayuda de Jehová (v. Sal 94:17), cuando se pone en Él la confianza y se espera de Él el alivio. «Si no fuera por eso, dice, nunca habría podido conservar el dominio de mí mismo; pero al vivir por fe en Él, he podido conservar la cabeza por encima del agua.» El socorro que recibimos se lo debemos no sólo al poder de Dios, sino a su misericordia (vv. Sal 94:18, Sal 94:19): «Tu misericordia, Jehová, me sustenta. Tus consolaciones alegran mi alma cuando son muchas las preocupaciones dentro de mí. Cuando se agolpan en mi mente los pensamientos inquietantes, sólo el consuelo que tú me ofreces sirve para aquietar mi mente y dar paz a mi alma». Las consolaciones de Dios llegan hasta el alma, no sólo hasta la imaginación y le dan la paz y el gozo que no pueden darle las sonrisas del mundo, ni pueden quitarle los enfados del mundo.

(E) Dios es, y siempre será, Justo Juez, protector del derecho y castigador del mal; de esto tenía el salmista la seguridad y la experiencia (v. Sal 94:22): «Cuando nadie quiera, o no pueda, o no se atreva a defenderme, Jehová es mi baluarte, para preservarme de la maldad de mis apuros, para no hundirme bajo su peso ni ser arruinado por ellos; y es la roca de mi refugio, en cuyas hendiduras puedo cobijarme y encima de la cual puedo asentar mis pies para estar fuera del alcance de todo peligro».

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