Significado de HUMANIDAD Según La Biblia | Concepto y Definición

HUMANIDAD Significado Bíblico

¿Qué Es HUMANIDAD En La Biblia?

Designación colectiva para todas las criaturas que están hechas a imagen de Dios, por lo cual se distinguen de todas las demás criaturas y de Dios mismo.
La humanidad como creación de Dios
Gén 1:1-31; Gén 2:1-25 es fundamental para entender a la humanidad como creación divina. La humanidad fue creada directamente por Dios (Gén 1:26) y no evolucionó de formas de vida más elementales. Las evidencias empíricas favorecen la aparición repentina de la plena humanidad, lo cual es congruente con las Escrituras.
Además, el hombre fue creado a imagen de Dios. El sentido de esa imagen se ha debatido a lo largo de la historia cristiana. Algunos la han identificado con el raciocinio y otros con la capacidad de relación, pero ninguna es adecuada. Las citas bíblicas se dividen en dos grupos. Primero, hay referencias directas a la creación del hombre a imagen de Dios (Gén 1:26-31; Gén 9:6; Stg 3:9). Dios creó a los seres humanos a Su imagen para que el hombre fuera Su representante, y le dio dominio sobre la creación (Sal 8:3-8). La imagen de Dios es el fundamento de la santidad de la vida humana (Gén 9:6). Por ser el hombre representante de Dios, el homicidio es un ataque a Dios mismo. La imagen también implica propiedad (Mar 12:13-17). La humanidad, al tener “estampada” la imagen de Dios, es posesión especial de Él. Segundo, las referencias bíblicas a la imagen la relacionan con la trasformación del carácter que acompaña a la salvación (Rom 8:29; 1Co 15:49; 2Co 3:18; Efe 4:24; Col 3:10), y destacan la conformidad creciente del creyente con el carácter de Jesucristo, especialmente en santidad y rectitud.
Dios también creó a la humanidad como varón y mujer. Ambos son portadores de la imagen divina (Gén 1:27) y gozan de igual posición frente a Él. La creación divina de la humanidad como varón y mujer es base de la enseñanza bíblica en relación al matrimonio, el divorcio, la familia y la homosexualidad (Gén 2:18-25; Mat 19:3-6; Rom 1:26-27).
El hombre también fue creado por Dios como cuerpo y alma (Gén 2:7). De modo que tiene una parte material adecuada para vivir en la tierra y una parte eterna, inmaterial, que sobrevive a la muerte física (2Co 5:1-8). Algunos sugieren que la parte inmaterial del hombre se divide en alma y espíritu. La Biblia hace énfasis en el hombre como una persona integral más que como composición de partes. Los términos para “alma” y “espíritu” con frecuencia se usan indistintamente en las Escrituras, y es difícil construir un argumento bíblico a favor de una marcada separación entre alma y espíritu.
La humanidad bajo pecado
El pecado de la primera pareja humana provocó un profundo cambio en la humanidad y en su relación con Dios (Rom 5:12). La imagen divina permaneció, pero estropeada y distorsionada. La humanidad continuó procreándose como varón y mujer, aunque las relaciones de unos con otros fueron profunda e inmediatamente afectadas por el pecado (Gén 4:1-26). El hombre siguió siendo cuerpo y alma, pero su ser interior fue particularmente impactado por el pecado. El corazón del hombre, el nudo de su ser, es pecaminoso (Gén 6:5; Jer 17:9; Mar 7:20-23), y su mente está entenebrecida (Efe 4:17-19). La voluntad del hombre es esclava del pecado (Rom 3:10-11; 2Ti 2:25-26), su conciencia está corrompida (Tit 1:15) y sus deseos torcidos (Efe 2:3; Tit 3:3). En pocas palabras, la humanidad está universalmente muerta en pecado (Efe 2:1), en un estado de hostilidad hacia Dios (Rom 5:10) y sujeta a muerte física seguida de juicio eterno (Rom 5:12-21; Rom 8:10; Heb 9:27; Rom 14:12).
La humanidad redimida
En Su misericordia, Dios no dejó que la humanidad pereciera eternamente sino que proveyó el medio de redención. La participación humana en la salvación comienza a nivel individual, cuando conscientemente se coloca la fe en Jesucristo. La fe salvadora implica reconocimiento de quién es Jesús (el Hijo de Dios plenamente divino y plenamente humano), la confianza en los méritos de Su muerte expiatoria y el sometimiento a Su voluntad. Todo esto es posible gracias a Dios quien, según Su propósito eterno y misericordioso, permite a la humanidad pecadora tener fe en Él (Efe 2:4-9; 1Ti 1:14; Tit 3:5).
Hay diferencias de opinión en cuanto a la naturaleza de la humanidad salvada. Algunos ven dos naturalezas de orientación moral totalmente opuestas, una completamente pecadora, la otra perfecta (identificada por algunos con el Espíritu Santo), que obran en el creyente. Los que proponen una marcada distinción entre alma y espíritu, identifican la naturaleza pecadora con el alma y la perfecta con el espíritu. Pablo describe al cristiano como una nueva criatura (2Co 5:17), aunque imperfecta, en quien habita el Espíritu Santo de Dios (Rom 8:9-17) y está inmersa en un proceso gradual de transformación (Rom 8:12-13; 2Co 3:18; Col 3:10) y en conflicto con la carne (naturaleza pecadora) y la ley del pecado (Rom 7:14-25; Rom 8:1-8).
La participación de la humanidad en la salvación se consumará al final de los tiempos con la resurrección y la entrada al estado eterno (1Co 15:50-57). Las Escrituras destacan la perfecta conformidad del creyente con Cristo (1Jn 3:2), su eterna relación con Dios (Jua 14:2-3) y la gozosa reunión de adoración de todos los redimidos (Apo 7:9-10). Esto, claro está, no incluye a toda la humanidad. Los que no creen en Jesucristo pasarán la eternidad sufriendo la justa ira de Dios (Jua 3:36; 2Ts 1:9). Ver Alma; Antropología; Creación; Cuerpo, Cuerpo de Cristo; Espíritu; Iglesia; Imagen de Dios; Libertad; Pecado.

T. Preston Pearce