Significado de TEMPLO DE JERUSALÉN Según La Biblia | Concepto y Definición

TEMPLO DE JERUSALÉN Significado Bíblico

¿Qué Es TEMPLO DE JERUSALÉN En La Biblia?

Lugar de adoración, en particular el templo de Salomón construido en Jerusalén para la adoración nacional a Yahvéh. “Templo” significa lugar sagrado o santo, muy similar a las dos palabras que se utilizan en griego, hieron (área del templo) y naos (santuario), que se traducen “templo” en el NT. En el AT generalmente se utiliza bet Yahvéh o bet Elohim, “casa de Yahvéh” o “casa de Dios”, porque se dice que el Señor habita allí. Otra expresión hebrea para templo es hekal, palabra derivada de la lengua sumeria que significa “palacio, gran casa”, ya sea para Dios o un rey terrenal. Por esta razón, cuando David terminó de construir su palacio de cedro, creyó que era apropiado construir otro para Yahvéh (2Sa 7:1-2). En un principio, Natán aprobó su plan, pero Dios dijo que desde el éxodo de Egipto estaba acostumbrado a residir en una tienda. Permitiría que el hijo de David construyera un templo para Él, pero Él construiría una casa para David (dinastía, 2Sa 7:3-16). Esta promesa pactada fue sumamente relevante para el cumplimiento de la esperanza mesiánica con la venida del gran rey del linaje de David. Ver Tabernáculo, tienda de reunión.
El libro de Crónicas deja en claro que David planificó el templo y acumuló grandes riquezas y dádivas para construirlo, aunque fue Salomón quien finalmente lo edificó. Es posible que el templo de Salomón no haya sido el primer santuario que alojó el arca del pacto, ya que en Silo existía una casa de Yahvéh también llamada templo (1Sa 1:7; 1Sa 1:9; 1Sa 1:24; 1Sa 3:3). En 1Sa 2:22 se denomina “tabernáculo de reunión” pero no resulta claro si se refiere al tabernáculo del desierto. En el gran sermón de Jeremías en el templo les advirtió a todos los que entraran en la casa de Jehová en Jerusalén que si confiaban más en el santuario mismo que en el Señor, Dios podría destruir el templo de Salomón tal como lo había hecho con el anterior en Silo (Jer 7:1-15; Jer 26:1-6).
Israel conocía otros lugares de adoración mucho más antiguos que el templo de Jerusalén. Los antiguos lugares santos patriarcales cercanos a Siquem o Bet-el (Gén 12:6-8; Gén 28:10-22; comp. Deu 11:29-30; Deu 27:1-26; Jos 8:30-35; Jos 24:1-28; Jue 20:26-27) no se denominan templos en las Escrituras, si bien es posible que los habitantes del lugar los llamaran de esa manera. No es posible determinar qué tipo de santuarios existían en Ofra, Gilgal, Nob, Mizpa, Ramá u otros “lugares altos” donde se adoraba a Yahvéh, pero “el templo” hace referencia al santuario que existía en Jerusalén en la época de Salomón.
El templo de Salomón
Tres templos se sucedieron a lo largo de la historia: el de Salomón (preexílico), el de Zorobabel (posexílico) y el de Herodes (NT). El templo de Herodes era en realidad una reconstrucción masiva del templo de Zorobabel, por lo que el judaísmo considera a ambos “segundo templo”. Los tres templos estuvieron ubicados en un monte al norte de la ciudad capital de David, quien la conquistó tras luchar contra los jebuseos (2Sa 5:6-7). Por consejo del profeta Gad, David le había comprado dicho monte al jebuseo Arauna. El objetivo era construir un altar y ofrecer sacrificios en la era para detener una plaga que azotaba al pueblo (2Sa 24:18-25). El libro de Crónicas identifica esta elevación con el Monte Moriah, donde Abraham estuvo dispuesto a sacrificar a Isaac (2Cr 3:1; Gén 22:1-14). Por este motivo, el monte donde actualmente se encuentra el templo en Jerusalén se llama Monte Moriah, y la era de Arauna es sin dudas la gran roca consagrada dentro de la Mezquita de la Roca, centro del recinto musulmán llamado Haram es-Sharif (en orden de importancia, el tercer lugar sagrado para el Islam después de La Meca y Medina). Este recinto es básicamente lo que queda de la plataforma ampliada del templo de Herodes cuya mampostería puede apreciarse mejor en el Muro Occidental, el lugar más sagrado del judaísmo desde que los romanos destruyeron el templo de Herodes.
No ha quedado ninguna piedra que los arqueólogos puedan atribuir con total seguridad al templo de Salomón. Lo que sí existe es un detallado relato literario de su construcción en los libros de Reyes (1Re 5:1-18; 1Re 6:1-38; 1Re 7:1-51; 1Re 8:1-66; 1Re 9:1-10) y Crónicas (2Cr 2:1-18; 2Cr 3:1-17; 2Cr 4:1-22; 2Cr 5:1-14; 2Cr 6:1-42; 2Cr 7:1-22). La visión de Ezequiel del nuevo templo de Jerusalén después del exilio (Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20; Eze 43:1-27) es idealista y tal vez nunca se haya concretado en la reconstrucción que hizo Zorobabel; sin embargo, muchos de sus detalles tal vez reflejaban el templo de Salomón, donde es probable que Ezequiel haya servido como sacerdote antes de ser deportado a Babilonia en el 597 a.C. El tratado con Hiram, el rey de Tiro, y el contratar al artesano en bronce Hiram (o Huram-abi, una persona diferente al rey) demuestran una considerable influencia, pericia, mano de obra y diseño artístico fenicio en la construcción del templo.
El principal significado del templo era el mismo que el del arca para la que fue construido: un símbolo de la presencia de Dios entre Su pueblo (Éxo 25:21-22). Dado que era la casa de Dios, los adoradores no podían ingresar al lugar santo, que estaba reservado para los sacerdotes y los encargados de dirigir la adoración; mucho menos al lugar más santo (lugar santísimo) donde solo podía ingresar el sumo sacerdote una vez al año (Lev 16:1-34). Los adoradores podían reunirse para orar y ofrecer sacrificios en los patios del templo, donde entonaban salmos mientras veían que sus ofrendas eran presentadas a Yahvéh en el gran altar. El espíritu de oración y alabanza de Israel se encuentra en los Salmos y en las experiencias de adoración como la de Isaías cuando obedeció el llamado profético en el atrio del templo (Isa 6:1-8).
El relato de la experiencia de Isaías deja en claro que el templo terrenal era visto como microcosmos del templo celestial donde realmente mora el Rey del universo. El estremecimiento y el humo ante la presencia de Dios en el Sinaí ahora se producían en Sión (Isa 6:4). Israel comprendió que, solo por Su gracia, Dios había aceptado morar entre Su pueblo. Por esta razón, Deuteronomio menciona el santuario central como el lugar que Yahvéh había elegido para morada de Su nombre (Deu 12:5; comp. 1Re 8:13), y los entendidos sobre el sacerdocio lo consideraban un lugar lleno de la gloria divina (comp. con el tabernáculo, Éxo 40:34). Obviamente, nada puede albergar a Dios: “Pero ¿es verdad que Dios morará sobre la tierra? He aquí que los cielos, los cielos de los cielos, no te pueden contener; ¿cuánto menos esta casa que yo he edificado?” (1Re 8:27).
El templo de Salomón tenía forma de una “casa larga” con tres habitaciones consecutivas en dirección este-oeste, un vestíbulo de solo 4,5 metros (15 pies) de profundidad, una nave (el lugar santo) de 18 metros (60 pies) y un santuario interno (el lugar santísimo) de 9 metros (30 pies) (1Re 6:2-3; 1Re 6:16-17). Las medidas internas de la “casa” propiamente dicha eran 9 metros (30 pies) de ancho por 13,5 metros (45 pies) de alto, sin contar el pórtico, que era una especie de entrada abierta. Este diseño es bastante similar al de varios templos sirios y cananeos excavados en las últimas décadas (en Hazor, Laquis, Tell Tainat). Incluso existe un “templo” israelita en la frontera sudeste de Judá en la fortaleza de Arad que data de la Edad de Hierro y que algunos han comparado con el templo de Salomón. Ninguno era tan simétrico ni ornamentado ni grande como el templo de Jerusalén, aunque el complejo del palacio de Salomón, donde el templo constituía solo una parte (1Re 7:1-12), era mucho más grande y su construcción llevó más tiempo (Tell Tainat, en el norte de Siria, es la analogía más cercana). Alrededor de la parte externa de la casa propiamente dicha se construyeron tres pisos de cámaras laterales que funcionaban como depósitos del templo sobre los cuales había ventanas empotradas en los muros del lugar santo (1Re 6:4-6; 1Re 6:8-10).
El interior de la casa propiamente dicha tenía paredes de paneles de cedro, pisos de ciprés y estaba todo recubierto de oro. La decoración consistía en famosas ornamentaciones artísticas fenicias, diseños florales con querubines, flores y palmeras. El lugar santísimo, un cubo sin ventanas de unos 9 metros (30 pies), albergaba el arca del pacto, que estaba custodiada por dos querubines de 4,5 metros (15 pies) de alto ubicados en cada pared lateral con las alas extendidas que se tocaban en el medio (1Re 6:15-28). Un interesante hallazgo de la investigación arqueológica es la reconstrucción de la forma de estos antiguos querubines. Se trata de esfinges de estilo egipcio (leones alados con cabeza humana) como los que se encuentran en los apoyabrazos del trono de un rey cananeo en uno de los marfiles de Meguido. El arca, con sus propios querubines guardianes en la parte superior del propiciatorio (Éxo 25:18-20), era el “estrado” de Yahvéh. Debajo de estos maravillosos querubines, Dios estaba entronizado de manera invisible.
Las puertas dobles del santuario interno y la nave estaban talladas y recubiertas de manera similar con madera y oro (2Re 6:31-33). El diseño prescripto para la pared del atrio interno, “tres hileras de piedra labrada por cada hilera de vigas de cedro” (NVI), se encontró también en las construcciones salomónicas excavadas en Meguido (1Re 6:36; 1Re 7:12). Esta disposición también corresponde al templo de Tell Tainat. La construcción de este exquisito santuario llevó siete años (960 a.C. aprox.; 1Re 6:37-38). La descripción del maravilloso mobiliario del lugar santo y el patio requieren un capítulo aparte (1Re 7:9-51).
Las creaciones más misteriosas eran dos grandes columnas de bronce de aprox. 11 m (35 pies) de alto con capiteles bellamente ornamentados con cadenas de lirios e hileras de granadas (1Re 7:15-20). Tenían casi 2 m (6 pies) de diámetro, eran huecas y estaban recubiertas de unos 8 cm (3 pulgadas) de bronce. Estas columnas fueron llamadas “Jaquín” (“Él establecerá”) y “Booz” (“en la fuerza de”), quizás para referirse al simbolismo visible del templo como testimonio de la estabilidad de la dinastía davídica con la cual estaba estrechamente relacionado.
En este punto, el lector espera que se presente un relato del altar de bronce, tal como se incluye en el libro de Crónicas (2Cr 4:1) pero que Reyes solo da por sentado (1Re 8:22; 1Re 8:54; 1Re 8:64; 1Re 9:25). Este altar era grande, medía 3,25 m2 (35 pies cuadrados) y 4,5 m (15 pies) de alto, probablemente con escalones.
El mar de fundición, que tal vez tenía algún tipo de simbolismo cósmico, estaba ubicado en el cuadrante central y sur del patio interno frente al altar de bronce. Era redondo con un borde en forma de copa, tenía 4,5 m (15 pies) de diámetro y aprox. 2 m (7,5 pies) de alto con una circunferencia de unos 14 m (45 pies). Estaba hecho de bronce fundido, profusamente decorado y se apoyaba sobre el lomo de doce bueyes dispuestos en grupos de tres mirando hacia cada punto cardinal. Dado que contenía alrededor de 45.500 litros (10.000 galones) de agua, probablemente haya servido para suministrarla a las fuentes mediante algún mecanismo de sifón.
La tercera gran obra de ingeniería fue la fabricación de diez soportes rodantes ornamentados para las diez fuentes, cinco a cada lado del patio. Las fuentes medían aprox. 0,5 m2 (6 pies cuadrados) por casi 1,5 m (4,5 pies) de alto y contenían alrededor de 900 litros de agua (200 galones) cada una; realmente pesadas, debían transportarse sobre carros con ruedas. El libro de Crónicas indica que se utilizaban para lavar los utensilios para los sacrificios (2Cr 4:6).
Durante la fiesta de los tabernáculos, Salomón presidió un elaborado festival de dedicación del templo (1Re 8:1-66; 1Re 9:1-9). El relato comienza con una procesión del arca que contenía las dos tablas del Decálogo. La gloria de Dios en la brillante nube de Su presencia llenó el santuario (1Re 8:1-11). Luego el rey bendijo a la congregación; alabó a Dios por Sus misericordias en el cumplimiento del pacto y la promesa que Natán le había hecho a David; elevó una larga y fervorosa oración mencionando siete situaciones diferentes en que las plegarias de Su pueblo debían dirigirse desde el templo terrenal al trono celestial, y cerró la ceremonia con una bendición. El rey luego ofreció innumerables sacrificios durante los siete días de la gran fiesta de dedicación. Dios había consagrado esta casa de oración pero exigía que Salomón y todos sus sucesores fueran obedientes al pacto; de lo contrario, tendría que destruir el magnífico santuario debido a la apostasía del pueblo (1Re 9:1-9). El énfasis de la oración de Salomón y la respuesta de Dios señalan la necesidad de ser conscientes del pecado y arrepentirse genuinamente para que las ceremonias del templo continúen siendo un símbolo de verdadera adoración y devoción (2Cr 7:13-14). Los grandes profetas predicaron que, en la adoración en el templo, Israel no pudo evitar el sincretismo con impulsos religiosos paganos ni la irrelevancia hipócrita de un énfasis exagerado y sin sentido en los ritos que le impedían demostrar obediencia piadosa al supremo y soberano Señor (Isa 1:10-17; Miq 6:6-8; Jer 7:1-26).
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El templo de Herodes (20 a.C.–70 d.C.) comenzó a construirse en el año 18 del reinado de Herodes el Grande (37–4 a.C.). De acuerdo a Josefo, historiador judío del siglo I, el templo se construyó después de quitar los viejos cimientos.
 
El edificio anterior, el templo de Zorobabel, fue una sencilla restauración del templo de Salomón, que había sido destruido durante la conquista babilónica. El edificio central se construyó en tan solo dos años, sin que hubiera interrupción de las actividades del templo. Los edificios de alrededor y los grandes atrios, que fueron agrandados, no se terminaron hasta el 64 d.C. El templo fue destruido por los romanos al mando de Tito, durante la segunda revuelta judía, en el 70 d.C.
1. Lugar Santísimo (donde una vez estuvieron el arca del pacto y los grandes querubines)
2. El lugar santo
2a. Velo (en realidad eran dos grandes tapices colgados delante de la entrada al lugar santísimo, para permitir que el sumo sacerdote estuviera entre ambos sin que se viera el santuario. Este es el velo que se rasgó por la mitad cuando Jesús estaba en la cruz)
2b. Altar del incienso
2c. Mesa de los panes de la proposición
2d. Candelero de oro de siete brazos
3. Pórtico del templo
4. Atrio de los sacerdotes
5. Atrio de Israel (varones)
6. Altar del holocausto
7. Lugar en que se amarraban los animales
8. Lugar para matar y desollar
9. Lavacro (fuente)
10. Cámara de Finees (almacenaje de vestiduras)
11. Cámara donde se hacía el pan
12. Puertas norte de los atrios interiores
13. Puertas sur de los atrios interiores
14. Puerta este (Nicanor)
15. Atrio de las mujeres
16. Atrio de los nazareos
17. Atrio del leñero
18. Cámara para los leprosos
19. Shemanyah (posiblemente, “aceite de Yah”)
20. Balcón para las mujeres (para observar actividades del templo)
21. Puerta la Hermosa (?)
22. Terraza
23. Soreg (partición de 3 codos de alto)
24. Inscripciones de advertencia a los gentiles
La historia del templo de Salomón tiene muchos altibajos a lo largo de sus casi 400 años de existencia. Los tesoros de oro fueron saqueados con frecuencia por invasores extranjeros como Sisac de Egipto (1Re 14:25-26). Durante la división de los reinos, Jeroboam estableció santuarios rivales en Bet-el y Dan; esto alejó de Jerusalén a muchos adoradores durante 200 años. Pese a que previamente había reparado el altar del templo y llevado adelante reformas limitadas en la adoración (2Cr 15:8-18), el rey Asa saqueó los tesoros del santuario para comprar un aliado militar, Benadad de Siria, y levantarse contra Baasa, monarca del Reino del Norte (1Re 15:18-19). Joás de Judá realizó reparaciones en el templo después del asesinato de la malvada reina Atalía, pero aun él tuvo que recurrir a los tesoros para sobornar a Hazael, el rey de Siria (2Re 12:1-21). El rey Joás de Israel fue neciamente desafiado a luchar contra Amasías, el rey de Judá, y no solo derrotó a este sino que además entró en Jerusalén y saqueó el templo (2Re 14:12-14). El rey Acaz saqueó su propio templo al tomar algunos objetos de bronce del atrio para pagar tributo a Asiria durante la guerra siroefrainita del 735 a.C. (2Re 16:8-9; 2Re 16:17). El buen rey Ezequías recaudó un gran tributo para Senaquerib, rey de Asiria, durante la invasión del 701 a.C. Para cumplir con la obligación incluso tomó parte del oro que recubría las puertas del templo (2Re 18:13-16). Durante el largo y desastroso reinado de Manasés se colocaron en el templo ídolos abominables y objetos de culto pagano, elementos que el rey Josías tuvo que quitar durante su reforma (2Re 23:4-6; 2Re 23:11-12). Tanto Ezequías como Josías durante sus reformas pudieron centralizar la adoración en el templo de Jerusalén e incluso recuperaron adoradores del norte para que regresaran al santuario de la ciudad santa, pero el sucesor de Josías, Joacim, revirtió las reformas y llenó el templo de abominaciones paganas (Eze 8:1-18). A pesar de las advertencias de Jeremías y Ezequiel, el pueblo no quiso arrepentirse de los errores políticos y religiosos, y el templo y la ciudad fueron saqueados por Nabucodonosor en el 597 a.C. para ser luego quemados por el general Nebuzaradán en el 587/586 a.C.
Para ambos grupos de Judá, los que estaban en Babilonia y los que quedaron en Jerusalén, la pérdida del templo y de la ciudad fue un golpe doloroso (Sal 137:1-9; Lam 1:1-22; Lam 2:1-22; Lam 3:1-66; Lam 4:1-22; Lam 5:1-22). Sin embargo, Jeremías y Ezequiel en sus profecías habían hablado de un regreso y una reconstrucción del santuario.
El templo de Zorobabel
El decreto de Ciro en el 538 a.C. permitió que los judíos volvieran del exilio en Babilonia con los utensilios que habían sido saqueados del templo. Les encargó la reconstrucción del santuario de Jerusalén con ayuda financiera persa y ofrendas voluntarias de los judíos que permanecieron en Babilonia (Esd 1:1-4). El gobernador Sesbasar puso los cimientos. El proyecto fue suspendido cuando los habitantes del lugar desanimaron a los constructores (Esd 1:8; Esd 1:11; Esd 4:1-5). Durante el segundo año del reinado de Darío, en el 520 a.C., Zorobabel y Jesúa, nuevo gobernador y sumo sacerdote respectivamente, reanudaron los trabajos en respuesta a las exhortaciones de los profetas Hageo y Zacarías (Esd 5:1-2).
Cuando algunos oficiales persas locales intentaron detener la reconstrucción, Darío encontró un registro del decreto de Ciro que incluía las dimensiones generales (Esd 6:1-6). Aparentemente, el tamaño era aprox. igual al templo de Salomón. La visión del templo de Ezequiel influyó de modo considerable en la construcción del nuevo santuario (Eze 40:1-49; Eze 41:1-26; Eze 42:1-20). Por lo tanto, es posible que el templo de Zorobabel se haya montado sobre una plataforma y que midiera alrededor de 30 m por 30 m (100 pies por 100 pies) y tuviera dimensiones interiores prácticamente iguales al de Salomón. Es probable que no tuviera una decoración tan ampulosa (Esd 3:12-13; Hag 2:3).
Las diferencias entre los dos santuarios tienen que ver con el mobiliario y los atrios o puertas. Como Jeremías había predicho, el arca del pacto nunca fue remplazada (Jer 3:16). Josefo afirmó que el lugar santísimo estaba vacío y se separaba del lugar santo mediante un velo en lugar de una puerta. Había solamente un candelabro de siete brazos, como en el tabernáculo. Es probable que este corresponda al que Tito plasmó en su arco de triunfo en Roma por ser el candelabro extraído del templo de Herodes cuando fue saqueado. La importancia del nuevo templo residía en que simbolizaba la santidad del Señor y constituía el centro de la vida religiosa de la nueva comunidad. Se completó en el 515 a.C. y fue dedicado con gran alegría (Esd 6:14-16). Los sacerdotes habían remplazado a los reyes en el ejercicio de la autoridad de la comunidad posexílica.
Esto cambió con la revolución macabea, y Judas Macabeo volvió a dedicar el templo en el 164 a.C. después de que Antíoco lo hubiera profanado en diciembre del 167 a.C. Este gozoso evento aún se recuerda mediante la celebración judía de Januká. Los sucesores de Judas se constituyeron sumos sacerdotes y el templo pasó a ser una institución más bien política. Pompeyo capturó el templo en el 63 a.C. pero no lo saqueó. Ver Intertestamentario, Período.
Templo de Herodes
Herodes el Grande llegó al poder en el 37 a.C. y decidió complacer a sus súbditos judíos y hacer alarde de su realeza ante los romanos. Con este propósito mejoró y amplió el templo de Jerusalén como nunca antes. La contribución más notable fue la magnífica mampostería de la plataforma del templo que fue ampliada considerablemente. Las descripciones de Josefo y de la Mishná cobraron vida gracias a descubrimientos arqueológicos recientes.
Herodes rodeó todo el recinto con magníficos pórticos, particularmente el estilóbato real a lo largo del muro sur. A través de las Puertas de Hulda, cuyos arcos dobles y triples aún pueden verse, los adoradores subían por pasillos cerrados hasta el patio de los gentiles. Se han hallado inscripciones griegas que separan este patio del de las mujeres y los atrios internos más sagrados de Israel (hombres) y los sacerdotes. Los escalones del sur del templo, donde quizás Jesús haya enseñado en varias ocasiones, han sido excavados y reconstruidos. Una inscripción que dice “al lugar de las trompetas” se halló en el extremo sur donde había una gran escalera hacia el templo desde la calle principal que quedaba más abajo. Quizás este era el “pináculo del templo” desde donde Satanás tentó a Jesús para que se arrojara desde allí.
El templo de Jerusalén es el centro de muchos acontecimientos del NT. El nacimiento de Juan el Bautista fue anunciado allí (Luc 1:11-20). José y María presentaron en ese lugar la ofrenda en la circuncisión del niño Jesús. Simeón y Ana saludaron a Jesús allí (Luc 2:22-38). Jesús fue al templo a los doce años (Luc 2:42-51) y luego enseñó allí durante Su ministerio (Jua 7:14). La limpieza que hizo del templo fue determinante para que se acelerara Su muerte. Jesús sabía que no era necesario un templo terrenal para adorar a Dios (Jua 4:21-24). Predijo la destrucción del templo a manos de los romanos, y la advertencia que les hizo a Sus seguidores para que huyeran cuando esto sucediera, les salvó la vida a muchos cristianos (Mar 13:2; Mar 13:14-23). Los primeros creyentes continuaron adorando en ese lugar y Pablo también fue arrestado allí (Hch 3:1-26; Hch 21:27-33).
Después de la revolución judía en el 66 d.C., Vespasiano y luego su hijo Tito frenaron toda resistencia. El templo fue destruido en el 70 d.C. La predicación de Esteban intentaba hacer que los cristianos pensaran que no había necesidad de un templo (Hch 7:46-50), y Pablo consideró a la iglesia y a los creyentes como el nuevo templo (1Co 3:16-17; 1Co 6:19-20). Para Juan, el ideal que representaba el templo se verá concretado finalmente en una “nueva Jerusalén” (Apo 21:2). Ver Arca del pacto; Herodes; Lugar santísimo; Moriah; Silo; Salomón; Tabernáculo, tienda de reunión; Zorobabel.

M. Pierce Matheney